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Crítica: Sergéi Dogadin  y Ricardo Casero con la Filarmónica de Málaga

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Autor: José Antonio Cantón
25 de febrero de 2024

Crítica del concierto de Sergéi Dogadin y Ricardo Casero con la Orquesta Filarmónica de Málaga

Ricardo Casero

Apasionado y mecanicista virtuosismo

Por José Antonio Cantón
Málaga, 23-II-2024. Teatro Cervantes. Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM). Solista: Sergéi Dogadin (violín). Director invitado: Ricardo Casero. Obras de Ludwig van Beethoven, Felix Mendelssohn y Wolfgang Amadeus Mozart.

   La presencia en el escenario de un ganador de uno de los certámenes musicales más importantes del mundo como es el Concurso Internacional Tchaikovsky de Moscú, ha de suscitar la atención de los aficionados como ha ocurrido en el séptimo programa de temporada de abono de la OFM con la actuación del joven violinista ruso Sergéi Dogadin, primer premio de la edición del año 2019, interpretando el Concierto en re, op. 61 de Beethoven, obra de absoluta referencia dentro del gran repertorio concertante. El maestro valenciano Ricardo Casero ha sido el encargado de dirigir el programa elegido completado con la Obertura de la Clemenza di Tito, destacada ópera seria de Mozart, que apunta ese carácter desde la nobleza de esta instrumental página inicial, y la Primera sinfonía en do menor, op. 11 de Felix Mendelssohn, por vez primera en los atriles de la orquesta malagueña.

   En su deseo de implicarse en las razones emocionales y técnicas de cada obra, Ricardo Casero, admirado trombonista en la primera parte de su carrera como instrumentista de viento, ha desarrollado con determinante gesto la conducción de la música de Mozart, ennobleciendo su discurso a categoría sinfónica, hecho que predisponía al instrumento orquestal para afrontar la densidad estética que se iba a presentar en Beethoven, cuyo concierto para violín sería ofrecido por uno de los nuevos valores surgidos en el panorama internacional dedicados a este instrumento.

   Desde los misteriosos golpes iniciales de timbal, el director marcó el lirismo que iba a imperar en su conducción con un calibrado ejercicio de laissez faire, laissez passer ante la garantía que suponía el solista como responsable del hilo conductor del discurso de la obra. El diálogo establecido entre ambos funcionó con sentido artístico y profesionalidad, intensificándose en todo su esplendor el dominio técnico del solista en la cadenza del primer movimiento, en la que se pudo disfrutar de la originalidad del espíritu improvisador de su autor, Robert Levin, instrumentista de cuerda norteamericano muy conocido por sus cadencias a obras de Mozart. En el Larghetto central se produjo el mejor entendimiento entre los dos protagonistas alcanzándose un deleitable grado de expresión, al fluir sus compases con natural vitalidad. El rondó último sirvió para que el violinista exhibiera todo su potencial, refrendado por la reducida cadencia, también de Levin, que le predispuso a un brillante final. Orquesta, solista y director disfrutaron de los aplausos de reconocimiento del público, que se vio obsequiado con la Flamenco Fantasy del polifacético músico y creador escénico ruso Aleksey Igudesman, con la que definitivamente Sergéi Dogadin demostró ser merecedor de la vitola de un apasionado virtuoso.

   Ricardo Casero terminó el concierto desarrollando todo un ejercicio de dignificación de la sinfonía de Mendelssohn. Así se aproximó al estilo mozartiano en su primer movimiento, un espoleado allegro que sigue la estructura de la forma sonata. El lirismo que contiene el tiempo lento, Andante, lo indicó con cuidada diferenciación de dinámicas para así realzar la expresividad que requiere, aspecto más conseguido en el sereno trío del minueto subsiguiente, tratado a su vez con serena elegancia. El maestro se implicó en la fogosidad que propone el compositor en el último movimiento, alcanzando un mayor grado de soltura en la conducción de la orquesta, especialmente en sus esenciales pasajes contrapuntísticos antes de llevarla a las restringidas exigencias imitativas del final de la sinfonía, con las que quiso el compositor alcanzar un mayor grado de significación. Se terminaba así una actuación donde imperó un destacado grado de profesionalidad musical.

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