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Crítica: Rattle dirige la 'Novena' de Beethoven en Berlín

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Autor: Alejandro Martínez
14 de noviembre de 2014

AL OTRO LADO DEL MURO

Por Alejandro Martínez

9/11/2014 Berlín: Philharmonie. Filarmónica de Berlín, dir. Sir Simon Rattle. Sally Matthews, soprano. Bernarda Fink, contralto. Christian Elsner, tenor. Hanno Müller-Brachmann, barítono. Rundfunkchor Berlin, dir. Simon Halsey. Obras de Beethoven y Szymanowski.

   Un 9 de noviembre, en 1989, hace ya veinticinco años, el muro que había separado Berlín Este de Berlín Oeste dejó de ser una frontera insoslayable. La capital de Alemania ha experimentado desde entonces una transformación tan colosal como evidente. Pura apertura. La ciudad que fuera símbolo del telón de acero es hoy sin embargo el foco europeo con más intensidad y variedad cultural. Todo el mundo tiene cabida hoy en Berlín, como si sus dos mitades hubieran descubierto, respectivamente, la grandeza que habitaba al otro lado del muro.

   Lo cierto, en todo caso, es que cayó ese muro que atravesaba Berlín pero entretanto se han levantado otros, a menudo invisibles y no por ello menos vergonzantes. La geometría de la opresión es todavía muy vasta y quedan aún demasiados muros, verjas, vallas y techos por derribar, algunos incluso mucho menos evidentes que el que atravesaba Berlin. Ojalá conciertos como el que nos ocupa sirvan no sólo para conmemorar hechos ya pasados sino para tornar la mirada sobre todos esos silencios, distancias, opresiones y oprobios que hoy se mantienen en pie ante nuestros ojos.

   Para conmemorar el citado aniversario veinticinco años después de la caída del Muro un sinfín de actividades se habían previsto en la capital alemana, entre ellas una serie de conciertos de la Filarmónica de Berlín, con la Novena Sinfonía de Beethoven en el centro de la conmemoración. Precisamente ese 9 de noviembre de 1989 la Philharmonie fue sede de un concierto improvisado, con Daniel Barenboim a la batuta, como gesto de bienvenida a los vecinos del Este de Berlín reencontrados esa noche.

   No vamos a glosar a estas alturas lo que significa la Novena sinfonía de Beethoven para la historia de la música y, si nos apuran, para la historia de la humanidad (de esta humanidad occidental, tan ensimismada, dicho sea de paso). La versión dispuesta por Rattle convenció por un inusitado e inesperado brío, cargada su batuta de crispación, apuntando hacia una articulación vertiginosa ya desde el Allegro, levantando una Novena preñada de vida y fuerza, impetuosa y auténtica, hecha de contrastes, plagada de dinamismo. No es Rattle un director demasiado dado a efectismos: no abunda en lo que no cree. Quizá por eso huyó de una recreación contemplativa y trascendente del Adagio, que fue cantabile en dosis justas, muy moderado en su densidad. A nuestro juicio, de haber contado con un coro más brillante y unos solistas más solventes su cuarto movimiento habría sido memorable, porque la respuesta de los atriles de la Filarmónica de Berlín fue sencillamente apabullante. A lo largo de la interpretación su compenetración con Rattle deparó momentos de virtuosismo y belleza dignos de recordar.

   Al margen de esta Novena de Beethoven, en la primera parte del concierto se interpretó el Stabat Mater de Szymanowski, una obra con una intensidad indudable, aunque un tanto premeditada y fatigosa. Compuesta por encargo entre 1925 y 1926, para orquesta, coro, soprano, alto y barítono, esta partitura iba a ser de hecho un Requiem, pero enfermo de tuberculosis, a sus cuarenta y cuatro años, el ateo Szymanowski decidió no escribir el Requiem para su propio funeral sino que recurrió a la fórmula del Stabat Mater, para tender un vínculo con la espiritualidad sin recurrir a la liturgia propiamente dicha. De ahí que la partitura tome el texto latino de un Stabat Mater del siglo XIII, en su traducción al polaco. El resultado final es una partitura cargada de sincretismo, con ecos del sinfonismo decimonónico pero con conexiones con Palestrina, vínculos con la polifonía medieval y constantes guiños a las melodías de la música eslava. Al margen de la calidad propiamente musical de la interpretación, lo cierto es que la inclusión en este programa conmemorativo de una obra del compositor polaco más celebrado del siglo XX no está exenta de significación. Es todo un guiño a ese otro lado del muro, a ese Este al que tantas veces Alemania miró por encima del hombro, no sólo en un sentido político sino también en maeria cultural. Un Este que sin embargo permea de forma evidente toda la cultura de habla alemana. La vecindad de Polonia, Rusia, Hungría o la vieja Checoslovaquia es un ingrediente fundamental a la hora de considerar la singular idiosincrasia de Alemania y Austria. Bienvenido pues ese guiño, incluyendo esta obra de Szwymanowski en el programa de esta conmemoración, junto a ese monumento a la fraternidad entre los pueblos que esa la Novena de Beethoven, algo que no por tópico es menos cierto.

   Como yo apuntábamos más arriba, encontramos insostenible la labor del cuarteto solista, del que apenas cabe rescatar el buen hacer de Sally Matthews y Bernarda Fink, nada memorable pero sin duda a años luz del bochornoso desempeño de Hanno Müller-Brachmann y Christian Elsner. Por su parte, el coro de la Radio de Berlín, a decir verdad poco impactante en la Novena, estuvo sin embargo mucho más entonado con la partitura de Szymanowski en la primera parte.

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