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«Tatiana Nikolayeva, de la tragedia, el vínculo y la amistad». Por Aurelio M. Seco

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Autor: Aurelio M. Seco
10 de marzo de 2024

Artículo de Aurelio M. Seco sobre la gran pianista rusa Tatiana Nikolayeva

Tatiana Nikolayeva

Tatiana Nikolayeva, de la tragedia, el vínculo y la amistad  


Por Aurelio M. Seco | @AurelioSeco
La tragedia de Tatiana Nikolayeva no es sólo la de la pianista genial que fallece pocos días después de no poder terminar de tocar la obra de un gran amigo. También tiene que ver con la tradicional, trágica y sempiterna incomprensión del Arte más importante y con el silencio descomunal de quien únicamente elige expresarse a través de un instrumento musical. Como tantas veces sucede con los grandes mitos, Nikolayeva tiene una página en internet dedicada a su trayectoria. En la biografía que nos presenta ahí Naxos, se explica, con la frialdad que siempre acompaña a este tipo de relatos, cómo la pianista rusa se encontraba tocando en San Francisco los Preludios y fugas de Shostakóvich en los años 90 del pasado siglo cuando le sobrevino un derrame cerebral que, nueve días más tarde, acabó con su vida. Ella intentó finalizar la obra pero no pudo seguir tocando. La Idea de Amistad, que es muy importante en Víctor Erice, también lo es para entender el arte titánico y trascendental de Nikolayeva. Tres veces lloró el genial cineasta español en la rueda de prensa que tuvo lugar en el Festival de San Sebastián por su película Cerrar los ojos, una obra de arte sustantivo que, como tantas veces sucede, de momento no está siendo apreciada como debiera. Fueron tres los llantos, de una emocionalidad asombrosa; uno de ellos, por el amigo perdido.

   Nikolayeva y Shostakóvich se conocieron en 1950, cuando ella ganó el Concurso Bach de Leipzig tocando preludios y fugas del gran Juan Sebastián, obras que interpretó durante toda su vida de tal forma que no es posible hablar de ellas con facilidad por sus determinantes consecuencias. Pero se puede decir que hay, en el arte de Nikolayeva, una calidez profunda y muy atractiva, de una adustez humilde, resignada y elegante, llevada en alas de una técnica asombrosa, de brillo y peso ruso. Y una estilización de gran clase, profunda y delicada, amable y elocuente. 

   Se explica en la biografía de la artista cómo Nikolayeva se hizo amiga de Shostakóvich y, Dmitri, que era jurado en aquel concurso, de Tatiana, y de cómo ésta lo llamaba todos los días durante el período de composición de los Preludios y fugas que ella misma estrenó, preocupándose del sentido que tenían para su autor, yendo incluso a casa del compositor para ver cómo él tocaba sus propias obras, detalle que ya no sólo tiene que ver con la Idea de Amistad, sino con la grandeza ética y artística de Nikolayeva, de Shostakóvich, de Bach y del propio Erice, aunque en principio no lo parezca. Y no porque la pianista pudiera ver en la manera de hacer de Shostakóvich la verdad de sus partituras, sino porque esta búsqueda, humilde e importante, insegura y frágil pero concienzuda, incluya dicha posibilidad.

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