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Crítica: «The Fairy Queen» en el Teatro de la Maestranza

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Autor: José Amador Morales
24 de noviembre de 2025

Crítica de José Amador Morales de The Fairy Queen de Purcell en el Teatro de la Maestranza, con Les Arts Florissants dirigidos por Paul Agnew

«The Fairy Queen» en el Teatro de la Maestranza

Éxito de Purcell en clave urbana

Por José Amador Morales
Sevilla, 23-XI-2025.Teatro de la Maestranza. Henry Purcell: The Fairy Queen, semiópera con prólogo y cinco actos con libreto anónimo basado en “El sueño de una noche de verano” de William Shakespeare. Paulina Francisco (soprano), Georgia Burashko, Rebecca Leggett y Juliette Mey (mezzosopranos), Rodrigo Carreto y Ilja Aksionov (tenores), Hugo Herman-Wilson (barítono), Benjamin Schilperoort (bajo-barítono). Compañía de Danza Käfig. Les Arts Florissants. Paul Agnew, dirección musical. Mourad Merzouki, dirección escénica y coreografía.

   La ópera semiescénica The Fairy Queen de Henry Purcell, estrenada en 1692, constituye uno de los ejemplos más refinados del género de la mascarada inglesa (aquí más bién un conjunto de ellas), un híbrido entre teatro hablado, música vocal, danza y efectos escénicos propio de la Inglaterra de la Restauración. Aunque inspirada libremente en A Midsummer Night’s Dream de Shakespeare, la obra no ilustra de forma literal la trama del genial dramaturgo sino que la complementa mediante episodios alegóricos que despliegan la imaginación. La partitura de Purcell, llena de contrastes, humor, lirismo y una inspiración melódica inconfundible, rezuma un espíritu festivo que se presta a interpretaciones que aúnen libertad, frescura y musicalidad. 

«The Fairy Queen» en el Teatro de la Maestranza

   La llegada al Teatro de la Maestranza del conjunto francés Les Arts Florissants, bajo la dirección musical de Paul Agnew, ha supuesto una de las citas destacadas de la presente temporada. Fundada por William Christie, la formación es un referente mundial en la interpretación historicista del repertorio barroco, y su paso por Sevilla reafirmó esa combinación de rigor estilístico, claridad sonora y sentido dramático que caracteriza su trayectoria. Además, en este caso el proyecto pedagógico Le Jardin des Voix, cantera de jóvenes cantantes de enorme proyección, alimenta esta producción con un elenco fresco, disciplinado y musicalmente solvente. La propuesta presentada en Sevilla fue ya comentada en Codalario de forma tan exhaustiva como excelente por Mario Guada a propósito de su paso por Madrid a principios del año pasado. Sólo añadiremos algunas particularidades de esta presentación hispalense que, en términos generales y aún dentro de sus límites (no olvidemos que se anunciaba como una versión semiescenificada) nos pareció que aporta un tratamiento contemporáneo sorprendente y de gran vitalidad a esta partitura. La dramaturgia así como las coreografías venían firmadas por Mourad Merzouki, figura capital del hip hop francés y especialista en su fusión con la danza contemporánea, quien trasladó la obra de Purcell a un espacio neutro donde el gesto barroco convive con la cultura urbana y en el que las enérgicas coreografías pop y hip hop aportaron una dinámica escénica que conectó de inmediato con el público sin traicionar la esencia lúdica y carnavalesca de la masque. 

   Musicalmente, Paul Agnew firmó una dirección audaz, llena de viveza, con tempi ágiles, contrastes bien calibrados y un sentido teatral siempre atento al detalle. La orquesta de Les Arts Florissants mostró una calidad colectiva sobresaliente: cuerdas claras y flexibles, un continuo imaginativo y expresivo, y un plantel de solistas instrumentales de enorme nivel. Particularmente memorables resultaron las intervenciones de una percusión siempre justa en carácter, del tremendamente musical laúd y la tiorba así como unos violines de bellísimo color. En el apartado vocal, destacó la calidad global del conjunto, cuya musicalidad sobresaliente permitió equilibrar algunas puntuales limitaciones individuales. A destacar Juliette Mey, que brilló con especial intensidad y supo aprovechar su gran escena "O let me ever, ever weep", uno de los grandes lamentos barrocos, para elevarla a la verdadera cima emocional de la función, aquí acompañada por un violín solista que elevó el momento a una dimensión casi hechizante.

   La reacción del público sevillano fue tan cálida como contundente. La ovación final, con la sala puesta en pie y aplaudiendo al compás de unas bulerías como en las grandes ocasiones, confirmó que esta Fairy Queen convenció y conquistó.

Fotos: Teatro de la Maestranza

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