Crítica de Agustín Achúcarro del concierto de la Sinfónica de Castilla y León con Magdalena Kozena bajo la dirección de Thierry Fischer
Pura energía
Por Agustín Achúcarro
Valladolid, 03-X-2025. Auditorio de Valladolid, Sala Sinfónica Jesús López Cobos. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Solista: Magdalena Koženà, mezzo. Director: Thierry Fischer. Obras: Iberia –El Corpus Christi en Sevilla y Triana- en orquestación de Enrique Fernández Arbós, Les nuits d´eté, op. 7 de Berlioz y la Sinfonía nº 7 en la mayor, op. 92 de Beethoven.
Comenzó la Temporada 2025-2026 de la Orquesta Sinfónica Castilla y León, con la interpretación de la Séptima sinfonía de Beethoven, en una propuesta del director titular Thierry Fischer. Lo que se pretende es interpretar en varias temporadas todas las sinfonías de compositor de Bonn, lo que se consumará al final de esta temporada con la novena.
Fischer llevó a efecto la idea de llevar el ritmo y el volumen hasta las últimas consecuencias en la Sinfonía nº7, lo que produjo una versión de gran empuje, de derroche de energía, aunque eso conllevó resultados desiguales. Es cierto que logró el empaste de todas las secciones entre sí, así como un más que evidente diálogo. Pero esa energía constante, llevada al culmen, condujo a un movimiento final demasiado exhaustivo, más marcial que danzable, con unos ostinatos de los metales que, incluso, llegaron a producir leves reverberaciones en la sala. Antes de llegar al punto, en el que el brío se hizo dueño casi único de la interpretación, en el tiempo inicial empleó con gran sentido los cambios de clímax y la regulación del sonido, pasando eficazmente de lo más enérgico a lo delicado. Hubo también tiempo en el Allegretto para que surgiera esa melodía de tintes schubertianos, así como los elementos contrastantes. La orquesta respondió a la perfección a la idea propuesta por el director. La anécdota del día surgió por la rotura del oboe del solista, por lo que tras le intermedio hubo que esperar un tiempo, para que se fuera a buscar otro.
El programa se había iniciado con El Corpus Christie en Sevilla y Triana de Iberia de Albéniz, en orquestación de Enrique Fernández Arbós. Fue una versión de tímbrica penetrante y colores bien marcados, aunque a veces faltó ductilidad en los acentos para que el sonido no pareciera que se producía en bloques algo inertes y se superpusieran de forma más flexible los temas. Un lujo contar con la labor de los solistas, en especial con la flautista Clara Andrada, que estuvo magistral en todas las obras.
La mezzo Magdalena Koženà cantó Les nuits d´eté de Berlioz. Fue el suyo un ejemplo de sensibilidad, de dominio del fraseo y las medias voces, aunque la escasez de volumen de la intérprete evitó logros de mayor altura, que la hubiera permitido una mayor diversidad de coloraciones y una expresión más diversa de las canciones. Aun así, ahí quedaron el encanto poético y la nitidez de emisión en «El espectro de la rosa», o el sentido de dejación, de dolor, en la «Ausencia». Le faltó un registro grave más evidente en «Sobre las lagunas». Fischer y la orquesta hicieron una labor proverbial, con un sonido cuidadísimo, muchas veces en un piano que no perdió nitidez nunca, para no tapar a la voz, sin por eso perder cierto carácter envolvente. La presencia de Koženà trajo al recuerdo esos tiempos en los que la Orquesta Sinfónica de Castilla y León interpretaba óperas en versión concierto o semiescenificadas. Ella fue la Carmen de Bizet, en uno de aquellos programas, cuando además parecía haber un mayor empeño por incluir también música sinfónico coral.
Antes del comienzo del concierto, que resultó un éxito de público, con una sala prácticamente llena, dedicó unas palabras de salutación, la Viceconsejera de acción cultural Mar Sancho, que recordó que volvía a producirse un nuevo record de abonados.
Foto: OSCyL
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