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Crítica: Uri Caine en el Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid

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Autor: Juan Carlos Justiniano
20 de marzo de 2017

 LA PARTICULAR APOTHEOSIS DE URI CAINE

   Por Juan Carlos Justiniano
Madrid. 14-III-2017. XXVII Festival Internacional de Arte Sacro. Teatros del Canal. Sala Verde. Ciclo Sacros Singulares. The World of Yesterday: The [Lost] Soul of Europe: Uri Caine (piano).

   El Festival Internacional de Arte Sacro de Madrid (FIAS) vive este 2017 un punto de inflexión en su vigesimoséptima edición. La cita que comenzó el pasado 2 de marzo y se prolongará hasta el próximo 7 de abril ofrece esta temporada una enorme cantidad de conciertos repartidos por toda la Comunidad de Madrid. El grueso del festival lo siguen componiendo los de temática sacra. Sin embargo, aparecen este año multitud de propuestas, diversas y distantes, que engloban la música de tradición clásica, la medieval, la contemporánea así como el jazz o las denominadas músicas del mundo. En la diversidad está el gusto. O al menos la organización del festival así lo cree. Uri Caine, por tanto, se sitúa en la periferia del marco religioso y/o sagrado que establece el FIAS como hilo conductor. No obstante, el de Filadelfia, que visitó a solo los Teatros del Canal el pasado martes 14, se reveló como una de las citas imprescindibles de la presente edición del festival madrileño.

   En The world of Yesterday: The [Lost] Soul of Europe –encargo del festival y en estreno absoluto– el pianista ha querido rendir un explícito homenaje a la obra de Stefan Zweig. El mundo de ayer: memorias de un europeo, la autobiografía del vienés, sirve a Caine como sugerencia conceptual, como inspiración para una larga improvisación a medio camino entre la música clásica, el jazz y la canción popular norteamericana. Ahora, en 2017, revisitar a Zweig, posiblemente uno de los intelectuales que mejor retrataron la convulsión y la angustia vital de los años más oscuros del pasado reciente, desafortunadamente tiene más sentido del que nos gustaría. Caine de esta manera pretende expresar su particular grito reivindicativo desde la música confiando en su poder simbólico y cultural, en su poder como generadora de sentimientos y escenarios comunes.

   El pianista de Filadelfia, a pesar de haber experimentado a lo largo de una dilatada trayectoria con todo tipo de ensembles, realmente no requiere de compañía para exhibir toda su inteligencia musical. Desde la humildad y el entusiasmo Caine bebe de manera natural tanto en el academicismo como en el escepticismo y el descreimiento en el mismo. Y así el pianista expresa la dosis justa de deferencia por los clásicos para proclamarse como una figura de transición, como un músico en la encrucijada, admirado y reconocido tanto en el ámbito del jazz como en el de la música clásica, si bien no del todo asimilado por ninguna de las dos escenas. Y de ahí su atractivo: Caine, gracias al mestizaje, convierte su música en algo universal y abierto para todos los públicos porque realmente no pertenece a ninguno.

   Durante hora y media el veterano pianista volvió a demostrar que posee una soltura única e inconfundible para interpretar un standard de jazz «alla maniera di». Caine se apropia, por ejemplo, de los gestos melódicos y de los procesos cadenciales del estilo galante para aplicarlos a melodías de Gershwin, Monk o los Beatles. O, de igual manera, revisita y colorea páginas de Mahler o Mozart con sonoridades y extensiones propias de lenguajes como el jazz. Se trata de entender dos mundos tradicionalmente aislados para hacerlos confluir en una infinita improvisación que reinterpreta todo un repertorio que atraviesa siglos de música tanto «culta» como «popular».

   The world of Yesterday: The [Lost] Soul of Europe probablemente no tenga nada de sacro. Sí de místico si se quiere. Porque observando a Caine abstraído al piano y rodeado de una absoluta oscuridad, el enigma de la música sigue mostrándosenos oculto, sigue revelándose de naturaleza mágica. El pianista intenta desentrañar este misterio, se propone descifrar la naturaleza del sonido con cada gesto musical y así consigue ascender a las alturas viviendo su particular apotheosis

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