CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas

Crítica: «Un avvertimento ai gelosi» en la Fundación Juan March

19 de diciembre de 2021

La Fundación Juan March programa Un avvertimento ai gelosi-Una advertencia a los celosos de Manuel García. Con un reparto formado por Rosa María Dávila (Sandrina), Marcelo Solís (Berto), Jorge Franco (Il conte di Ripaverde), Carlos Fernando Reynoso (Don Fabio), Laura Orueta (Ernesta) y Xavier Hertherington (Menico), con dirección de escena de Bárbar Lluch y Rubén Fernández Aguirre al piano. 

Un avvertimento ai gelosi

Otro tanto de teatro musical de cámara de la Fundación Juan March

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 17-XII-21, Auditorio Fundación Juan March. Ciclo Teatro musical de cámara. Un avvertimento ai gelosi-Una advertencia a los celosos (Manuel García). Rosa María Dávila (Sandrina), Marcelo Solís (Berto), Jorge Franco (Il conte di Ripaverde), Carlos Fernando Reynoso (Don Fabio), Laura Orueta (Ernesta), Xavier Hertherington (Menico). Rubén Fernández Aguirre, piano. Dirección de escena: Bárbara Lluch. 

    Un Avvertimento ai gelosi forma parte de las cinco óperas de salón con acompañamiento de piano y tramas asequibles, que compuso al final de su vida el sevillano Manuel García (1775-1832) -grandioso tenor, pero también empresario, aventurero y pedagogo-, una fascinante figura del teatro lírico del primer tercio del ottocento y patriarca de una estirpe de legendarias primedonne como Maria Malibrán y Pauline Viardot y de un maestro y tratadista de canto fundamental como Manuel Patricio García.

   Estas obras tenían un doble objetivo, el docente de cara a sus alumnos de canto, entre los mismos sus propias hijas, así como la presentación de sus capacidades vocales en società ante amigos y personalidades, llevando con ello el teatro lírico del escenario al salón burgués.

   Si la trama, cómica y ligera, basada en esta ocasión en un libreto de 1804 de Giuseppe Maria Foppa, resultaba simple en apariencia, la escritura vocal de Un avvertimento ai gelosi, evidentemente, de filiación rossiniana, es compleja y virtuosística como en sus obras hermanas y destaca, en este caso, una especial presencia de números de conjunto. 

   El admirable ciclo «Teatro musical de cámara» de la Fundación Juan March vuelve a apuntarse otro tanto, pues continúa con la presentación de estas deliciosas composiciones de García y en este caso, en coproducción con el Palau de Les Arts Reina Sofía de Valencia y el Festival de Ópera de Oviedo, participa en el estreno escénico de la obra en España.  

   Esta vez el elenco lo forman cantantes del Centro de Perfeccionamiento del Palau de Les Arts, que antes se engalanaba con el nombre de Plácido Domingo y que le fue arrebatado de forma tan injusta como arbitraria. Indudable la frescura, entrega y entusiasmo juvenil del mismo, vaya por delante, pero esa escritura vocal exigente en el aspecto técnico puso de relieve las limitaciones de unos cantantes aún muy verdes. Si a ello le unimos una puesta en escena anodina de Bárbara Lluch, el resultado es que esta producción ha resultado más floja que la anterior ópera de García presentada en la Fundación Juan March, I tre Gobbi y no digamos frente a la de Il finto sordo, de elenco muy superior y que, además, se benefició de una puesta en escena muy acertada de Paco Azorín

   Rosa María Dávila, desenvuelta como la coqueta pero fiel y en el fondo, inocente, Sandrina, deberá solucionar una zona aguda problemática en la que el sonido se abre de forma ostensible. Por su parte, Laura Orueta como Ernesta, mostró un centro de cierto atractivo, más bien sopranil, y sentido de la línea de canto en su bella aria ˜Chi serba nel petto», pero con margen de mejora en cuanto a variedad en el fraseo. En cuanto a los dos barítonos, timbre más blanco y atenorado, pero también más liberado el de Carlos Fernando Reynoso frente a un Marcelo Solís, de mayor definición baritonal, pero con trabajo por delante para el afianzamiento de la emisión. Respecto a los dos tenores, escasa presencia sonora la de Xavier Hertherington, mayor interés despertó Jorge Franco con un canto de buen gusto, pero insípido.

   La puesta en escena de Bárbara Lluch con escenografía, más bien pobretona, de Daniel Bianco sitúa la acción en el ensayo general de una compañía de ópera, con trivialidades como los cantantes haciéndose selfies, escasa imaginación y aún menos dinamismo en el movimiento escénico, confiado al ánimo y dedicación de los jóvenes intérpretes. Se salvó, si acaso, el vestuario dieciochesco de Clara Peluffo.

   Buena actuación, una vez más, de Rubén Fernández Aguirre con su cuidado sonido pianístico, su apropiado acompañamiento a las voces, además de asegurar la factura musical de toda la interpretación. Desde luego, el vizcaíno es una pieza fundamental en estas recuperaciones de las óperas de salón de García, tanto por su entusiasmo y defensa de la propuesta, como en la notable ejecución musical.

Foto: Mikel Lorenzo / Palau de les Arts Reina Sofía 

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