Crítica de Raúl Chamorro Mena del concierto ofrecido por la Royal Philarmonic Orchestra en Ibermúsica, bajo la dirección de Vasily Petrenko
Todo en su sitio, pero sin emoción
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 29-X-2025, Auditorio Nacional. Ciclo Ibermúsica. Ciel d’hiver – Cielo invernal (Kaija Saariaho). Concierto para piano, Op. 16 (Edvard Grieg). Mao Fujita, piano. Sinfonía núm 2, Op. 43 (Jean Sibelius), Royal Philarmonic Orchestra. Dirección: Vasily Petrenko.
El ciclo Ibermúsica ha elegido a la Royal Philarmonic Orchestra, agrupación fundada en 1946 por Sir Thomas Beecham, para abrir la temporada 2025-26. La Orquesta se integra en el grupo de señeras orquestas inglesas habituales en el ciclo y comparecía con su titular desde 2021, Vasily Petrenko.
Una obra contemporánea inauguraba un ciclo con vitola de conservador en su programación. En concreto, Ciel d’hiver de la finesa Kaija Saariaho (1952-2023). Se trata del movimiento central, extraído, arreglado y reelaborado, de la composición para gran orquesta Orion, escrita en 2002. Las sugestivas sonoridades de la obra evocan misterio, serenidad y reflexión, mediante la exploración a fondo de las tímbricas orquestales. Todo ello fue expuesto con pulcritud y claridad expositiva por la Royal Philarmonic y la diestra batuta de Petrenko.
A continuación, uno de los pilares del repertorio concertante para piano, el Concierto Op 16 de Edvard Grieg. El japonés Mao Fujita puede presumir de apreciables medios y sonido caudaloso, aunque falto de un punto de pulimiento y no exento de cierta borrosidad. El japonés fraseó con sensibilidad y capacidad dinámica, si bien se echó de menos un mayor poso, hondura, fantasía y variedad a su vehemente discurso pianístico. La danza del último movimiento permitió a Fujita demostrar su buena técnica y pericia en la digitación, pero sin poder evitar esa borrosidad ya indicada. La musicalidad y lirismo del teclado de Fujita sirvieron adecuadamente a la contrastante parte central del referido tercer movimiento. El acompañamiento de Petrenko resultó sedoso, con una cuerda grave particularmente cálida en los dos primeros movimientos y con el suficiente impuso rítmico en la danza folklórica noruega, pero faltó intensidad, efusión y latido romántico.
Como propina, Mao Fujita ofreció un escasamente sensual Erotikon, Op. 43, nº 5, del Libro III de las piezas líricas de Grieg. La enorme técnica de batuta de Vasily Petrenko brilló en la espléndida segunda sinfonía de Jean Sibelius. Mando, claridad expositiva, diferenciación de planos, esmeradas transiciones y, especialmente, un clarividente sentido de la construcción, que condujo de forma inexorable al clímax del movimiento final. Una interpretación impecable con la expresión justa y medida, pero sin aristas; De intachable acabado y pulcritud, pero sin emoción. Tampoco el sonido ofrecido por la Royal Philarmonic nos llevó a ningún Parnaso y, desde luego, no se elevó por encima de la actual Orquesta Nacional de España.
Dos regalos premiaron las ovaciones del público. En primer lugar, el amanecer de Peer Gynt de Edvarg Grieg y una magnífica, para el que suscribe lo mejor del concierto, Danza húngara número 6 de Johannes Brahms.
Fotos: Rafa Martín / Ibermúsica
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