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Crítica: La Filarmónica de Málaga rinde homenaje a Antón García Abril

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Autor: Verónica G. Prior
11 de septiembre de 2022

La Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM) rinde homenaje a Antón García Abril en un Concierto Extraordinario bajo la batuta del malagueño Víctor Eloy López Cerezo junto al guitarrista Javier García Moreno y el piano de Paula Coronas 

Filarmónica de Málaga

El legado de García Abril o la contemplación musical contemporánea

Por Verónica G. Prior
Málaga, Auditorio Edgar Neville, 9-IX-2022, Concierto Homenaje a Antón García Abril. Víctor Eloy López, director. Javier García Moreno, guitarra. Paula Coronas, piano. Concierto mudéjar para guitarra y orquesta de cuerda, Alba de los caminos para piano y orquesta de cuerda, Canciones y danzas para Dulcinea, de Antón García Abril. 

   Una lluvia de interrogantes inunda nuestro pensamiento tras escuchar el concierto que nos ocupa: ¿es la música un lenguaje de comunicación viable o es un medio para llegar a lo más profundo del trasfondo humano? ¿Cómo puede un compositor, entendido como un ente creador, llegar -a partir de una célula musical- construir todo un cosmos universal y a la vez tan particular? Estos y otros muchos interrogantes nos asaltaban mientras escuchábamos con máxima atención no sólo las notas que brotaban de los compases de Antón García Abril, sino también cuando se ponía en valor adecuado ese corpus musical con el que el maestro dota a cada uno de sus elementos musicales y los vuelca en un lenguaje musical único. Bien merecido es este homenaje que la Orquesta Filarmónica de Málaga [OFM] y su batuta malagueña, Víctor Eloy López, conjuntamente con los solistas Javier García Moreno y Paula Coronas -ambos malagueños también- ofrecieron su interpretación magistral a uno de los mejores compositores de los siglos XX y XXI.

   La complejidad de la obra garciabriliana es tan importante que no puedo dejar de compararla con un gran entramado arquitectónico. Estamos ante un compositor que convierte sus obras en verdadero arte sonoro… No es fácil conseguir que el oyente perciba un lenguaje sonoro claro cuando la dificultad técnica de sus compases exige de los intérpretes una gran capacidad resolutiva, capacidad exhibida, por otra parte, sin temblor ni duda por los músicos que la interpretaron.

   El Concierto mudéjar para guitarra y orquesta de cuerdas, compuesto en 1985, fue dedicado por García Abril a Teruel, su ciudad natal, teniendo en cuenta que dicha ciudad fue declarada por la UNESCO «Ciudad Universal» por la conservación de su arquitectura mudéjar. Destacaríamos como una de las dificultades de este bellísimo concierto su gran cantidad de contrastes o combinaciones rítmicas. Se podría decir que García Abril invita a los intérpretes a danzar sus pentagramas a un ritmo tan típicamente español como es el de peteneras –a veces claro y otras no tanto-, convirtiendo este desafío rítmico en un verdadero quebradero de cabeza para los músicos. Las hemiolas se suceden, mientras que la guitarra solista puede estar en tres por cuatro y la orquesta en seis por ocho, por poner un ejemplo de dicha complejidad rítmica. Sin embargo, esta dificultad se ha sabido conjugar a la perfección, como una maquinaria perfectamente engrasada. Gran trabajo realizado por la joven batuta malagueña de Víctor Eloy y extraordinaria su compenetración con los miembros de la OFM, que también supieron entenderse con el nivel técnico de Javier García Moreno. Málaga volvió a brillar en los dedos –esta vez mudéjares- de este intérprete tan apasionado, que posee una técnica tan perfectamente depurada que convirtió en un sencillo juego de niños los dificilísimos compases de la partitura.El Concierto mudéjar es de una enorme expresividad sonora.

   Todos los intérpretes cautivaron con una pasión debidamente contenida en algunas frases o mostrando pura explosión en otras. Los tres movimientos de estas bellas páginas mudéjares conectan con la tradición hispana. En el primer movimiento, Moderato, se exponen -a modo de carta de presentación- esas bellas células melódicas que se irán entretejiendo y convirtiendo en claras y directas melodías comunicativas, mientras rezuma un gran lirismo y melancolía, cabalgando hacia un Allegro non troppo donde ya guitarra y orquesta dialogan con pasión y plenitud sonora.

   El diálogo del primer movimiento se torna en poesía absoluta en el segundo, Andante, de gran dificultad técnica, equiparable al archiconocido Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo. Es un movimiento realmente asombroso. Se entiende que esté presente en varios concursos internacionales como obra obligada. Y es que sus motivos temáticos se sumergen en el más puro folclore español, dotando a la obra de una carga emocional importante. Aquí la guitarra solista se sumerge brillantemente en una preciada y virtuosísima cadencia en donde los recursos musicales utilizados por el compositor cautivaron a un público subyugado por la emoción. 

   En el tercer movimiento, Allegro, músicos, director y guitarrista se marcaron un zapateado, dejando vislumbrar la brillantez e ingeniosa composición del maestro turolense. Hay que destacar el excelente trabajo de la joven concertino Mariam Nahapetyan, que demostró en todo momento –tanto a lo largo del concierto como en esta obra mudéjar- una espectacular interpretación.

 Por su parte, Paula Coronas afrontó la interpretación de una partitura que el propio Antón García Abril le dedicó, pensando en su elevada técnica virtuosística: Alba de los caminos para piano y orquesta de cuerda. En esta obra detectamos una isotopía estilística que permite escuchar, fusionados, el sentido español la obra con  la contemporaneidad Paula Coronas hizo brotar con verdadero virtuosismo un borboteo, una cascada de sentimientos a través del piano Bechstein de la sala.

   Hay que decir que Alba de los caminos fue una obra concebida en principio para cuarteto de cuerdas y, más tarde, fue escrita para gran orquesta. Esto supone una gran problemática al ser la naturaleza de la escritura más cercana al conjunto de cámara. Sin embargo, los intérpretes han sabido llevar a su máxima expresividad y desenvoltura una partitura difícil y completa, empezando por la labor de Victor Eloy López, que la ha llevado a sus cotas más altas gracias a un estudio minucioso y apasionado, y siguiendo por el dominio absoluto de la misma que posee Paula Coronas.

   Ante las carácterísticas del Bechstein, un piano que no poseía todo el potencial sonoro que debiera tener para una obra de estas características, Paula Coronas decidió ralentizar algunas partes y respirar con gran intensidad junto al director. Tras los largos aplausos  Coronas tocó como propina de manera excepcional una de las Tres Baladillas para piano que García Abril dedicó a su nieto Antón. La pianista se despidió de un público puesto en pie, llena de emoción, tras haber tocado la obra de su gran amigo, una emoción que aumentó cuando Adriana, hija del maestro, se acercó al escenario para agradecer el evento.

   Canciones y danzas para Dulcinea, también de 1985, es una suite orquestal dividida en seis partes o danzas: I. Danza del camino, II. Canción de la noche blanca, III. Canción de la búsqueda, IV. Danza del amor soñado, V. Canción del encuentro y VI. Danza de la plenitud. Se trata de piezas sencillas pero directas, en las que se combina sabiamente el lirismo de las canciones con el aspecto bailable y rítmico de las danzas con acertadísimos elementos del propio folclore español a través del uso de tresillos, cambios súbitos de compases y marcadas acentuaciones, así como el uso de escalas andaluzas, etc. 

   La composición de esta suite se remonta al encargo que le hizo la televisión londinense a García Abril de ponerle música a una producción que se basase en la figura de Don Quijote. Tras el éxito, se le volvió a encargar una nueva partitura relacionada con nuestro Caballero de la triste figura y en esta ocasión se crearon estas bellísimas Canciones y danzas para Dulcinea entendidas como unos preciosos pespuntes coreográficos. Estamos ante una de las declaraciones de amor más bellas dentro de la música española. En ellas, García Abril hace alarde de un lenguaje compositivo que no sólo bebe del pasado musical, sino que le otorga ese aspecto de vanguardia, de búsqueda de nuevas sonoridades y efectos. A destacar en el plano interpretativo el grado de libertad que Víctor Eloy López obtuvo en esta pieza, con los músicos de la orquesta a un gran nivel.

   Excelentes el corno inglés, Pedro Cusac, y el oboe, José Antonio Gonzaga. Destacable igualmente la gran interpretación que hizo el flautista Fréderik Ghijselinck, que llevó a cabo tanto su parte de flauta como de flautín. Y extraordinario el violonchelo solista de Tilman Mahrenholz, que cautivó con su natural interpretación. El concierto estuvo muy bien conducido por el joven malagueño Víctor Eloy López, quien ya despunta en el panorama musical actual con su aquilatada personalidad. 

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