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Crítica: Víctor Pablo Pérez dirige obras de Timón y Mendelssohn con la Sinfónica del Vallés

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Autor: Albert Ferrer Flamarich
11 de febrero de 2021

Entre el espectralismo y los mundos de las hadas

Por Albert Ferrer Flamarich
Barcelona. 6-II-2021. Palacio de la Música Catalana. Mar Blanch, narradora. Núria Vilà soprano. Marta Valero, mezzosoprano. Coro de chicas del Orfeón Catalán. Orquestra Sinfónica del Vallés. Víctor Pablo Pérez, director musical. Dani Coma, director escénico. Obras de Marc Timón y Mendelssohn.

   Desde hace una década uno de los rasgos idiosincráticos de la Sinfónica del Vallés es su capacidad para renovar el formato de concierto. Por lo menos, los arropa y aproxima hacia una experiencia más rica, sumando otros canales artísticos para ofrecer espectáculos que jueguen con la multimodalidad. Es decir, con la coordinación de diversos canales simultáneamente como los juegos de luces, la declamación, el gesto y la escena -y, en ocasiones, el soporte audiovisual-. Las resultantes en general son propuestas bien trabadas como la pensada escénicamente por Dani Coma basada en colores fluorescentes (mascarilla, guantes del coro, movimiento balanceado de éste e iluminación), a partir de la que se ofreció una adaptación de la música incidental para El sueño de una noche de verano de Mendelssohn.


   Como principal director invitado, Víctor Pablo Pérez extrajo un rendimiento satisfactorio en la diferenciación de los planos sonoros y la creación de atmósferas veladas, áulicas y de fehaciente lirismo con destacadas intervenciones de la trompa y la concertino. El Cor de Noies de l’Orfeó Catalá, la mezzosoprano Marta Valero y la soprano Núria Vilà cumplieron en afinación, fraseo y carácter en sus partichelas episódicas y sin muchas complicaciones vocales. El colofón lo puso la recitación de la joven Mar Blanch, presentada como una encarnación de Fanny Mendelssohn, que centraba el espectáculo y resumía adecuadamente el carácter complicado de la obra de Shakespeare, introduciendo al espectador en la ficción teatral. Nuevamente, el guión de Jordi Cos (presidente y viola de la formación), sumó otra hábil labor en este tipo de propuestas donde el equilibrio entre la palabra, acción y música es delicado. Otra cosa es plantearse la necesidad reivindicar de esta forma la figura de la compositora y hermana de Felix.

   Como preludio y compartiendo un ambiente mágico y espectral, el concierto se abrió con el estreno de Les trompetes de la mort del catalán Marc Timón, compositor residente del Palau esta temporada. Basada en un capítulo de la novela Canto yo y la montaña baila de la laureada Irene Solà, se trata de un movimiento sinfónico-vocal de unos 10 minutos de duración y que habla de dolor y muerte. Sin voluntad programática, musicalmente trabaja la melodía (desde el inicio con el tema principal al violoncelo), los referentes tonales y remite a las sonoridades del Sibelius maduro en la coloración y textura, gracias a pasajes en divisi de una misma sección de instrumentos -cuerdas-, con las que da densidad y sensación de estatismo sugiriendo una naturaleza delicuescente. El coro encarna las voces de esta naturaleza a partir del texto y del juego de vocalizaciones. No obstante, la conclusión se antoja fallida: la apuesta por el estallido final nos priva de una solución más etérea, de extinción gradual, más orgánica y coherente a la idea de inmutabilidad del ciclo de la vida en el que se fundamenta la pieza. Por último y dentro de un proyecto potenciado por el Palau de la Música Catalana, el concierto se puede volver a escuchar y ver gracias al streaming localizable en su web.

Foto: Lorenzo Duaso

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