La temporada de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia acoge un concierto protagonizado por Virginia Martínez, con dirección de escena de Paco Azorín
Platenaria performance orquestal
Por José Antonio Cantón
Murcia, 25-VI-2022. Auditorio y Centro de Congresos ‘Víctor Villegas’. Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia (ÖSRM). Dirección de escena: Paco Azorín. Dirección musical: Virginia Martínez. Obra: Los planetas de Gustav Holst y Colin Matthews.
Con gran expectación se presentaba como concierto extraordinario fuera de temporada la performance sinfónica ideada por el escenógrafo murciano Paco Azorín sobre la famosa suite Los Planetas del compositor británico Gustav Holst, con el aliciente de que se le añadía a los siete números originales el dedicado a Plutón que en el año 2000 compuso Colin Matthews, que no suele incluirse en las interpretaciones de esta obra. Para ir predisponiendo al público, se le fue recibiendo en el vestíbulo del auditorio con algunas alegóricas poses estáticas de actores sobre una representación a modo de alfombra de cada uno de los componentes de nuestro sistema planetario, que anticipaba el original planteamiento escénico que iba a acompañar a la orquesta.
Una voz en off iba anunciando lo que representaba cada astro, iniciándose la actuación con el guerrero Marte en el que la ÖSRM, implementada por la Orquesta de Jóvenes de la Región de Murcia, adquiría una dimensión acorde con las exigencias de la muy dilatada necesaria plantilla instrumental, que acrecentaba la espectacularidad de la dinámica de la orquesta, lo que permitió que Virginia Martínez, en su pulso quinario llegara a impactar en los oyentes dada la intensidad y fuerza resultante de su inquietante sonoridad.
La orientación que iba a tener esta representación estaba manifestada ya antes de continuar con el pacífico Venus, que iba a ser el que desencadenara una sorprendente participación del público que se iba a mantener a lo largo de la velada. Con una incitación a utilizar los dispositivos móviles, se invitó a conmutarlos para comunicar con el exterior del auditorio, haciendo partícipes del concierto a los comunicados, lo que les pudo suponer una gran sorpresa. Según la voz en off había que, desde su ausencia, involucrarlos en la belleza de la música que se iba desarrollando con gran acierto por parte de la dirección e instrumentistas, que se esforzaron en transmitir las sensaciones sonoras de la mágica atmósfera de dicho planeta.
Después del alado Mercurio, con el que se pudo apreciar el buen trabajo realizado por la sección de viento madera llenando de colorido de auténtica música de cámara el resonante recinto del auditorio, la danza hizo su aparición entre el público en el alegre Júpiter, que sirvió para que su participación ganara enteros y protagonismo al integrarse con la orquesta en un ejercicio libre de espontánea expresión. Se producía así el mayor grado participativo de los asistentes, toda una experiencia transversal sin perder la ejecución orquestal un ápice de autenticidad y rigor musical, aunque la distracción hiciera su acto de presencia en algunos momentos entre los espectadores. Este episodio fue uno de los episodios clave de esta performance generando un estado de irrefrenable jovialidad general que rozaba cierta sensualidad colectiva. La calma y serenidad se hicieron presentes en el vetusto Saturno, que sirvió como un bálsamo emocional a tanta excitación generada ayudado por la sorpresa de unas lámparas que se iban encendiendo en la patio de butacas prestándose a ser intercambiadas entre los espectadores hasta llegar a ser posadas en la corbata del escenario como un elemento lumínico más del espectáculo.
Los fagotes se adueñaron del discurso del mágico Urano como impulsores de su rítmico contrapunto, que el compositor hace pasar por todas las secciones instrumentales con una insolencia que volvía de llevar la excitación al auditorio, que cada vez sentía su participación más involucrada en el concierto. Éste entró en su esperado declive expresivo acentuado por el contraste que significó la participación del canto sin palabras del Coro Los Planetas creado ex profeso para esta ocasión y que estaba repartido entre el público, dejando así una sensación de efecto cósmico realmente seductivo.
Quedaba por escucharse la imaginación musical de Colin Matthews materializada en Plutón, octavo planeta de la noche. Con el sobrenombre del Renovador, venía como a justificar todo el planteamiento de esta performance sinfónica, permitiendo disfrutar de un resultado artístico realmente admirable en el que músicos profesionales y noveles se fundían junto a Virginia Martínez en un compromiso que llevó a que, en sustitución del silencio con el que concluye esta página, estallara un grito final de todos los presentes, intérpretes y espectadores, como si de un impetuoso viento solar se tratara, que vino a refrendar unánimemente una nueva forma de asistir, escuchar, vivir y sentir los conciertos, que parece tener todas las características de práctica cultural transmoderna llamada a imponerse por la fuerza que supone la irrenunciable transversalidad participativa que, en este caso, se materializó en un éxito absoluto estimulada por el ingenioso y a la vez respetuoso planteamiento de la atrevida y hasta provocadora dramaturgia original de Paco Azorín, estimulante protagonista de esta velada junto a Virginia Martínez que supo impregnar de musicalidad la innovación de esta performance orquestal.
Foto: ÖSRM
Compartir