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Crítica: 'Werther' de Massenet en el Metropolitan de Nueva York

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Autor: Pedro J. Lapeña Rey
26 de febrero de 2017

VITTORIO GRIGOLO E ISABEL LEONARD ENTUSIASMAN AL PUBLICO NEOYORQUINO

   Por Pedro J. Lapeña Rey
Nueva York. Metropolitan Opera House. 20/2/2017. Werther(Jules Massenet/ÉdouardBlau, Paul Milliet y Georges Hartmann, basado en la obra de Goethe). Vittorio Grigolo (Werther), Isabel Leonard (Charlotte), Anna Christy (Sophie), David Bizic (Albert), Maurizio Muraro (El burgomaestre), Philip Cokorinos (Johann), Tony Stevenson (Schmidt). Dirección Musical: Edward Gardner. Dirección de escena: Sir Richard Eyre.

   Werther, la obra más importante del francés Jules Massenet, es una de las óperas clave del corpus romántico francés. Asentada en el repertorio desde hace bastantes años, no siempre fue así. En un teatro como el MET, solo hubo 10 representaciones hasta 1971. La historia cambió a partir de entonces con la producción de Paul-Emile Deiber que cantaron entre otros Franco Corelli, Alfredo Kraus, Plácido Domingo o Neil Shicoff que duró hasta 1991 y la John Cox que interpretaron Thomas Hampson en la versión para barítono y Roberto Alagna en la habitual para tenor. En 2014 se estrenó la producción actual del director británico Sir Richard Eyre con Jonas Kaufmann y Sophie Koch como protagonistas.

   La producción trae la acción a finales del S.XIX, la época en que Massenet compone la obra. Para los dos primeros actos actos, Rob Howell que se encarga de la escenografía y del vestuario, construye cuatro grandes rectángulos que enmarcan el escenario y al situarse en línea, crean un efecto de telescopio. Termina de montarse el escenario a través de distintos efectos de la iluminación creada por Peter Mumford y de las proyecciones diseñadas por Wendall K. Harrington. Nos vamos adentrando en la historia desde el mismo preludio orquestal, donde tras un telón opaco, vemos la muerte y el entierro de la esposa del “Bailli”, madre de Charlotte y de Sophie. Un puente en el centro del escenario,en unos casos nos separa el jardín de su casa del bosque que le rodea, mientras en el segundo acto es la iglesia la que se proyecta al fondo y delante, una mesa corrida es la terraza de la taberna donde Johann y Schmidt mantienen una intensa relación con el vino. El vestuario es típico de paisanos de clase media de final del S.XIX. En definitiva, una puesta en escena hermosa y atractiva, sin mayor complejidad. El Sr. Eyre tampoco se complica y la dirección de actores, sin aportar gran cosa, nos muestra simplemente lo que la historia cuenta.

   Por el contrario, en los dos últimos actos, todo sube de tono. La propia acción dramática se centra definitivamente en la historia de los dos amantes y el resultado final comparte emoción y desolación a partes iguales. La biblioteca de Charlotte que de arriba abajo ocupa prácticamente todo el escenario, nos presenta una Charlotte muy vulnerable, consciente de que ella también ama a Werther, pero que es un amor imposible tras su compromiso y boda con Albert. El encuentro con Werther y el posterior con Albert saca todas las emociones a flor de piel. El acto final, la habitación de Werther es un pequeño cubículo donde solo vemos una mesa y un camastro, y se va trasladando de manera muy lenta desde el fondo del escenario hacia la parte delantera. La sensación es claustrofóbica y desoladora, con una fuerza teatral enorme.En definitiva una puesta en escena que si bien no pasará a la historia, es atractiva y permite seguir la obra sin sobresaltos.

   “Werther” es una obra eminentemente de tenor. Obviamente se necesita un buen elenco, pero como falle el protagonista, “apaga y vámonos”. En esta ocasión teníamos al controvertido tenor de Arezzo, Vittorio Grigolo, cantante que por sus peculiares características interpretativas, no es del gusto de todos. Reconozco que también yo era escéptico ante este Werther, pero tras sus éxitos con el papel en Berlín y Londres, y tras las críticas elogiosas que ha recibido de su reciente Romeo aquí en el MET al que no pude asistir, tenía interés en verle.

   La voz de Grigolo es de un tenor lírico puro, de belleza indiscutible. Sin llegar evidentemente al nivel de la de Roberto Alagna, también es luminosa, mediterránea y de un atractivo inmediato. Sabe proyectar, su voz corre fresca y lozana por todo el teatro, y su dicción francesa es excelente. En ocasiones previas, me había encontrado que a sus innegables virtudes, sumaba un estilo bastante desagradable, sobreactuado, muy descontrolado, con un excesivo abuso de pianísimos “afalsetados” utilizados como recurso expresivo, y donde cualquier frase, acababa en sollozos y amaneramientos donde parecía que no hubiera mañana.

   Sin embargo este Werther es un paso en la buena dirección. La interpretación ha sido mucho más controlada que en ocasiones anteriores, con una gran variedad de matices y acentos en el canto, y donde ahora sí, las - pocas - veces que carga las tintas es creíble al no abusar de ellas. Desde el “Alors, c'est bien ici la maison du Bailli?” y en el “O nature, pleine de grâce”, la voz llenó el teatro con un sonido pleno y liberado. El fraseo comunicativo e intenso, fue más contenido que antaño, y la mezcla de pasión y melancolía encontró un justo equilibrio en el dúo final del primer acto – espectacular la frase Rêve! Extase! Bonheur! -, con agudos naturales y bien colocados. En el segundo acto, el “Un autreest son époux!”fue vibrante e impactante. En los dúos con Albert y Sophiehubo algún pianísimo innecesario herencia de su pasado inmediato, pero el Si natural del “Appelle-moi” volvió a ser estupendo.

   En el "Porquoi me reveiller" del tercer acto el público le aclamó cerca de tres minutos, con alguna petición de “bis” incluida. La cantó muy bien en líneas generales, aunque para el que suscribe le sobraron un par de falsetes no del todo agradables y una dicción más clara de los dos "Porquoi me reveiller" previos a los agudos. Estupendo también el dúo con Charlotte, y un acto final de nuevo intenso y emocionante, sin sobreactuaciones gratuitas, y que fue el colofón a una gran noche. Evidentemente no nos va a hacer olvidar a Alfredo Kraus ni más recientemente a Roberto Alagna, pero una noche como ésta le hace ganar crédito ya que no está al alcance de la mayor parte de los tenores actuales.

   La mezzo neoyorquina Isabel Leonard fue una Charlotte destacable. La voz es densa y carnosa en el centro, bastante atractiva, aunque sin una gran personalidad. El registro superior es claro, brillante y meridiano, siendo su principal hándicap un grave algo desguarnecido. Entregada al papel desde el principio, cantando con una exquisita musicalidad, su actitud inicial contenida va evolucionando según avanza la obra hacia la enamorada desesperada que ve que su matrimonio es un error. Su tercer acto fue para enmarcar con un “ces lettres, ce lettres” impecable y los tres dúos con su hermana, amante y marido también a un nivel excelente. Excelente la química con Grigolo hasta la escena final.

   Anna Christy fue el enésimo ejemplo de lo que acaba siendo el personaje timorato y cargante de Sophie. Su voz pequeña y desimpostada acentuó la parte más negativa de un papel que vocalmente pasó con más pena que gloria, bien es verdad que en escena se mostró bastante resuelta.

   David Bizic fue un Albert simplemente correcto. Escénicamente solvente, creando un personaje en parte desengañado, el material de partida de su voz es interesante, aunque le falta empaque y un canto matizado y menos monótono. Tampoco fue para recordar el “Bailli” de Maurizio Muraro con una voz a la que le faltan graves, mientras que Tony Stevenson y Phillip Cokorinos fueron unos dignos Schmidt y Johann.

   A los mandos de todo el entramado, Edward Gardner, el antiguo director musical de la English National Opera, con una lectura solvente y con pulso, con buena descripción de los distintos cuadros de la obra, y con interludios de gran belleza, aunque en momentos puntuales – generalmente cuando acompañaba a Grigolo - pecó de exceso de decibelios. Le faltaron momentos reales de gran inspiración o el aroma francés de grandes de la batuta como Michel Plasson, pero en líneas generales fue una interpretación reseñable.

   El público dedicó los mayores vítores y aplausos para la pareja protagonista y para el director musical.

Foto: Marty Sohl/Metropolitan Opera

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