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Crítica: Yo-Yo Ma y Alan Gilbert estrenan en Nueva York el 'Concierto para violonchelo' de Esa-Pekka Salonen

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Autor: Pedro J. Lapeña Rey
29 de marzo de 2017

UNA OBRA QUE PERDURARÁ

   Por Pedro J. Lapeña Rey
Nueva York. David Geffen Hall  16/3/2016. Temporada de abono de la Orquesta Filarmónica de Nueva York (NYPO). Yo Yo Ma, violonchelo. Director musical: Alan Gilbert. The Chairman Dances (Foxtrot for Orchestra) de John Adams. Concierto para violonchelo de Esa-Pekka Salonen. Sinfonía fantástica de Hector Berlioz.

   Los conciertos de la semana del 15 al 18 de marzo han sido los últimos de la NYPO antes de la gira europea que del 23 de marzo al 7 de abril les lleva a dar 14 conciertos en 9 ciudades europeas. Las elegidas han sido Amberes, Luxemburgo, Düsseldorf, Essen, Hamburgo, Budapest, Viena, Londres, y Copenhague.

   La obra estelar del programa era el estreno en Nueva York del Concierto para violonchelo de Esa-Pekka Salonen. Ha sido un encargo conjunto de la NYPO, la Orquesta Sinfónica de Chicago, el londinense Barbican Center y la recientemente inaugurada Elbphilharmonie de Hamburgo.

   Estrenado la semana anterior en Chicago por Yo Yo Ma, el dedicatario de la obra, y el propio Salonen a la batuta, estos días era Alan Gilbert quien dirigía, mientras el músico finlandés veía los toros desde la barrera. Y eso que no del todo, porque el Sr.  Gilbert le invitó a salir al escenario, micrófono en mano, antes del inicio del mismo, para que nos diera unas indicaciones previas a lo que íbamos a oír. La charla, de unos 5 minutos, empezó de una manera bastante simpática. El Sr. Salonen dijo que iba a compartir la línea argumental del concierto, pero nos pidió que ignoráramos sus propios comentarios y simplemente nos invitó a sumergirnos en la partitura. Ahondó en el origen de la composición y en su relación con Yo Yo Ma, algo que también se puede leer en el programa de mano, pero siempre esmás agradable oírselo en persona al compositor, sin duda uno de los grandes del panorama contemporáneo.

   Es éste el cuarto concierto solista que compone el finés. En 1980, cuando era un veinteañero que empezaba a destacar, y se definía como un “compositor que dirige”, creó el “Concierto para saxofón alto”. Recientemente,  cuando ya se había transformado en un “director que compone”, escribió en 2007 el “Concierto para piano” para Yefin Bronfman y en 2009, el“Concierto para violín” para Leila Josefowicz. Uno de los motivos que esgrimió para dejar la titularidad de la Orquesta Filarmónica de Los Angeles, es que quería más tiempo libre para componer. Y fue también el motivo por el que dio calabazas a la NYPO cuando le ofrecieron el oro y el moro para que aceptara su titularidad tras la renuncia de Alan Gilbert.

   Lo que sí aceptó fue el cargo de “Compositor residente” por un periodo de 3 años. Ahora en el segundo, estrena este concierto, compuesto en 2015 para Yo-Yo Ma. La interrelación con el solista ha llegado a tal nivel que Salonen dice del mismo: “El aura de Ma es parte de la energía de la obra. Cuando escribo para él, tengo en mente su sonido, su personalidad. No es solamente la manera en que una persona toca su instrumento, es la manera que la persona es, y como he decidido representar esa personalidad”.

   La obra, compuesta en 3 movimientos, dura prácticamente 40 minutos. El primer movimiento, “Chaos to line” empieza de manera algo estática, creando entre metales, violonchelos y contrabajos, un amplio universo sonoro bastante sugerente de donde surge la línea del violonchelo solista - el sonido cálido de amplio vibrato característico de Yo-Yo Ma - en pequeñas frases, con calma, que van creciendo poco a poco, y que se “enfrenta” ahora al xilófono, ahora el vibráfono, hasta difuminarse en insinuantes texturas. El Sr. Ma estuvo cálido y contenido. Como el propio Salonen escribe en el programa de mano, un verdadero virtuoso también puede captar la belleza y la expresión en los momentos más calmados, para llenar de vida esa “casi inactividad” a través de la imaginación y la capacidad de comunicardel músico.

   El segundo movimiento, comienza y termina en lo que Salonen llama “nubes sonoras” - tuttis orquestales de texturas complejas - que descargan “lluvia” – el sonido se difumina -, posteriormentevuelven a llenarse y después vuelven a descargar. El violonchelo crea diversos arcos de sonido a los que se suman otros solistas. En concreto, destacó uno que resaltó el contraste entre el sonido pleno y cálido del Sr. Ma y el precioso color del solista de flauta Robert Langevin.

   El tercer movimiento es el más sorprendente desde el punto de vista sonoro.  Tenemos no solo la presencia de bongos y congas situados delante de la orquesta, junto al Sr. Ma, sino que tenemos sonidos pregrabados que se emiten a través de pequeños altavoces situados por toda la sala. Mucho más vivo y rápido que los dos precedentes, el violonchelo empieza jugando con los bongos, para ir creciendo en intensidad, con frases cada vez más amplias, haciéndose su escritura cada vez más violenta. Hay un momento muy efectista en que el violonchelo imita el sonido de bongos y congas. El clímax orquestal posterior es el único momento de descanso que tiene el solista para reponer fuerzas antes de la traca final, una especie de danza salvaje, con una especie de cadenza incluida, que exprime a la orquesta y al solista hasta el final. La orquesta tocó de manera ejemplar a las órdenes de un Alan Gilbert que dio vuelo y dotó de claridad e intensidad a esta obra de alto nivel, que me atrevo a vaticinar, se va a convertir en un clásico de la música de nuestros días.

   El público acogió la obra y la impecable ejecución orquestal de la premier muy positivamente, premiando con cuatro salidas a saludar a Ma, Salonen y Gilbert.

   El concierto había comenzado con el Foxtrot para orquesta “the Chairman dances”, del americano John Adams. En estos días cumple 70 años y siendo probablemente el compositor americano vivo más conocido, la gran mayoría de orquestas están celebrándolo. La obra está extraída de su ópera “Nixon en China”. El que suscribe no tiene gran aprecio por el movimiento minimalista al que pertenece Adams, bien es verdad que de sus óperas,ésta es la mejor por el enorme contenido dramático que es capaz de crear. Sin embargo, sacadas del contexto de la ópera, las danzas no dejan de ser otra pieza más, brillante si se quiere, de este tipo de composiciones. Aunque tanto Alan Gilbertcomo la orquesta tocaron la partitura con una determinación y una credibilidad encomiables, la obra palidece cuando la enfrentas a la de Salonen.

   Tras el descanso, Gilbert nos propuso una Sinfonía Fantástica muy bien ejecutada, pero a la que le sobró frialdad y le faltó vuelo hasta el tercer movimiento. A partir de ahí, pusieron más énfasis e intensidad, alcanzando un sonido rico y denso. En la “marcha al cadalso” brillaron especialmente los metales, y en el movimiento final, tuvimos un aquelarre de brujas - las distintas variaciones el tema del “Diesirae” quedaron espléndidas - tocado con precisión y virtuosismo orquestal.

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