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Crítica: La Filarmónica de Málaga con Adolfo Gutiérrez Arenas y Rune Bergmann

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Autor: José Antonio Cantón
3 de octubre de 2022

El violonchelista español Adolfo Gutiérrez Arenas visita la temporada de la Orquesta Filarmónica de Málaga bajo la dirección de Rune Bergmann

Adolfo Gutiérrez Arenas

Claridad de exposición

Por José Antonio Cantón
Málaga, 29-IX-2022. Teatro Cervantes. Orquesta Filarmónica de Málaga [OFM]. Solista: Adolfo Gutiérrez Arenas (violonchelo). Director: Rune Bergmann. Obras de Antonín Dvořák y Franz Schubert.

   Dos músicos de convicción y acción se han encontrado en el segundo concierto de la presente temporada de la OFM; el director invitado Rune Bergmann, que repetía actuación después de la excelente impresión causada en su anterior visita con la orquesta malagueña, y el violonchelista Adolfo Gutiérrez Arenas, uno de los más destacados actualmente en España que ha dejado una destacada impronta en su participación en el pasado X Festival Internacional de Música de Cámara - Málaga Clásica que dirige el admirado violinista malagueño Jesús Reina, que lo incorporó por vez primera al elenco de magníficos intérpretes que se concitan en este evento. 

   El Concierto para violonchelo y orquesta en si menor, op. 104 de Antonín Dvořák ha propiciado la convergencia de ambas personalidades artísticas con un resultado realmente satisfactorio por la claridad de exposición de esta obra señera de este particular repertorio romántico. La capacidad de diálogo se percibió de inmediato en el Allegro de apertura, hecho que se acentuó en el pasaje molto sostenuto con la flauta como interlocutor del solista, constituyéndose en un primer momento relevante de la interpretación, en el que se pudo confirmar la preciosa sonoridad del violonchelo, un instrumento construido por el lutier cremonés Francesco Ruggieri en 1673. 

   El violonchelista entró en el Adagio central con la seguridad de tener interiorizado su discurso hasta tal punto que sus gestos determinaban cómo el instrumento era una proyección sonora de su cuerpo, constituyéndose una sola realidad musical inmersa y en contraste con la orquesta que, sin perder la referencia de la partitura en instante alguno, permitía tomarse unas licencias de articulaciones y ornamentos que enriquecían la expresividad de la obra como la alcanzada en ese sentido de solemne de compasión que se producen en los últimos compases de este movimiento.

   La apasionada musicalidad de Adolfo Gutiérrez se hizo presente en el vivaz allegro final como elemento estimulante de una orquesta que brilló desde el equilibrio dinámico que emanaba del director, que supo entender la candente emocionalidad del solista asumiendo un diálogo que siempre fue equilibrado incluso en el estallido sonoro final, que dejaba una exultante sensación en el público que se tradujo en un cerrado aplauso. El solista, en respuesta, conmovió al auditorio con una exquisita página de Benjamin Britten; el movimiento Grand repose together with the saints (Kontakion). Passacaglia, con el que el compositor británico cierra su Suite nº 3 para violonchelo solo op. 87, que tuvo el gran detalle de dedicar a la memoria de Carlos de Mesa, recientemente fallecido, primer director de la última época del Teatro Cervantes de Málaga y gran impulsor de la OFM desde su fundación.

   La segunda parte de la velada estuvo ocupada por una de la obras más importantes de Franz Schubert; su Novena sinfonía en do mayor D 944, «La Grande». Como ya apuntara el pasado año con una modélica versión de la obertura del oratorio La Creación, Hob.XXI/2 de Franz Joseph Haydn, Rune Bergmann entró en el estilo romántico vienés con una soltura y claridad de concepto realmente admirables. Así, supo distinguir siempre los contrastes motívicos entra la cuerda y el metal que contiene el Allegro, ma non troppo que sustenta el discurso del primer movimiento, destacando en todo momento las alternancias armónicas que se suceden antes de la triunfante recapitulación final. Dejó que los músicos encontraran lo mejor de sí en el Andante con moto, dando la sensación de un control libre de esquemática formal que funcionaba con espontánea naturalidad, que venía a ahondar en ese sentido sombrío que se manifiesta a su conclusión. 

   La alegría se hizo presente en el Scherzo, sentimiento que supo indicar Bergmann con fácil expresividad, haciendo que el sonido fluyera con gracia, destacando la constante distinción tonal que dio a su trío, uno de los momentos destacados del concierto por la elegancia empleada en tal pretensión. Toda la energía que posee este maestro se pudo percibir en la intensidad con la que dirigió el Allegro vivace final, en el que la orquesta llegó a su máximo exponente de conjunción técnica y musicalidad, dejando una sensación de gratificante plenitud en el público que tuvo la oportunidad de admirar una dirección musical de muchos quilates, acorde con las expectativas que había suscitado el reencuentro con este excelente maestro, poseedor de una transparencia meridiana en su manera de transmitir el discurso musical.

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