VERDE QUE NO TE QUIERO VERDE
Lo peor que podemos hacer hoy en día es decir que sí a todo solo porque alguien haya hecho el esfuerzo de realizarlo. Es muy difícil restar valor a algo que en realidad no es tan valioso como propone su creador o quienes lo programan, porque siempre es fruto de un gran esfuerzo y parece una falta de respeto hacia el trabajo el desmentirlo. Pero no por trabajar mucho van a salir bien las cosas, ni por programarlas más veces ni porque se programen tienen que ser buenas o interesantes. A veces, el autor carece de perspectiva, o el público o los propios programadores. Demasiadas veces, la verdad. Nos encontramos en un momento peligroso en el que todo se justifica. Ya parece que cualquier espectáculo merece la pena. Siempre hay alguien dispuesto a soslayar lo evidente para buscar el interés en la anécdota que, como todo el mundo sabe, puede ser tan profunda como queramos adornarla. Existen tantos creadores que hacen cosas, tantos artistas con posibilidad de estrenar sus obras o trabajar en grandes teatros, -y no siempre por el valor objetivo de lo que ofrecen-, tantos gestores dispuestos a pasar a la historia por programar cosas siempre que sean novedosas, que nos hemos olvidado del por qué.
Hoy, las razones que producen las cosas parecen perdidas en los caminos de quien transita por transitar, de quien compone por componer, de quien escribe para decir sus cosas o por dinero. A veces recuerdo las palabras de Ramón Barce, compositor de gran talento y de hoy, por más que le pese a quien prefiere ver en él más a un teórico que a un músico. Barce decía y con razón, que hay que necesitar las cosas, que hay que necesitar componer ópera para escribirla, como comer necesita quien tiene hambre. A veces tengo la impresión de que hoy se hace más favor a la música escribiendo un artículo que una nota en un pentagrama.