
Crítica de José Antonio Cantón del concierto de la Orquesta Nacional de España en Granada, bajo la dirección de Andrés Orozco-Estrada y con la violinista María Dueñas como solista
Excelsa musicalidad de María Dueñas
Por José Antonio Cantón
Granada, 22-VI-2025. Palacio de Carlos V. LXXIV Festival Internacional de Música y Danza de Granada. Solista: María Dueñas (violín). Orquesta Nacional de España. Director: Andrés Orozco-Estrada. Obras de Édouard Lalo y Hector Berlioz.
La esperada participación de la violinista granadina María Dueñas junto a la Orquesta Nacional de España (ONE), dirigida por el maestro medellinense Andrés Orozco-Estrada ha sido uno de los acontecimientos de la septuagésimo cuarta edición del Festival de Granada con una asistencia rebosante de aficionados que acudían de manera expectante ante la anunciada Sinfonía española en Re, Op. 21 del compositor francés Édouard Lalo, referencial obra del repertorio violinístico romántico dedicada al mítico Pablo Sarasate
Con un porte que reflejaba esa natural impronta de seguridad que la caracteriza, la violinista, ya desde su mera presencia en el escenario, concentraba toda la atención, siendo plenamente satisfecha con la exposición del enérgico primer tema en el que se compagina los ritmos binarios y ternarios que le confieren especial y alternante viveza a su discurso, hasta llegar a esa especie de variaciones anteriores a la recapitulación, pasajes en los que la solista alcanzó un vuelo de absoluto protagonismo, que tuvo mayor confirmación en el sincopado segundo movimiento donde no dejó de mostrar un continuado efecto sorpresa de especial desenvolvimiento antes de ofrecer las esencias hispanas del Intermezzo con el que llegó a una extraordinaria brillantez en su segundo tema, uno de los pasajes más elocuentes de esta obra. El Andante subsiguiente supuso un bálsamo emocional ante la capacidad de canto expresada por la violinista, demostrando un sentir melódico propio de la mejor cantante lírica imaginable. Su virtuosismo técnico apareció con toda plenitud y de manera deslumbrante en los distintos motivos del rondó final que sirvió como condensado resumen de su excelsa musicalidad.
Ante el delirio de público, director y músicos, María Dueñas ofreció de bis una versión con acompañamiento orquestal del Cuarto Mosaico (La canción de Veslemøy) que compuso el noruego Johan Halvorsen en 1898 que hizo las delicias de los presentes, para seguidamente realizar una magistral interpretación de Granada de Agustín Lara siendo acompañada por una muy bien tratada arpa en su imitación al tañido de la guitarra que dejó absolutamente absorto al auditorio, haciéndose así acreedora de una de las noches estelares del Festival exhibiendo una autoridad musical de máximo nivel.
El programa se completaba con una de las obras más señeras del repertorio romántico orquestal francés: la Sinfonía fantástica: episodio de la vida de un artista, Op.14 de Hector Berlioz, ejemplarizante modelo de música de programa que, desde su rica y novedosa instrumentación se convirtió en un referente de instrumentación por su hallazgos formales y sentido programático estableciendo a su vez un nuevo paradigma de la narrativa musical del siglo XIX. Haciendo gala de su capacidad de comunicación, el maestro Andrés Orozco-Estrada hizo una lectura de la obra que resaltó el contenido poético de sus cinco movimientos, haciendo especial énfasis en la atmósfera que creó en el vals del segundo, el sentido trágico marcado en la Marcha al suplicio, que ocupa el cuarto tiempo, y la desmesurada saturnal que representa El sueño de una noche de šabbāt en la que terminó imponiéndose la cohesión de la ONE expresada de modo significativo en el burlesco tratamiento de la amenazante secuencia del Dies irae con especial relevancia en las secciones de viento-metal y percusión, que llevaban a que aparecieran en perturbadora plenitud todos los fantasmas acústicos que habitan en el patio del recinto palaciego carolino.
Foto: Fermín Rodríguez
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