Crítica de Raúl Chamorro Mena de la ópera Carmen de Bizet en el Teatro Real dirigida por René Jacobs, en la versión de 1874
Gaëlle Arquez y François Rougier en la «Carmen» de Bizet del Teatro Real
Interesante recuperación de la Carmen originaria
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 27-III-2024, Teatro Real. Carmen (Georges Bizet), versión original 1874. Gaëlle Arquez (Carmen), François Rougier (Don José), Sabine Devieilhe (Micaëla), Thomas Dolié (Escamillo), Frédéric Caton (Zuñiga), Yoann Dubruque (Moralés), Margot Genet (Frasquita), Séraphine Cotrez (Mercédès), Emiliano González Toro (Le Dancaire), Gregoire Mour (Le Remendado), Karolos Zouganelis (Lillas Pastia), Coro de cámara de Namur. Pequeños cantores de la ORCAM. B’Rock Orchestra. Dirección: René Jacobs. Versión concierto semiescenificada.
En el mes de octubre de 1874 comenzaron en la Opéra-Comique de París los ensayos de Carmen de Georges Bizet, que llegaría a ser unos de los títulos más importantes, populares y representados de la historia del teatro lírico. Durante los mismos, la obra sufrió diversos cambios, unos provocados por las exigencias de orquesta y, sobre todo, el coro, que consideraban insuperables las dificultades de la partitura. Otros por imposición de los cantantes y de la dirección artística del teatro y, por qué no, alguno sería por deseo del propio compositor. Nunca sabremos a ciencia cierta la verdad completa y precisa.
En su origen, Carmen pertenecía al género de la Opéra-Comique, aunque con la particularidad de un final trágico. Ya existía un importante precedente, la Medea de Cherubini, obra de alta intensidad dramática y que, por diversas circunstancias, se estrenó también conforme a la estructura de la Opéra-Comique. Este género se caracteriza por la existencia de diálogos hablados entre los números musicales, la localización en lugares considerados «exóticos» -como España o el Sur de Italia- y la presencia de elementos de folklore popular. Lo cierto es que Carmen tuvo en principio una tibia acogida, que no presagiaba la enorme popularidad adquirida posteriormente. Los recitativos musicados por el compositor Ernest Guiraud, que sustituyeron a los diálogos, fueron fundamentales para la difusión de la obra, por tanto, se le debe un eterno agradecimiento. También contribuyó el enorme éxito de la versión italiana, que abrió las puertas al género verista-naturalista con su fundamental lucha de sexos.
Muy interesante, desde luego, resultaba la posibilidad de conocer la versión originalísima de Carmen y la consiguiente recuperación de su condición de Opéra-Comique, gracias a esta única interpretación en forma de concierto a cargo de René Jacobs, que ofrecía el Teatro Real como etapa de una gira por diversas ciudades. No es poca rareza escuchar Carmen sin la archifamosa habanera, pues Bizet la añadió en los ensayos -basándose para su composición en El arreglito de Sebastián Yradier- a requerimiento de la primera intérprete de la gitana, Célestine Galli- Marié descontenta con el aria de salida original. Efectivamente, esta pieza nos muestra una protagonista menos descaradamente provocativa y «devorahombres»-símbolo de la femme fatale o mujer demoníaca- que la Habanera, como expresa el propio Jacobs en su artículo del programa de mano, en el que defiende la necesidad de esta versión como genuina. Si el aria de salida originaria de Carmen es imposible que pueda competir con la habanera, esta versión de 1874, edición de Paul Prévost, atesora elementos interesantes y ha sido positivo, desde luego, conocerla. Se recuperan los diálogos y, sobre todo, algo que me ha interesado especialmente, las partes de melodrama, es decir, diálogo sobre tejido o fondo instrumental. Entre otros cambios, sólo se interpreta uno de los interludios orquestales, lo que da mayor unidad y concisión teatral a la obra, el final también es distinto y se recupera la versión original de la canción del Dragón de Alcalá, que entona Don José a su llegada a la taberna de Lillas Pastia en el segundo acto.
Sabine Devieilhe en la «Carmen» de Bizet del Teatro Real
Lo primero a resaltar es que se evitó, afortunadamente, una versión concierto estática con los cantantes tiesos delante de los atriles, ofreciéndose una interpretación cercana a la semiescenificación. Se cuidaron especialmente los diálogos con un elenco totalmente francófono y la lectura musical se apartó de la exuberancia orquestal -y también vocal- a la que nuestros oídos están acostumbrados en una ópera que han abordado los grandes divos vocales y estrellas de la batuta. Desde la obertura, uno se quedó sorprendido por la falta de brillantez y rotundidad sonora de esta orquesta especializada en barroco, con trompas historicistas y control del vibrato por parte de los violines. Sin embargo, se apreciaron en la dirección de Jacobs elementos interesantes, como la transparencia, el refinamiento, exquisitez y elegancia tan francesas, con apreciables detalles y una exquisita factura musical. No faltaron momentos de ímpetu rítmico, como la seguidilla, y un modélico quinteto del segundo acto, pieza genuina de Opera-comique, impecablemente dirigido y concertado. Cierto es que faltó la progresión dramática de los actos tercero y cuarto, en los que la temperatura teatral crece, faltando un punto de esa emoción e incandescencia que uno espera en los finales de ambos actos. Flexible y musical, pero algo faltó de rotundidad sonora el coro. Espléndidos, como siempre, los pequeños cantores de la ORCAM bajo la dirección de Ana González.
El reparto vocal, de impoluto idiomatismo como ya he subrayado, reflejó una circunstancia habitual en la lírica actual, la superioridad de las cantantes femeninas sobre los masculinos. Muy estimable la Carmen que creó la mezzo Gaëlle Arquez, ayuna de pegada en la zona alta, pero con centro bien colocado, amplio, redondo y carnoso. La cantante francesa demostró asentadas dotes de vocalista con buen legato -aria de las cartas- y un fraseo tan refinado y cuidado como contrastado. Su Carmen se alejó de cualquier atisbo de vulgaridad o exceso, resultando más altiva que abiertamente sensual; más caprichosa y determinada que femme fatale. Desde que entra en el escenario Sabine Devieilhe, observamos la Micaëla genuina. Recatada, asustadiza, dulce, ingenua... la novia que toda familia burguesa querría para su hijo y que encarna la oposición de la mujer dulce, devota, sumisa y pura frente a la libre, rebelde e irreverente que encarna Carmen. Eso sí, la Devieilhe es una soprano ligera neta y le va grande la escritura para lírica plena de este personaje. En el primer acto, particularmente en sus bellísimas frases del dúo con Don José, la Devieilhe cantó y fraseó con primor, plena de estilo y refinamiento. Sin embargo, en su gran aria del tercer acto, decepcionó un tanto, pues se echó en falta mucha carne vocal en una interpretación tirando a discreta y en la que no lució ni el Si natural agudo, que resultó un tanto escuálido.
René Jacobs dirige Carmen de Bizet del Teatro Real
Alejado también de los Don José rebosantes de personalidad, seducción tímbrica y arrojo, que alberga la tradición interpretativa de esta obra maestra, resultó el tenor François Rougier de timbre gris, poco atractivo, pero suficientemente sonoro y proyectado, a pesar de la guturalidad de la emisión. No se puede dudar de la entrega de Rougier que, a pesar de sus agudos taponados, puso la carne en el asador en los actos tercero y cuarto. En los dos primeros lució buen canto, en estilo, como en un aria de la flor en la que emitió en falsettone, en perfecta tradición del canto francés y atendiendo a la indicación de pianissimo de la partitura, el agudo con el que culmina la frase «Et j’etais una chose à toi!» con lo que no se escuchó el berrido tantas veces habitual.
Modestísimos los medios vocales del barítono Thomas Doliè, que acentuó el carácter menos abiertamente viril del Escamillo de esta versión. Un torero presumido, cómo no, arrogante, pero enamorado sinceramente de Carmen como demuestra en su lírico dúo del último acto. Casi nunca se escucha, bien es verdad, «Toréador, en garde» con ese legato y en pianissimo como pudo escucharse a Doliè en esta peculiar versión de la obra maestra de Bizet.
Muy compenetradas y de templado canto la mezzo Séraphine Cotrez y la soprano Margot Genet como Mercedes y Frasquita, al igual que Emiliano González Toro (Le Dancaire) y Gregoire Mour (Le Remendado), que en esta versión recuperan su contraste cómico originario. Arrojado y viril el primero, débil y afeminado el segundo. Gris, muy discreto, el Zuñiga de Frédéric Caton.
Parece complicado que esta versión con diálogos hablados y demás modificaciones se imponga a las tradicionalmente grabadas y representadas en teatro, pero, en opinión del que esto firma, ha sido muy sugestivo el poder conocer la Carmen primigenia ideada por Georges Bizet en una interesante interpretación.
Fotos: Javier del Real / Teatro Real
Carmen de Bizet del Teatro Real
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