La Sala de Cámara del Auditorio Nacional madrileño ha acogido el tercer concierto del ciclo españA+protagonista, a cargo de la Orquesta Opus 23. La agrupación juvenil nació hace menos de un año (por ello es doblemente joven) al mismo tiempo que la asociación A+música.com para interpretar su ciclo de conciertos, una asociación de amigos sin ánimo de lucro que pretende dar a conocer la música de los últimos 300 años poniendo de manifiesto la contribución española. El también joven madrileño Andrés Salado, a la sazón su director titular y artístico, se puso al frente del conjunto.
Para la primera parte de este tercer concierto del ciclo se optó por una obra que, por su extraño poder de fascinación y genialidad en el manejo de la orquestación y los planos armónicos, merece formar parte del repertorio de las grandes orquestas: el Idilio de Sigfrido de Richard Wagner, una composición de carácter programático con motivos melódicos del segundo y tercer actos de su ópera Siegfried, segunda jornada de la Tetralogía, que en la Navidad de 1870, Wagner ofreció como regalo de cumpleaños a su segunda esposa Cósima, y cuyo título alude, más que al héroe de la mitología germánica, a su primogénito Siegfried. Entonces, un pequeño conjunto de instrumentistas acomodados en la escalera de su casa de Locarno (Suiza) despertaron a la homenajeada con una música plena de belleza y emotividad.
La Orquesta Opus 23 brindó una lectura de la pieza sumamente compacta, con un sólido empaste, especialmente en toda la cuerda, al acometer arpegios y sordinas, hilvanando con soltura y fluidez el discurso musical, caracterizado como se sabe por un complejo cromatismo. Andrés Salado comenzó proponiendo un tempo reposado, destilando placidez. Tras la explosión de lirismo del primer tema en las cuerdas, con matices de trompas un tanto acentuados, como segundo tema Wagner destinó a los vientos de la orquesta un pasaje en cierto modo camerístico, simulando unos murmullos de la selva en la línea de los que aparecen en el segundo acto de Siegfried, que llevó a los diferentes atriles de la orquesta a mostrar su lucimiento, subrayando la intervención del oboísta, cuyo instrumento posee importantes solos en el desarrollo de la pieza. En definitiva, fue altamente conseguida la sensación general de profundidad y serenidad que Wagner escribió en esta inusual y enigmática obra para orquesta dentro de su estilo habitual.
La segunda parte estuvo marcada íntegramente por la versión en concierto con narradora de la zarzuela Jugar con fuego, obra con música de Francisco Asenjo Barbieri y libreto del dramaturgo Ventura de la Vega, ambientada durante el reinado de Felipe V y estrenada el Teatro del Circo en 1851, también primer intento de renovación de la zarzuela por el compositor madrileño, que apostaba por el género grande en tres actos. Para su interpretación se contó las voces del Coro Talía, agrupación coral fundada en el año 1996 y formada por un centenar de voces de diferentes edades bajo la sabia dirección de Silvia Sanz Torre. El coro está vinculado desde hace dos años a la temporada de conciertos de la Orquesta Metropolitana de Madrid, cuya directora es la propia Sanz Torre. Las intervenciones de las voces femeninas resultaron más compactas y ajustadas que las de los tenores, que parecían percibirse muy atenuadas y distantes en los números netamente corales: la costumbrista introducción del primer acto ("Los ricos buñuelos..."), el coro de caballeros con aires de tonadilla que abre el segundo ("Vedle allí qué pensativo"), o el disparatado coro de locos que acompaña al Marqués de Caravaca en el número final ("Quién me socorre"), en el cual las voces masculinas del Coro Talía se comportaron como auténticos dementes realizando un gracioso juego de burlas y onomatopeyas.
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