Cuando Benjamin Britten escribió The Noye´s Fludde consiguió romper una de las fronteras más anquilosadas del oficialismo musical: la separación entre la interpretación profesional y la interpretación amateur. Con esta partitura coral, que requiere la contribución de toda una comunidad, Britten logró hacer mucho más que un guiño a la deuda impagable que la música seria guarda con respecto a la música popular y cotidiana, ya se trate de la música melódica tradicional o de la música de la liturgia.
El propio Britten quiso además que esta partitura se representase en un espacio comunitario, preferiblemente una iglesia, y no en un teatro al uso. De hecho, Britten invita a la congregación de fieles, aquí espectadores, a unirse a la representación, interpretando conjuntamente tres himnos sumados al libreto original, tomado de un misterio del ciclo de Chester, del siglo XV. Cuesta describir en palabras la emoción que supone verse inmerso en ese contexto, con todos los asistentes contribuyendo a la recreación coral, con un empaste y afinación que cuesta imaginar fuera del entorno educacional luterano. Britten, en esta partitura, sobre todo cuando es representada en tan logradas condiciones como se hizo en Wiesbaden, obra el milagro de lograr que la música arrebate hasta el punto del llanto. Y lo hace sin sin recurrir a artificios y grandilocuencias; simplemente con una música que derrocha amor y pasión.
La representación que nos ocupa tuvo lugar precisamente en la Lutherkirche de Wiesbaden, un espacio de fascinante coloración y espléndida acústica. La obra de Britten llegaba allí como encargo al equipo escénico liderado por Rafael R. Villalobos, ganador del Premio Europeo de Dirección de Escena Operística promovido por Camerata Nuova. Para la ocasión se reunió una pequeña orquesta de cámara, integrada por músicos de Camerata Nuova junto a algunos jóvenes intérpretes. Jörg Endebrock estaba al frente de la dirección musical, llevando con pulso eficiente una partitura de una riqueza desbordante y no siempre de fácil interpretación, dada su riqueza y variedad, donde encontramos desde recursos onomatopéyicos a un inspirado pasacalles, pasando por las constantes citas a la música luterana. La pareja de adultos protagonistas, el Noé del barítono Markus Flaig y su esposa, la mezzo Barbara Morlock, ofrecieron una prestación vocal más que digna, acrecentada por una voluntariosa y lograda entrega actoral.
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