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CRÍTICA: 'WERTHER' DE MASSENET CON ALAGNA, DESHAYES Y PLASSON EN LA BASTILLE.

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Autor: Raúl Chamorro Mena
10 de febrero de 2014

Crítica: Wherter de Massenet con Alagna, Deshayes y Plasson, en la Bastille

Foto: Opéra national de Paris

PERFUME FRANCÉS

Por Raúl Chamorro Mena
WERTHER (Jules Massenet) París, Opera Nacional de La Bastilla, 2-2-2014. Roberto Alagna (Werther), Karin Deshayes (Charlotte), Jean François Lapointe (Albert), Hélène Guilmette (Sophie), Jean-Philip Lafont (Le Bailli). Dirección musical: Michel Plasson. Dirección de escena: Benoit Jacquot.    

   A sus ochenta años, Michel Plasson es todo un icono de la dirección musical de repertorio francés, tanto sinfónico como operístico. Su labor de más de 30 años alfrente de la Orquesta del Capitolio de Toulouse ha marcado un hito y ahí están sus referenciales grabaciones de óperas de Gounod y Massenet, así como operetas de Offenbach. Entre esos registros, el Werther que grabara en 1979 para el sello con EMI con el protagonista por excelencia, el inolvidable Don Alfredo Kraus.
   Toda una lección magistral desde la atalaya de la más acendrada sabiduría y experiencia. Así puede calificarse la interpretación del veterano Maestro al frente de la magnífica orquesta de La Bastilla que le secundó disciplinada, dócil, con entrega y veneración. Una dirección clara, transparente, equilibrada, salpicada de innumerables detalles y rebosante de elegancia, refinamiento y genuino idiomatismo.Todo el colorido de la orquesación massenetiana, todo su inmenso lirismo, así como los momentos más pasionales y de fuerza romántica fueron perfectamente expuestos, además de acompañar con mimo a los cantantes. Memorables el claro de luna del primer acto, todo el acto segundo, el acompañamiento al aria de las cartas deCharlotte y al "Pourquoi me reveiller", toda la escena final y cómo fueron desgranados todos los leitmotiv de la partitura con mano maestra.

   Esta labor orquestal absolutamente referencial contó con un protagonista de excepción. Roberto Alagna posee, probablemente, además del carisma, la única voz detenor-divo que ha surgido en los últimos veinte años. Después de algunos baches e irregularidades en su carrera, parece ahora volver a sus mejores prestaciones. Muy entregado, quizás espoleado por su reciente paternidad, desde su primera aparición en el acto primero, "Alors, c'est bien ici la maison du Bailli" llenó el amplísimo recinto (de acústica problemática) con un sonido pleno, liberado, de timbre bellísimo, esmaltado y con esa singularidad tímbrica de los privilegiados. Lo que debe ser un tenor protagonista de ópera romántica y que, prácticamente, se nos ha olvidado hoy día. Tanto en la invocación a la Naturaleza como el dúo con Charlotte, desgranó frases memorables con un fraseo siempre comunicativo, envolvente y un dominio total de la prosodia y estilo del canto francés, siempre con la total colaboración de la batuta de Plasson. En el acto segundo, después de un vibrante  y apasionado "Un autre est son époux! ... J'aurais sur ma poitrine" y un estupendo dúo con el barítono, se fue valiente y con mordiente al si natural optativo de "Appelle-moi!". Su interpretación de la siempre esperada "Porquoi me reveiller" del acto tercero (fantásticamente acompañado por la orquesta) provocó un alboroto en la sala con bravos y ovaciones. Muy emotivo en el final junto a una entregada Charlotte, una batuta y orquesta en estado de gracia, además de una producción que sirve a la obra y no al revés. Todos crearon un clímax teatral, una atmósfera dramático-musical y la sensación en el espectador de estar ante una referencia interpretativa.  

   Muy comprometida, con una entrega sincera e incondicional la Charlotte de Karin Deshayes, cuyo centro amplio, sonoro y carnoso, aunque no bello ni personal, se ve descompensado por un agudo limitado y un grave totalmente desguarnecido, que llevó a la intérprete a afear una prestación siempre musical, con la emisión de algunas notas broncas, exageradamente de pecho, con las que, por medios poco ortodoxos buscaba una resonancia que no posee en dicha franja grave.
  Muy correcto y en estilo el Albert de Lapointe. El veterano Jean Philip Lafont, si bien desgastadoy tremolante, aún mostró un material sonoro, recio y empastado como Bailli. Hélène Guilmette logró escapar de la excesiva ñoñez y gazmoñería en su Sophie, con una voz pequeña, pero manejada con gusto. Emitió un filado de buena factura en el segundo la natural de su aria del segundo acto "Du gai soleil".  

   A diferencia de lo ocurrido en "La Fanciulla del West" del día anterior, la producción de Benoit Jacquot sirve a la obra y su autor y no al contrario. Uno tiene claro que está viendo Werther con unos decorados bellos y adecuados a cargo de Charles Edwards, al igual que el vestuario, una buena iluminación y un movimiento escénico solvente, eficaz y que favorece el seguimiento de la obra y la desenvoltura de los artistas. Elegancia, delicadeza y mesura, tan propias de la ópera francesa. Bravo.
   Ovaciones y vítores para todos, especialmente Alagna y Plasson, que emocionado, abrazó a los intérpretes y felicitó efusivamente a la orquesta que le aclamaba.  

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