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Crítica: Gautier Capuçon y Alexandre Kantorow cierran el «Liceo de Cámara XXI» del CNDM

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Autor: David Santana
12 de junio de 2025
CNDM, Liceo de Cámara XXI, Gautier Capuçon, Alexandre Kantorow

Concierto de estío

Por David Santana | @DSantanaHL

Madrid, 9-VI-2025, Auditorio Nacional de Música. Centro nacional de Difusión Musical [Liceo de Cámara XXI]. Gautier Capuçon, violonchelo y Alexandre Kantorow, piano. Siete variaciones sobre «Bei Männern, welche Liebe fühlen» de La flauta mágica de W.A. Mozart, WoO 46, de L. van Beethoven; Sonata para violonchelo y piano n.º 2 en fa mayor, op. 99 de J. Brahms; «Louange à l’eternité de Jésus» del Cuarteto para el fin del tiempo de O. Messiaen; Sonata para violín y piano en la mayor (arr. para violonchelo y piano de J. Delsart) de C. Franck.

   Un año más clausura el Liceo de Cámara XXI con el calor veraniego apretando ya en la ciudad de Madrid. En el público, las camisas de lino han sustituido a las americanas, las toses han disminuido drásticamente e incluso parece que la gente pasea en torno a la sala de cámara con unos andares más despreocupados.

   También hay música en esos ciclos estacionales, en ese baile de las esferas celestes en torno al que organizamos nuestras vidas como una si de una liturgia se tratara. Por eso hay programas más veraniegos y otros más invernales. Igual que el cuerpo en primavera pide pasión, en verano pide sosiego y alegría. Se acabó la época de las tonalidades menores, de lo patético. En ese aspecto, la selección de sonatas es ideal. Tanto la de Brahms como la de Franck tienen esa alma estival que les estoy tratando de hacer llegar torpemente con palabras, cuando el mejor método para entenderlo es el auditivo.

   El sencillo tema del dúo «Bei Männern, welche Liebe fühlen» sirve a Beethoven para componer unas variaciones que, sin dejar de reflejar esa alma simple, elevan el material melódico a un nuevo estándar. En las dos últimas variaciones, el fraseo de Alexandre Kantorow fue, en este aspecto, magistral: ágil, ligero, y aun así, lírico en el Adagio. Fue una pena que Gautier Capuçon no siguiera la propuesta de Kantorow y, en su lugar, optase por una versión mucho más intensa, con gran peso en las notas –incluso en los pizzicati– que no terminó de encajar con el espíritu del programa. El verano en España no es propicio a las pasiones, como les decía.

Liceo de Cámara XXI, CNDM, Gautier Capuçon, Alexandre Kantorow

   En el piano no escuché nada remotamente apasionado o agresivo hasta el Allegretto poco mosso, el último movimiento de la Sonata de Cesar Franck, donde Kantorow logró sorprendernos dándole un punto más de intensidad a su interpretación. Por el contrario, Capuçon en el arranque de la Sonata de Brahms ya había destapado todas sus cartas, dando lugar durante todo el recital a una propuesta un tanto estresante. Sí, hizo matices, pero constantemente tenía la sensación de que su único objetivo era llegar a un forte que no siempre pedía la obra. Hay una diferencia notable entre lo afectuoso y lo apasionado, son distintos tipos de amor –una madre es afectuosa, una amante, apasionada–. Aunque hubo un cambio de tempo claro, no noté ni en el timbre ni en la intención de Capuçon ese necesario cambio de carácter del Adagio afettuoso al Allegro passionato. Tampoco ayudó en absoluto el timbre agarrotado de su violonchelo –quizás la culpa sea más bien de la presión del arco que del instrumento en sí, pero ya me entienden– que no terminó de encajar con este repertorio. La segunda propina, una adaptación de la Danza de los caballeros del ballet Romeo y Julieta de Prokofiev, ahondó aún más en este defecto del intérprete.

   Por el contrario, las partes más calmadas fueron más disfrutables. El movimiento «Louange à l’eternité de Jésus» del Cuarteto para el fin del tiempo de Messiaen, por ejemplo, fue encomiable. Esa enorme frase del violonchelo, una gran aria en la que Capuçon sí supo mostrar su elegancia a través de la mesura y la moderación. Y es que el virtuosismo no está tanto en poder realizar ciertos prodigios, sino en saber cuándo es el momento adecuado para lucirlos.

Fotografías: Elvira Megías/CNDM.

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