Prosigue el LXI Festival de Ópera de A Coruña y, en esta ocasión, le tocaba el turno a Giuseppe Verdi, habiéndose programado para la ocasión un concierto protagonizado por dos grandísimas voces del actual panorama lírico, una ya veterana, la del tenor norteamericano Gregory Kunde, a punto de cumplir sesenta años e inmerso en una segunda juventud que está viviendo con enorme intensidad, y otra en plena madurez, como es la del barítono onubense Juan Jesús Rodríguez, una de las escasas luces dentro de la multitud de sombras en su cuerda, reunidos para homenajear el bicentenario del nacimiento del gran maestro italiano en una gala íntegramente dedicada al compositor.
Una lectura algo plana del "O Signore, dal tetto natio", perteneciente a I Lombardi sirvió de prólogo a una nueva aparición del barítono de Huelva, esta vez con el Rigoletto como protagonista. Su "Cortigiani, vil razza dannata" fue escanciado con el fervor de quién ha vivido el personaje sobre el escenario en varias ocasiones, apreciándose esto hasta en la compostura corporal y escénica, con una primera sección que desbordó desesperación y plegaria, con variedad de acentos y dinámicas, cubriendo, como en él es habitual, el mi bemol de "paventa" y lanzando un luminoso sol natural apoyado sobre la vocal "o" en "l'onor". Las interminables líneas verdianas fueron atacadas con un óptimo legato y sentido del texto y los "ridate a me la figlia" perfectamente cubiertos obteniendo en recompensa su mayor ovación de la velada. Kunde reapareció acto seguido en escena para interpretar el "Dio, mi potevi" del Otello, título que se ha convertido en el emblema de su incursión en Verdi y el que más le solicitan los teatros. Si hace apenas cinco años alguien hubiera afirmado que Kunde sería, cerca de cumplir sesenta años, un Otello verdiano de referencia muchos le habríamos tomado por un loco pero la realidad es esta. El tenor norteamericano comenzó a desgranar las primeras frases de la pieza con un sonido comedido, cuasi baritonal, de indudable verdad dramática, para acometer el "ma, o pianto o duol" iluminando la sala con su solaridad vocal, lanzando el primer si bemol en "quel raggio" con estentórea gallardía y finalizando el fragmento con otro latigazo en la misma nota ante el que el público se rindió con estruendosas ovaciones y bravos. Muy bien pensado para concluir el concierto programar el dúo "si pel ciel" de la misma obra, iniciado por elbarítono desde "talor vedesti in mano di Desdemona", dicho con comedimiento e intriga por Rodríguez, para, tras su "Cassio" comenzar Kunde con sus insultantes sonidos en "Ah! Mille vite gli donasse Iddio!", solares, brutales, con una valentía y entrega dignas de elogio. Es difícil explicar con palabras las sensaciones que tal rendición vocal despiertan en el espectador, en cierto modo algo primitivas, pero que nos recuerdan lo que es y debería ser siempre la ópera: pasión, entrega y conexión entre el artista y el público. Atronadoras ovaciones refrendaron uno de los highlightsde la velada y la finalización del programa oficial. Muy pocos de los espectadores que prácticamente llenaban la sala se decidían a abandonar sus butacas, habiendo ya transcurrido a esta salturas dos horas desde el inicio del espectáculo, y esperaban ansiosos las propinas.
La primera llegó de manos del norteamericano con una interesante versión de "La donna è mobile" del Rigoletto,más lírica de lo habitual y que manifiesta la versatilidad sin parangón del intérprete. Juan Jesús Rodríguez, por su parte, escogió un fragmento de lo más exigente para su encore, nada menos que "Il balen del suo sorriso", precedido por el recitativo "Tutto è deserto", una pieza que, al igual que comentábamos con el "Ah sì ben mio", no es nada habitual que se incluya en los recitales, excepción hecha de monstruos como Leo Nucci. El barítono español lució denuevo sus armas en forma de suntuosos graves, dicción netísima de vocales francas y luminoso agudo, con algún desliz propio del cansancio acumulado y de alguna flema que no había terminado de irse, propiciada quizás por los cambios de temperatura dentro y fuera del escenario. El público agradeció con creces la generosidad del artista y el riesgo asumido con semejante pieza. El conciertollegó a su fin con la repetición del dúo de Otello, aún más brillante, con un la natural final de Kunde más prolongado, si cabe, que desató el delirio del respetable.
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