20/12/13.Madrid. Teatro de la Zarzuela. Pablo Sorozábal: La del manojo de rosas. Carmen Romeu (Ascensión). Ruth Iniesta (Clarita). Jose Julián Frontal (Joaquín). Luis Varela (Espasa). Carlos Crooke (Capó). Ricardo Bernal (Ricardo). Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de la Zarzuela. Miguel Ángel Gómez Martínez, dir.
Pablo Sorozábal era capaz de las cosas más complejas a través de las formas más simples. Como buen ejemplo de todo ello, estos días podemos disfrutar de uno de los estandartes del género cuyo estreno supuso toda una modernización de sus formas y contenido sin por ello dejar de lado los aspectos más tradicionalistas, también evidentemente gracias al libreto de Carreño y De Castro, en un principio rechazado por Moreno Torroba al considerarlo difícil de musicar. Así encontramos la arquetípica pareja de protagonistas contrarrestada con la de comprimarios cómicos y por lo general de estrato social más bajo, como venía sucediendo ya desde el Siglo de Oro en nuestras Letras, así como el galán contendiente y el sabio Espasa, de tan ilustrativo nombre. Todos ellos son dibujados a través de una música sencilla, briosa, embebida de las formas de baile más populares en aquel momento, desde la farruca al Fox-Trot, con temas completos, que no motivos, que se repiten a lo largo de toda la partitura, yendo más allá de un mero leitmotiv.
A Emilio Sagi, como de costumbre, nada de esto se le escapa, juega con la música, lo cual es muy de agradecer y respeta el texto con formas de lo más clásicas, como la disposición de los personajes sobre el escenario ya en el primer dúo "Hace tiempo que vengo al taller" colocando a cada uno por su lado mientras se hablan de amor. Un punto de estatismo que en adelante resuelve Sagi a través de números coreografiados, dejándose llevar por aquello que pide la música, bailarla. El resultado, que evidentemente no incurre en dramatismos, resalta la música de nuevos aires que Sorozábal introdujo en la partitura para dibujar ese Madrid en busca de su nueva faceta modernista y además es de lo más vistoso, máxime con el exquisito vestuario de Alfonso Barajas y la escenografía de Gerardo Trotti, en la que por cierto puede verse, sobre la fachada de uno de los edificios, una placa dedicada a la gran Teresa Berganza quien ha estado guiando y aconsejado al plantel de cantantes del segundo reparto y cuya labor ha querido agradecerle el teatro con este simbólico reconocimiento.
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