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Crítica: El Cuarteto Hagen en el Konzerthaus de Viena

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Autor: Pedro J. Lapeña Rey
25 de abril de 2024

Crítica de Pedro J. Lapeña Rey del concierto del Cuarteto Hagen en el Konzerthaus de Viena

Cuarteto Hagen

«Beethoven dialoga con Haydn en presencia de Debussy»

Por Pedro J. Lapeña Rey
Viena. Konzerthaus. 18-IV-2024. Hagen Quartett. Cuarteto de cuerdas en re menor op. 76 nº 2 «Las quintas» de Franz Joseph Haydn. Cuarteto en sol menor, op. 10 de Claude Debussy. Cuarteto de cuerdas nº 14 en do sostenido menor, op. 131 de Ludwig van Beethoven. 


   El Cuarteto Hagen es el cuarteto residente y uno de los puntales de la programación de cámara del Konzerthaus. En las dos últimas temporadas hemos seguidos sus ciclos de la integral de los 15 cuartetos de Dmitri Shostakovich y el de los Cuartetos Haydn de Wolfgang Amadeus Mozart. El hilo conductor de la serie de este año son una suerte de diálogo entre los Cuartetos op.76 de Haydn y los últimos cuartetos de Beethoven, acompañados en cada uno de los conciertos por Bartok, Debussy o Ravel. En esta velada, segunda del ciclo, el cuarteto de Debussy ha acompañado al célebre cuarteto de «Las quintas» de Haydn y al excepcional cuarteto en do sostenido menor de Beethoven.

   Haydn no solo inventó y estableció el canon de lo que debería ser el género, sino que también guio su primera evolución. En 1797, ya de vuelta a Viena tras su provechoso segundo viaje a Inglaterra, se enfrasca en su última colección de cuartetos, la op.76, dedicada al conde húngaro Joseph Erdődy. En Londres, Haydn ha encontrado una fórmula de éxito para atraer al nuevo gran público burgués. La forma es importante, el equilibrio de voces también, pero nunca viene mal un poco de espectacularidad en los solistas. En concreto, en este Cuarteto de las quintas, Hob. III-76 llamado así por las quintas descendentes con que arranca el Allegro inicial, Lukas Hagen nos fue dando una buena idea de esta nueva etapa, en la que exagerando un poco, nos encontramos ante lo que mas que un cuarteto podríamos considerar un concierto para violín y terceto. Lukas negoció las variaciones, el contrapunto y los diversos giros armónicos con su solvencia habitual y un sonido brillante mientras sus compañeros le daban un soporte acústico y rítmico adecuado. Seguimos con las mismas pautas en el Andante, conjuntado y de sonido radiante, y en el tercer movimiento, más trío que minueto, en el que los cuatro componentes brillaron a placer siguiendo el ritmo casi percutiente.  En el complejo Vivace assai final, donde Haydn nos transporta de un rondó a una forma sonata casi sin darnos cuenta, los miembros del cuarteto disfrutaron y nos hicieron disfrutar a partes iguales.

   Seguimos con el Cuarteto en sol menor de Claude Debussy. Compuesto en 1893 y estrenado a finales de ese mismo año en la Salle Pleyel, es una obra poética, casi hedonista, de melodías atractivas, y con una acusada influencia de la música de cámara de César Franck. A sus poco más de 30 años, Debussy va camino de convertirse en el genuino renovador de la música francesa, rompiendo en parte con las reglas musicales de la tradición occidental, y un poco a la manera de sus coetáneos impresionistas en el campo de la pintura, llena la obra de sonidos exóticos, acordes atrevidos y cambios tonales arriesgados. Los miembros del cuarteto fueron desgranando una melodía tras otra con una musicalidad sugerente, fresca y de gran impacto. Tras un movimiento inicial de calado, y un Scherzo chispeante y llevado a un ritmo muy adecuado, el primer milagro sonoro de la tarde llegó en el Andantino, intenso, expresivo y muy bien fraseado. La indisposición de un espectador, al que tuvieron que sacar las asistencias, nos cortó el excelente momentum. Tras más de 10 minutos en que todo acabó afortunadamente sin males mayores, volvieron a la tarea con un movimiento final en el que al partir de cero les costó algo el volver a entrar en calor. Afortunadamente, en cuestión de un par de minutos, Lukas y Clemens tomaron las riendas y junto a la inestimable aportación de Veronika y Rainer Schmidt, nos llevaron de nuevo de manera excelente por ese camino sensual en el que Debussy marca las pautas de la música de los 30 años siguientes.

   Si el cuarteto de Debussy supuso una revolución en su día, ¿que decir de los últimos cuartetos de Beethoven? Compuestos cuando estaba casi totalmente aislado por la sordera, son su testamento musical mas incisivo y personal. Beethoven se atreve aquí con novedades impensables en sus sinfonías. Quizás la innovación formal más audaz la lleva a cabo en el personalísimo Cuarteto op. 131 y sus siete movimientos entrelazados. Es un cuarteto que compone en do sostenido menor, su tonalidad fetiche, de una perfección insultante, y que transmite serenidad y aplomo incluso en sus movimientos mas vivos. 

   La versión del Hagen fue estremecedora, con una vitalidad, un empuje y un lirismo único. De esas que desprenden sabiduría, con un poso y una profundidad que te dejan literalmente planchado. Lukas Hagen atacó la fuga con la que arranca el Adagio ma non troppo e molto espressivo con relajación, tempo reposado y mucho sentimiento, reforzado en los sonidos graves por Clemens y Veronika, y perfectamente matizado por Rainer Schmidt en los agudos. Con un equilibrio digno de encomio y unos diálogos deliciosos nos embarcamos en el Allegro molto vivace y sus cálidas melodías, para aterrizar después en el breve Allegro moderato donde la viola de Veronika se hizo presente. En el Andante posterior, cantado por todos con una emoción incontenida, y en sus variaciones posteriores tocamos el cielo con las manos. Clemens desató un huracán en el comienzo del Scherzo y su característica tríada interrumpida. Cada instrumento “repetía” las preguntas y respuestas en dialogo continuo, divertido y enternecedor a partes iguales. Veronika volvió a tirar de lirismo y melancolía en el brevísimo Adagio que puso en suerte el magistral Allegro final, enérgico, vibrante, lleno de contrastes dramáticos que los cuatro resaltaron de principio a fin de forma admirable, donde el virtuosismo técnico que atesoran cada uno de ellos se puso al servicio del Beethoven mas revolucionario e influyente que podamos oír, y que puso boca abajo la Sala Mozart del Konzerthaus. Afortunadamente, tampoco hoy hubo bises. Nada se puede decir después de esto. 

Foto: Harald-Hoffmann / myrios classics

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