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Crítica: David Afkham dirige «Un réquiem alemán» en el Festival de Granada con la Orquesta y Coro Nacionales de España

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Autor: José Antonio Cantón
13 de julio de 2022

El Festival Internacional de Música y Danza de Granada acoge un concierto de la Orquesta y Coro Nacionales de España con Un réquiem alemán de Brahms en el programa bajo la dirección de David Afkham

David Afkham y la OCNE en el Festival de Granada

Consolardora expresividad

Por José Antonio Cantón
Granada, 7-VII-2022.  Palacio de Carlos V de la Alhambra . LXXI Festival Internacional de Música y Danza de Granada. Orquesta y Coro Nacionales de España (OCNE). Solistas: Katharina Konradi (soprano) y Peter Mattei (barítono). Director coral: Miguel Ángel García Cañamero. Director: David Afkham. Obra: Un réquiem alemán, op.45 de Johannes Brahms.

   El consuelo ante la incontrovertible realidad del morir, ha sido el hilo conductor por el que ha transitado la dirección musical de la seguramente más importante obra de Brahms, que refleja aspectos sustanciales de la laica religiosidad de, como parecía ser este gran compositor, un agnóstico convencido de corte cristiano. David Afkham ha querido destacar la disposición en un arco semicircular imaginario de los siete episodios que integran su grandioso Réquiem desde su inicio dulce y a la vez doliente por el coro (terminaría la obra de la misma manera) acompañado por una cuerda grave que le daba una profundidad emocional que hacía presagiar que se estaba ante un planteamiento de gran carga emotiva como la ya experimentada en el sentimiento de aflicción que desprendía el canto del primer número, que lo orientó para preparar al oyente a la extraña y controvertida desazón que transmite la obra, centrada en la transitoriedad de toda existencia. Puso énfasis en el pathos que sostiene la especie de marcha fúnebre que sucede en el segundo número estimulada por un percusionista, cuyos golpes iban cargados de sentencioso dramatismo, y por el coro bien apoyado por trombones y cuerda.

OCNE en el Festival de Granada

   El tercer episodio estuvo protagonizado absolutamente por el barítono sueco Peter Mattei acaparando toda la atención del auditorio, dada su redondo timbre fruto de unos resonadores portentosos, su fácil emisión, amplio volumen, que llenaba el recinto del patio palatino, y asunción dramática de un texto lleno de implorante ansiedad, aspectos que llenaban de emocionalidad su intervención, que lo convertía en la figura de la noche, destacando sobre todos y todo. Por su parte el coro estratificó adecuadamente sus voces sobre la mantenida obsesivamente nota de pedal, demostrando la buena preparación alcanzada en este retador momento coral de la obra. En el cuarto, el maestro Afkham quiso contrastar la austeridad de su discurso con detalles de acentuación de la gran inspiración que lo anima, reafirmando una vez más la naturaleza consoladora de esta obra en la que la muerte es tenida como ese instantáneo paso hacia la paz eterna, no exenta de un inevitable, inquietante y hasta doloroso miedo por la incertidumbre que comporta.

   Ese mismo sentimiento fue expresado por la soprano kirguisa Katharina Konradi en el quinto episodio al que dio un tratamiento eminentemente liederístico. Su registro ligero no fue demasiado inconveniente para el peso y profundidad que requiere la voz en este pasaje. El coro crecía de nuevo en musicalidad con su preciosa intervención generando un confortable fondo armónico que tuvo su momento de mayor excelencia en su apianado final, que remataba la sección de viento-madera con especial dulzura. La segunda intervención del barítono que ocupa el sexto número fue, si cabe, mejor que la que tuvo en el tercero. El inquietante estado de ánimo que desprendía su voz hacía crecer ese desasosiego que en el coro adquiría visos de explosión expresiva en el fortissimo central, dinámica que fue reforzada por la sección de metales y la contundencia de un timbalero en estado de gracia, que marcaba como un implacable reloj la tensión del momento, estado que vino a serenarse de inmediato con el advenimiento de la grandiosa fuga previa al final de la obra, que el director trató como un supremo acto de liberación antes de la serenidad que transmitió acompañando ese esperanzador versículo XIV.13 del Apocalipsis de San Juan; «Benditos los que mueren en la gracia del Señor…», que sirvió para generar esa casi mística serenidad que supo transmitir el David Afkham a su conclusión que dejaba en la mayoría del público una inconsciente complacencia espiritual más teísta que cristiana. Se colmaban así todas las expectativas que había suscitado esta velada del Festival por ver y escuchar a los componentes de la OCNE en una creación grande y hermosa en lo formal y fascinante en lo emocional como es el incomparable Ein Deutsches Requiem de Johannes Brahms, dado su concentrado humanismo, alejado de cualquier tradición dogmática y formalidad litúrgica, hecho que, junto su consolador mensaje, lo singulariza especialmente.

Fotos: Fermín Rodríguez / Festival Internacional de Granada

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