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Crítica: «El murciélago» en la temporada de la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE

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Autor: Óscar del Saz
11 de mayo de 2024

Crítica de la ópera El murciélago de johann Strauss en la temporada de la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE, bajo la dirección musical de Christoph König

«El murciélago» en la temporada de la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE

El murciélago consiguió remontar el vuelo

Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 9-V-2024. Teatro Monumental. Concierto B20. El murciélago, de Johann Strauss (hijo) (1825-1899). Gabriel von Eisenstein, Thomas Blondelle (tenor); Rosalinda, su esposa, Anita Hartig (soprano); Adele, criada de Rosalinda, Leonor Bonilla (soprano); Alfred, tenor italiano, Clemens Kerschbaumer (tenor); Príncipe Orlofsky, Enrique Viana (tenor); Dr. Falke, amigo de Gabriel, Josep-Ramón Olivé (barítono); Frank, alcaide de la prisión, Marcelo Solís (barítono). Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE. Igor Ijurra, director invitado preparador del Coro RTVE. Enrique Viana, director de escena. Christoph König, director.

   En el cierre de esta temporada, la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE nos convoca a contemplar su versión de la opereta en tres actos, El murciélago, con dirección de escena de Enrique Viana, que, a la sazón, también representó el rol del príncipe Orlofsky. En la propuesta que nos ocupa, se suprimieron totalmente los diálogos -imaginamos que por la falta de cantantes germano parlantes en el elenco y por no alargar más la duración del espectáculo-, y la escenografía se realizó de modo muy cicatero y sinóptico, con muy pocos elementos en el atrezzo que deberían significar los tres distintivos ambientes principales de la trama, a saber: la casa del matrimonio Gabriel-Rosalinda (acto I), salas y comedor de gala del palacio del príncipe Orlofsky (acto II) y la cárcel de la ciudad (acto III) a la que debe acudir el protagonista como pago de un delito menor al insultar y pegar a un alguacil.

   Y aunque Enrique Viana bromeó durante la representación sobre la ausencia de cambios escenográficos mencionados, ya que actuó como narrador del argumento que él iba desgranando de forma previa a que se desarrollaran los hechos, no fue totalmente justificable, a nuestro entender, dicha insuficiencia escénica. Además, se suprimieron o se recortaron grandemente los personajes de Dr. Blind, abogado de Gabriel; Ida, hermana de Adele y Frosch, el carcelero borrachín de la prisión, así como las humorísticas intervenciones de Frank, alcaide de la prisión al final de la obra.

   Ni que decir tiene que estos personajes, aunque secundarios, aportan a la obra valorables giros humorísticos, enreveses y equívocos que adornan y enriquecen la trama tal y como se diseñó en su concepción original. Lamentablemente, hubo que conformarse con una sucesión narrada de números musicales, y algún que otro pequeñísimo parlato en alemán o español de alguno de los intervinientes. 

   Tampoco, además, hubo proyección de títulos o subtítulos en ningún momento, por lo que en las romanzas, partes corales, etc., se perdieron todos los optimistas mensajes que la obra transmite en esos textos. Si bien es cierto que el argumento podría parecer endeble y superficial, la obra está compensada con creces por el lado de la brillantez musical -incluida la maravillosa orquestación- y el ingenio escénico que, como se ha comentado, resultó mermado por la concepción de Viana.

   Johann Strauss II, conocido como el «Rey del vals», nació en Viena en 1825. Su fama se consolidó con la composición de operetas, valses, polcas y marchas. No en vano es el compositor del famosísimo El Danubio Azul, una de sus obras más reconocidas. Durante la época en que compuso El murciélago (Die Fledermaus), en 1874, Strauss ya era un compositor consolidado en Viena, y su opereta se convirtió en una de sus obras más populares. Basada en un libreto de Karl Haffner (1804-1876) y Richard Genée (1823-1895), la obra es una deliciosa sátira social que combina comedia, romance y música embelesadora. 

   Por el lado de los intérpretes, destacamos al tenor belga Thomas Blondelle, de estupendo cariz teatral, que hizo muy creíble el papel de Gabriel, marido poco dado a la fidelidad y sí al hedonismo. Vocalmente resolvió sin fisuras un rol plagado de secciones de carácter amoroso frente a otras más trepidantes -en algunos casos, cercanas al parlato-, con resoluciones en potente y liberado agudo en solos, dúos y concertantes, que el cantante supo aplicar con maestría.

   De igual forma, fueron idóneas en sus personajes las dos sopranos convocadas. La soprano rumana Anita Hartig, con una voz de soprano lírica, supo poner en valor tanto musical como actoral los ardides de la esposa engañada que logra doblegar al marido demostrando la traición amorosa mediante un reloj arrebatado a él en la fiesta de la noche anterior. 

   Destacó sobradamente por medios vocales, con una voz muy homogénea, construida de abajo a arriba, en los dúos amorosos y de enredo, así como en las famosísimas czardas, «Klange der Heimat [Sonidos de mi patria]», que es el plato fuerte musical que este personaje exhibe para deslumbrar a todos (incluido su propio esposo), como simulada princesa húngara, en la fiesta del príncipe Orlofsky. Dada su especial densidad vocal, tuvo algún problema puntual en el ascenso a alguno de los agudos extremos, que resultaron un tanto gritados.

   La solvente soprano ligera, la sevillana Leonor Bonilla, de ascendente carrera, dio certera vida actoral y canora al personaje de Adela, sirvienta en casa del matrimonio Gabriel-Rosalinda, que se permite acudir a la fiesta del príncipe Orlofski utilizando uno de los vestidos de su señora, y en donde también canta la famosa romanza de las carcajadas «Mein Herr, Marquise», en esta ocasión de forma muy técnica y elegante por parte de Bonilla, para nada sobreactuada, con bello timbre esmaltado y buena proyección. 

«El murciélago» en la temporada de la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE

   Como Alfred, lució el tenor vienés Clemens Kerschbaumer, con buenos registros actorales, aunque adoleció de un canto demasiado abierto, quizá forzado por el hecho de que debe representar en la obra a un tenor italiano, que se pone muy pesado tanto por recuperar a Rosalinda -fueron amantes en un tiempo-, como por demostrar que puede cantar los grandes papeles italianos de tenor, sobre todo cuando permanece encarcelado en lugar del verdadero infractor (Gabriel). En las partes cantadas en alemán estricto estuvo más técnico y comedido.

   El tenor Enrique Viana, como príncipe Orlofski no tuvo demasiados problemas actorales para encarnar este rol, que él planteó como anodino y serio, y que normalmente se interpreta de forma travestida con una voz de mezzosoprano, si bien en la trasposición de voces, entendemos que le quedó algo grave para sus capacidades vocales, y ello lo deslució musicalmente porque resultó inaudible en varios momentos, sobre todo en los concertantes con coro.

   Los barítonos Josep-Ramón Olivé (Dr. Falke), barcelonés, y Marcelo Solís (Frank), nacido en Ronda, como ya se ha comentado, quedaron un tanto desdibujados en esta versión recortada de la opereta, cumpliendo sin más, tanto actoral como vocalmente, en romanzas -«Himno sobre la Fraternidad Humana», cantada por Dr. Falke-, dúos, concertantes y partiquinos. 

   A pesar de lo comentado por parte de la propuesta escénica, El murciélago pudo volar y evolucionar de forma adecuada gracias a los cantantes -ya comentado- y, sobre todo, gracias a las buenas prestaciones que el director, Christoph König, supo sacar tanto de la orquesta, como del coro, así como en el acompañamiento de los solistas, aun no teniendo visibilidad directa de ellos, ya que el palco escénico quedaba a sus espaldas.

   Ya en la obertura, se sirvió a las claras el tono festivo, vivaz y alegre de la opereta, con esos fragmentos de melodías que aparecerán luego a lo largo de la obra, y utilización de valores seguros como los valses, las polkas y las marchas, donde la precisión en la rítmica, sus cambios continuos, más el trabajo con las dinámicas y el carácter espumoso, fueron lo más decisivo en la concepción de König. 

   En algún momento quizá hubo exceso en los volúmenes puestos en juego, pero en general se transparentó muy adecuadamente la orquestación de Strauss. También en su favor estuvo la concepción elegante que no abusa de los ralentandi, ya que normalmente estos vicios se utilizan de forma exagerada y sobreactuada. También destacó König en la ejecución de la conocidísima polca rápida que da entrada al acto tercero en las dependencias de la cárcel.

   En cuanto al coro, -preparado en esta ocasión por el director invitado Igor Ijurra, director del Orfeón Pamplonés desde 2005-, que permaneció en las bancadas y no se integró de forma dinámica en los movimientos escénicos, estuvo siempre muy motivado y activo, como un personaje más, invitando con su canto efusivo a la inmersión del público en el mundo de diversión y entretenimiento de las fiestas de la sociedad vienesa. Afinación y valorable dicción fueron sus virtudes más a resaltar.

   Aunque es evidente que en esta opereta se reflejan deslices amorosos y pequeñas traiciones, no hay lugar para la moralina y la reprensión, sino que se decide culpar de todo lo ocurrido de forma jocosa -qué mejor- al embriagador champán. En el último acto, es Adela la que cierra la obra de forma brillante, dado que consigue que apadrinen su formación como actriz, de forma que la obra acaba con un brillante vals, también en formato concertante, ensalzando el amor y la amistad.

   El éxito alcanzado por esta versión de El murciélago fue muy relevante en relación con el gusto del público -si bien hubo bastantes huecos en las butacas del Teatro Monumental-, obligando por motivo de los largos aplausos a todos los intérpretes a salir y saludar varias veces. Como propina, se ofreció de nuevo el concertante final.

   Si bien es difícil que la magistral música de El murciélago no consiga hacer remontar esta obra, aunque se ofrezca en versión semi-escenificada y con anulación total de los textos hablados, extremo éste importante en el género de la opereta, es de recibo pedir una vez más que se midan siempre muy bien los cambios o las omisiones -en cualesquiera de sus aspectos- en las obras maestras, ya que nunca mejoran el original. 

   Como nota al margen, invitamos desde aquí a nuestros lectores a disfrutar de esta obra completa, en video, disponible en Internet, en las excelsas versiones de Carlos Kleiber (1930-2004) o Karl Böhm (1894-1981).

Fotos: Facebook Orquesta Sinfónica y Coro RTVE

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