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Crítica: Elim Chan, Pablo Ferrández y la Sinfónica de Amberes en Ibermúsica

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Autor: Óscar del Saz
24 de febrero de 2023

Crítica de Óscar del Saz del concierto ofrecido por Elim Chan, Pablo Ferrández y la Sinfónica de Amberes en Ibermúsica

Elim Chan, Pablo Fernández y la Sinfónica de Amberes en Ibermúsica

Tres perlas de la música de un Imperio

Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 21-II-2023. Auditorio Nacional de Música. Ibermúsica. Serie Barbieri. Obras de M. Glinka (1804-1857), P. I. Chaikovski (1840-1893), S. Rachmáninoff (1873-1943). Orquesta Sinfónica de Amberes. Pablo Ferrández, violonchelista; Elim Chan, directora.

   Ibermúsica nos convoca esta vez a un triple debut: el de la Orquesta Sinfónica de Amberes, el de su lideresa, la directora Elim Chan (Hong Kong, 1986) (ambas realizan en estas fechas gira por España), y el del violonchelista Pablo Ferrández (Madrid, 1991) -del cual se anunció previamente que firmaría discos en el receso-, con un muy atrayente hilo conductor para hacer lucir estos debuts como merecen, a saber: La Obertura de Ruslán y Ludmila de Glinka, las Variaciones rococó para violonchelo, op.33, de Chaikovski, y la Sinfonía n.º 2 de Rachmáninoff. 

   Este hilo conductor se manifiesta muy claramente en torno a tres compositores que, aunque no pertenecen a la misma generación, sí estuvieron muy presentes en el excelente devenir musical y estilístico de una Rusia Imperial regida por la estirpe de los Romanov, que ejerciendo su poder de forma omnímoda y con luces y sombras en su forma de gobernar, sí albergó una gran capacidad de empatía con la música y los compositores rusos -siempre que se mantuvieran afines, eso sí-, aunque sólo fuera porque comprendieron el gran poder unificador -en este caso, el de un Imperio- que la música posee. 

   En el sentido que comentamos, Glinka es el ejemplo paradigmático de servidor del Imperio, ya que ejerció la mayor parte de su tiempo como funcionario del estado, además de que fuera clara referencia de otros músicos que le siguieron -sin ir más lejos, los aquí convocados- en el objetivo de conformar un estilo musical propiamente ruso. La versión que de la Obertura mencionada realizó Elim Chan -que se ejecuta muy frecuentemente como pieza de concierto en solitario- resultó deslumbrante y de muy vibrante emoción, aunque la artista utilice para su forma de dirigir unas hechuras pragmáticas, un tanto espartanas, focalizadas más hacia la intención, a lo que quiere conseguir, que al puro exhibicionismo o la bella estética motriz. 

ELIM CHAN, PABLO FERNÁNDEZ Y LA SINFÓNICA DE AMBERES EN IBERMÚSICA

   De esta forma, apostilló con movimientos adicionales sólo cuando fue necesario -que es menos veces cuando tienes una orquesta tan excelente como la de Amberes-, teniendo siempre muy interiorizados los cambios de tempo para diferenciar adecuadamente la parte donde se derrochan fusas y semifusas en la magnífica sección de cuerda, demostrando la fuerza del héroe -Ruslán-, o de la parte más amorosa de su amada -Ludmila-. Además, en la parte central de dicha obertura se sugiere y adelanta que ambos amantes abordarán aventuras desconocidas, representadas por juegos entre distintos instrumentos en un planteamiento conjunto muy evocador, transparente y  muy efectista. 

   Larga era la fila que observamos en el descanso para poder tener una rúbrica del laureado violonchelista Pablo Ferrández -entendemos que como es artista exclusivo de Sony Classical, en algo influyó eso para que se montara ese set de firmas-, y precioso su Stradivarius «Lord Aylesford» (1696) que disfruta gracias a la Nippon Music Foundation, aunque no sabemos si era ése porque -increíblemente- dispone de otro en usufructo, el Stradivarius «Archinto»  (1689), gracias a la generosa cesión de por vida de un miembro de la Stretton Society.

   Desde luego que dos Stradivarius no se ceden a cualquier intérprete. Sea como fuere, el sonido que es capaz de sacarle nuestro protagonista es de un empaque y una belleza casi irreal y absolutamente independiente de la tesitura en la que se toque porque tiene un rango dinámico igualadísimo, muy compensado en los extremos y con una resonancia en los armónicos digna de ser escuchada en directo. 

   Las siete variaciones que el cosmopolita Tchaikovski -por contraposición a ser un músico «puramente ruso»- ideó para homenajear a Mozart y su fama para la improvisación, en realidad constituyen un gran reto técnico para cualquier instrumentista que se precie, y donde el solista debe abordar distintos caracteres: burlón, juguetón, danzón, expresivo, romántico, etc. Respecto al estilo Rococó que da nombre a la obra, en la música, tiene que ver con cuatro sencillas directrices: «ser natural, elegante, simple, encantadora». En esta obra, traducidos estos caracteres en los diálogos que orquesta y chelo mantienen durante todo el discurso, sin avasallarse mutuamente e intentando que cada uno tenga su espacio y brillen ambos, no necesitando el solista sobreactuar para imponerse a la orquesta, aunque sí debe demostrar la altivez propia de un instrumento que es clave en la orquesta, tan parecido en singularidad a la voz humana. 

   Es aquí donde creemos que estuvo lo diferencial de la interpretación de Ferrández ya que brilló en todo momento en los juegos con la concertino, manejo primoroso de las dinámicas, los contrastes y las «medias voces», la factura de los glisandi y los juegos con la flauta como si de un delicado violín se tratase, exprimiendo a fondo el registro agudo del instrumento, si bien notamos en algún momento puntual algún que otro «estrés» espasmódico en las agilidades, aunque nunca se llegó a perder el control. 

PABLO FERNÁNDEZ Y LA SINFÓNICA DE AMBERES EN IBERMÚSICA

   La maestra Chan y Ferrández se entendieron a las mil maravillas y no hubo el menor titubeo en su perfecto binomio. Gracias a que el público estuvo encantado con la interpretación, e hizo salir repetidamente a Pablo Ferrández a saludar -al igual que sus compañeros de instrumento en la orquesta, que oscilaban si cesar sus arcos en señal de aprobación-, éste concedió una propina en honor a Bach, en concreto la Sarabanda de la Primera Suite para violonchelo solo en sol mayor, reflejada con virtuosos mimbres de belleza, quietud y bálsamo.

   Quizá Rachmáninoff -que abandonó Rusia tras la Revolución junto con su familia- no se prodigara en el sinfonismo como a todos sus incondicionales nos hubiera gustado -sólo escribió tres sinfonías-, pero es que su Primera Sinfonía no consiguió el éxito esperado. Para su Segunda Sinfonía, mediando el éxito de su Concierto n.º 2 para piano, la cosa fue distinta dado que el romanticismo aflora por todos sus recónditos entresijos y alberga una complejidad en la ejecución que la hace tan atractiva como bella. Su diseño de colocación de los movimientos (Largo-Allegro moderato, Allegro molto, Adagio y Allegro vivace) es un prodigio de tensiones-distensiones y de contemporización de los distintos clímax parciales que la adornan, así como un buen ejemplo del reaprovechamiento del material melódico a lo largo de la misma, lo que la convierte de alguna forma en «circular».

   La versión que firmó Elim Chan aprovechó totalmente la magnífica calidad de todas las secciones de la orquesta, con una cuerda colorida no sólo empastada, sino amalgamada, a la cual se añadió siempre el brillo y la presencia de los metales, de forma coral, creando atmósferas superpuestas sobre ese mullido colchón. En el primer movimiento destacamos la orientación enigmática del mismo y luego ese cambio radical a un Allegro que va llegando por oleadas perfectamente administradas, así como que en el segundo movimiento nos gustó mucho la ágil circulación de juegos por secciones, diestramente apuntados por la mano de Chan.

   En el tercer movimiento, la maestra replegó su batuta y aplicó una conducción ardorosa sirviéndose sólo de las manos, con el clarinete como protagonista de inicio, y encandiló con ese crecimiento en intensidad que le viene tan bien al romanticismo cuando se remata en un clímax que hay que saber hacer esperar, como así hizo Elim Chan, para luego «plegar velas» hasta finalizar en un asombroso y sobrecogedor pianísimo de tutti orquestal.

ELIM CHAN, PABLO FERNÁNDEZ Y LA SINFÓNICA DE AMBERES EN IBERMÚSICA

   Obviamente, para el cuarto movimiento se guardaron las mejores esencias tanto de la Orquesta Sinfónica de Amberes como de su directora, ya que creemos haber asistido a uno de los mejores finales de esta sinfonía que conjuga danza, rítmica y percusión, e incluso un lento interludio que consigue de la imprevisión, belleza. Y ése creemos que es el mayor mérito de la magnífica directora Elim Chan: saber jugar perfectamente con la imprevisión del genio de Rachmáninoff para mantenernos en un puño con los insospechados, bellos y personalísimos recursos sonoros que alberga una partitura que sabe cómo finalizar en todo lo alto.

   La Orquesta Sinfónica de Amberes al mando de su todavía joven directora Elim Chan, obtuvo un clamoroso y justísimo éxito por todo lo que hemos comentado -téngase en cuenta que en Ibermúsica el público sabe apreciar lo bueno, pues han dirigido esta sinfonía directores de la talla de Chailly, Jansons, Pappano, Previn o Temírkanov-, y que el público asistente -que llenaba al completo el Auditorio Nacional de Música- premió con vítores y prolongados aplausos haciendo salir varias veces a la maestra, levantando ella a todos los componentes de la Sinfónica repetidamente. Se concedió la vistosa propina de la «Danza trepak» de El Cascanueces, de Tchaikovski. Anhelamos poder volver a disfrutar de esta Orquesta y de su titular, la magnífica directora Elim Chan a la que auguramos un muy prometedor futuro que ya ha empezado a cristalizar con firme éxito.

Fotos: Rafa Martín / Ibermúsica

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