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Crítica: 'Ernani' en Monte-Carlo con Tézier y Vargas

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Autor: Alejandro Martínez
13 de mayo de 2014
Ludovic Tézier

VETERANOS DEBUTANTES

Por Alejandro Martínez

27/04/14. Montecarlo: Ópera de Monte-Carlo. Verdi: Ernani. Ramón Vargas, Sveta Vassileva, Ludovic Tézier, Alexander Vinogradov. Danielle Callegari, dir. musical. Jean-Louis Grinda, dir. de escena

   Seguramente sorprenda comprobar que ni Ramón Vargas ni Ludovic Tézier habían interpretado antes los roles de Ernani y Carlos V con los que se presentaban en esta producción de Ernani que ofrecía la Ópera de Montecarlo. Sobre todo cuando ambos solistas, de reconocido oficio y trayectoria, venían incorporando roles verdianos de creciente peso y entidad durante la última década, como el protagonista de Don Carlo o el Riccardo/Gustavo de Un ballo in maschera en el caso de Vargas. Y lo mismo cabe decir de Tézier, a quien ya entrevistamos en estas páginas, que atesora ya media docena de roles verdianos en su haber (Posa, Germont, Ford, Don Carlo di Vargas, Rigoletto y este Carlo V). Tampoco nos consta que la soprano búlgara Svetla Vassileva hubiera interpretado antes la parte de Elvira, por lo que podríamos estar ante un triple debut en estas funciones de Ernani en la Ópera de Monaco, teatro al que este título regresaba por vez primera desde 1917.

   Sea como fuere, por lo que respecta al Ernani de Ramón Vargas, lo cierto es que la voz del tenor mexicano muestra una erosión general, especialmente evidente en el agudo, con un pasaje incómodo y accidentado. Como ya indicásemos al hilo de su Don Carlo en Viena, quedan la belleza del timbre, apenas reconocible en algunas notas centrales, y la elegancia y entrega del fraseo, pero la suma de todo ello no se antoja suficiente, cuando el cantante no emite con plena seguridad y confianza, como si temiese perder pie a la siguiente nota. Firmó pues un debut irregular como Ernani, por debajo del nivel canoro de sus mejores años, pero aún con algunos instantes de esa plenitud de antaño. Muy distinta apreciación, para bien, nos mereció el Carlo V de Ludovic Tézier, a quien esta parte, con tan precisa suma de lirismo y dramatismo, se ajusta como a un guante. Cómodo, matizado y expresivo, el barítono francés se mostró vocalmente desahogado, sacando partido a esa arquitectura belcantista que sostiene el rol, muy en conexión con el Alfonso de La Favorita que le escuchamos hace unos meses en París, y que depara páginas tan hermosas y lucidas como el "Oh, de´verd´anni" o el "O, sommo Carlo". No tan elogioso juicio nos mereció hace unos meses su Don Carlo de Vargas en Múnich, junto a Kaufmann y a Harteros. Y es que se percibe con claridad lo bien que se ajustan la emisión y el material de Tézier a una parte más lírica, como este Carlo V, que a una parte con ribetes dramáticos más definidos, como ese papel en La forza del destino. Si se dosifica como viene haciendo, Tézier puede encontrarse con muchas noches de éxito con esta partitura del Ernani verdiano. Su debut en Montecarlo no podría haber sido más convincente.

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   La soprano Svetla Vassileva anunció actuar bajo los efectos de un fuerte catarro, que había puesto de hecho en entredicho su participación hasta el último momento. Hubo algunos instantes de evidente flaqueza al comienzo, pero lo cierto es que logró recomponerse, calentar el instrumento, y salvar la función con dignidad. No es una cantante carismática en exceso, tampoco tiene una técnica virtuosa, pero en conjunto logra antojarse solvente. No es fácil la parte de Elvira, desde luego, y Vassileva, si bien un tanto anónima, mostró dotes para capear con solvencia las exigencias de un repertorio tan amplio como el que viene manejando, singularmente centrado en Verdi, Puccini y el verismo. El joven bajo ruso Alexander Vinogradov, en la piel de Silva, hizo gala de un instrumento grande, impactante, bien timbrado y con homogeneidad en toda la extensión, pero de acento irregular, a veces teatraly medido, a veces tonante y más preocupado del sonido que de la expresión.

   Al frente de la direccón musical, el italiano Daniele Callegari se nos antojó un tanto burdo, presentando un trabajo muy rutinario, vulgarmente brioso, de pulso irregular en los concertantes, poco atento a las voces, desde luego en las antípodas de la extraordinaria labor que firmó Muti hace unos meses en Roma. En el apartado escénico, Jean-Louis Grinda, a la sazón director arístico de la Ópera de Monte-Carlo y de la Opera Royal de Wallonie (Liège), firmó un planteamiento muy conservador, sin ambiciones, donde la imaginación brillaba por su ausencia.

Foto: © 2014-Alain Hanel Photographie - OMC

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