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CRÍTICA: ROTUNDO ÉXITO DEL 'ERNANI' DEL TEATRO FRASCHINI DE PAVIA, BAJO LA DIRECCIÓN MUSICAL DE ANTONIO PIROLLI. Por Andrea Merli

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Autor: Andrea Merli
16 de diciembre de 2012
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ROTUNDO ÉXITO

Pavia. ERNANI - Giuseppe Verdi. Ernani: Rudy Park, Don Carlo: Alessandro Luongo, Don Ruy Gomez de Silva: Enrico Giuseppe Iori, Elvira: Maria Billeri, Giovanna: Nadiya Petrenko, Don Riccardo: Saverio Pugliese, Jago: Gianluca Margheri. Director musical: Antonio Pirolli. Director de escena: Andrea Cigni. Decorados: Dario Gessati. Vestuario: Valeria Donata Bettella. Luces: Fiammetta Baldisseri. M°del coro: Antonio Greco. Coro del Circuito Lirico Lombardo. Orquesta "I Pomeriggi Musicali" de Milano. Teatro Fraschini, 9 de diciembre 2012.

      Una realidad muy importante en la actividad musical de la región de Lombardia es la costituída por el As.Li.Co. (Associazione Lirico Concertistica), una entidad con más de sesenta años de actividad. As.Li.Co realiza una selección de cantantes, en principio italianos, luego europeos y finalmente de todo el mundo, una actividad didáctica destinada a determinadas producciones de óperas que luego se ofrecen en un circuito regional que, con los años, se ha extendido otras ciudades y regiones, principalmente a las lindantes Piamonte y Emilia Romagna. De esta auténtica fábrica lírico y vocal, han salido cantantes del nivel de una Renata Scotto, Piero Cappuccilli o Nicola Martinucci, tan solo por mencionar los tres primeros nombres que se me ocurren. Claro está que la varita mágica no la tiene nadie, pero el afán es continuo y a menudo los resultados son sorprendentes y mucho más efectivos de los que producen otras "academias", sin ir más lejos, la de la Scala.
      Precisamente con Ernani se ha decidido homenajear al coloso de nuestro género musical nacional en la temporada que coincide con el bicentenario de su nacimiento. Esta cuarta ópera de Verdi supuso su primer trabajo de introspección psicológica de los personajes y del perfil del tenor romántico. El protagonista, siguiendo las huellas de Il pirata de Bellini, que había sido atraído por el mismo drama original de Victor Hugo "Hernani, ou l'honneur castillan", pero que tuvo que abandonarlo por motivos de censura, alcanza una heroicidad y un arranque que luego se completarán y tendrán su máximo apogeo con el Manrico de Il trovatore. En este caso se ha recurrido a cantantes ya en carrera, algunos de ellos en el principio de lo que se vislumbra puede llegar a ser un camino deslumbrante, ofreciéndoles la posibilidad de lucirse en roles que otros teatros más importantes dudan todavía en proponérselos.

      La consideración final, compartiendo el entusiasmo del público, es que no podemos quejarnos de la falta de voces. Siempre ha habido voces y siempre las habrá. Lo difícil, es un decir, es distinguirlas y reconocerlas en un momento histórico en el que se antepone a la calidad en el canto una serie de argumentos que muy poco o nada tienen que ver con las urgencias de la música y del Belcanto: el tipo Danone y la figura apuesta, por empezar, las puestas en escena rebuscadas e intelectualizantes, intereses de agencias internacionales, política de distribución de fondos públicos y privados y otro largo etcétera. La política del As.Li.Co., por libre elección y por economía reducida, sigue otros derroteros y, como a menudo pasa, los resultados son alentadores, cuando no sorprendentes, Sostengo desde siempre que la "dorada provincia italiana" es una mina de buen hacer y buena voluntad ante todo, donde se trabaja con entusiasmo y pocos medios intentando sacar todo el jugo posible con poco dinero y muchas ideas.
      Esta producción lo ha confirmado. Andrea Cigni, que ya firmó para el As.Li.Co. una estupenda y divertidisima La fille du regiment de Donizetti, Roméo et Juliette de Gounod nos ofreció, ahora, una elegante y sustancialmente tradicional, pero no convencional, puesta en escena. Pocas "moderneces" se pueden despachar en un drama histórico que funde personajes de fantasía (el bandido Ernani, su desdichada novia Elvira destinada a ser esposa del anciano tío, Ruy Gomez de Silva) con el realmente existente Don Carlo, luego declarado emperador del Sacro Romano Impero en Aquisgrán con el titulo de Carlos V y que, en el curso de la ópera, visita la cripta donde reposa Carlo Magno. La época, el magnífico vestuario dibujado por Valeria Donata Bettella, son los correspondientes, pero con una interpretación cromática (en el coro por ejemplo) y un gusto actual y recogidos en una escena única, pero totalmente móvil, de Dario Gessati que sugiere los varios ambientes con muy pocos elementos (la cabeza de la estatua de Carlos Magno en la cripta, por ejemplo) y que siendo giratoria sobre un amplio círculo constituye una imaginaria celda dorada en la que se debaten los personajes sin posibilidad de escapatoria. También hay que recordar las sugerentes y bien administradas luces de Fiammetta Baldisseri. Realmente un trabajo original y muy logrado con escaso presupuesto: doblemente loable, entonces.

      La vertiente musical ha propuesto, gracias a la buena labor de la orquesta "I Pomeriggi Musicali" de Milán y al participe coro del Circuito Lirico Lombardo (su Mestro es Antonio Greco) una versión integral, con repetición y variación de las cabalette y con la dificultad añadida para el tenor de incluir el aria que Rossini encargó al joven Verdi (que en esa etapa de su inicial carrera y por respeto al inmenso Pesarés desde luego accedió) para lucimiento de su amigo el tenor Ivanov: "Odi il voto". Un aria de gran dificultad, cantada toda en el pasaje de registro que sustituye el dúo con el bajo, al que por cierto en esta ocasión se le exigió la cabaletta proveniente del anterior Oberto Conte di San Bonifacio, "Infin che un brando vindice". Antonio Pirolli, director de probada experiencia en este repertorio, supo llevar la batuta con gran autoridad y respetando siempre las dinámicas y el equilibrio entre foso y escenario. El arranque patriótico de la partitura (que se dio por primera vez en Venecia, aun provincia del imperio austro-húngaro, en el Teatro La Fenice el 9 de marzo de 1844) fue llevado con buen pulso, potenciando la emotividad y patetismo de paginas sublimes como la que entona el baritono "Vieni meco sol di rose" o la profundidad del monólogo que entona Don Carlo, un "recitar cantando" que anticipa precisamente al Verdi del muy posterior Don Carlos, "Oh, de' verd'anni miei".
      El reparto tuvo su punta de diamante en la vocalidad generosa del tenor coreano, pero de formación italiana, Rudy Park que se ha trasformado en un especialista de este rol, habiéndolo cantado ya en Bolonia y, el año pasado, en Sassari. Lo que asombra es la generosidad de los armónicos, de una voz que sale como amplificada de un cantante de imponente físico. Una voz que en los teatros pequenos de la provincia italiana, como es el precioso Teatro Fraschini de arquitectura barroca en Pavia, suena como amplificada, dando la impresión de que se canta siempre en la dinámica del "forte". Sin embargo, Park ha mejorado, y mucho, su emisión y ya puede dar pianos con una sonoridad excelente. Al mismo tiempo ha alcanzado una considerable altura interpretativa y su fraseo y su dicción son muy buenos, con perfecta articulación de la palabra cantada. Tuvo un aplauso de entrada calurosísimo con su "Come rugiada al cespite" que se ripitió con más intensidad al final de la opera. Otro elemento a seguir con atención es el muy joven, pero interesantísimo barítono Alessandro Luongo, Don Carlo. Canto noble y bien proyectado, resaltó tanto en los momentos de liricidad, cuanto en los que tuvo la autoridad y valentía para desafiar a Silva en la célebre pagina "Lo vedremo, veglio audace". En el papel del viejo y vengativo Conde Silva el bajo Enrico Giuseppe Iori confirmó sus buenas calidades de bajo "cantante", con una voz amplia, sonora y de grato color, encontrando esa "tinta" oscura y sombría que Verdi perseguía en este rol.

      La soprano Maria Billeri representa un capitulo a parte: ya cantó para el As.Li.Co. una sensacional Medea de Cherubini hace dos temporadas. Se la escuchó luego en dos producciones de Norma, una en Sassari y la otra en el Teatro Regio de Turin, donde causó muy buena impresión. Ahora, en esta parte más bien ingrata, pues tiene un solo momento de expansión lirica en su entrada "Surta la notte e Silva non ritorna!" con la siguiente aria "Ernani! Ernani involami" y luego se le exigen agilidades prohibitivas en la siguiente cabaletta "Tutto sprezzo che d'Ernani", para luego tener que participar esencialmente en los conjuntos con un aire siempre desgarrador y suplicante, la Billeri dio muestra de una gran capacidad para modular una voz, de por si amplia y también muy potente en el agudo, con pianísimos de encanto y una agilidad muy propria. La figura, es verdad, no le ayuda, pero cuando una artista canta con esta entrega y llega a tales resultados hasta se trasfigura y nos parece maravillosa. Al rotundo éxito de la función han contribuido también los comprimarios: el excelente Don Riccardo de Saverio Pugliese y los muy adecuados Nadiya Petrenko (Giovanna) y Gianluca Margheri (Jago).  

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