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Crítica: «Ernani» en el Teatro Filarmónico de Verona

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Autor: Raúl Chamorro Mena
25 de diciembre de 2025

Crítica de Raúl Chamorro Mena de la ópera Ernani, de Verdi, en el Teatro Filarmónico de Verona

«Ernani» de Verdi en el Teatro Filarmónico de Verona

La primera en muchos aspectos

Por Raúl Chamorro Mena
Verona, 21-XII-2025, Teatro Filarmonico. Ernani (Giuseppe Verdi). Antonio Poli (Ernani), Amartuvshin Enkhbat (Don Carlo), Olga Maslova (Elvira), Vitalij Kowaljow (Don Ruy Gómez de Silva), Elisabetta Zizzo (Giovanna), Cristiano Olivieri (Don Riccardo). Orquesta y Coro de la Fundación Arena de Verona. Director musical: Paolo Arrivabeni. Director de escena: Stefano Poda. 

   Desde Viena me trasladé temprano a Treviso en avión y un tren me llevó a Verona, donde me esperaba una ópera por la que siempre he sentido predilección, Ernani de Giuseppe Verdi.  Una obra fundamental en la trayectoria verdiana y en su evolución como hombre de teatro. No en vano, Ernani (Venecia, Teatro La Fenice, 1844) es la primera ópera verdiana en muchos apartados y abre muchos caminos. Se trata de la primera colaboración con el libretista Francesco Maria Piave y la primera que no se estrena en el Teatro alla Scala de Milán. Después de los éxitos de Nabucco e I Lombardi en los que el coro era protagonista fundamental, Verdi busca un argumento con individualidades más marcadas y por ello recurre a la literatura contemporánea, con lo que Ernani se convierte en la primera ópera verdiana que tiene como base un texto de Victor Hugo. Asimismo, se trata de la obra que antes logra estrenarse en el extranjero durante el mismo año de su estreno -en Viena y Madrid- y que consagra el primer tenor verdiano genuino. Carlo Guasco (1813-1876) asumió el papel titular en el estreno y Verdi quedó totalmente desencantado. La voz de Guasco era “más dulce y suave que robusta” según los cronistas de la época, lo que, desde luego, no encaja con los tenores como Mario del Monaco o Franco Corelli, intérpretes señeros -junto al estilista Carlo Bergonzi- de la ópera en el siglo XX. Como bien indicaba el gran experto Giorgio Gualerzi (1930-2016) en el artículo que reproduce el programa de mano, para acercarnos a la vocalidad requerida por Verdi para esta ópera, habría que trazar una línea que va desde Gaetano Fraschini, uno de los tenores favoritos de Verdi y que asumió el papel en varias ocasiones después del estreno, pasando por Francesco Tamagno (1850-1905) emblemático tenore di forza- protagonista triunfal de una famosa reposición de Ernani en La Scala en 1881 hasta llegar a Franco Corelli, protagonista en Julio de 1972 de la única edición de Ernani en la Arena de Verona.

«Ernani» de Verdi en el Teatro Filarmónico de Verona

   Antonio Poli sustituyó en esta edición del Teatro Filarmonico situado en la Via dei mutilati al inicialmente anunciado Angelo Villari, un tenor robusto. Poli, desde luego, conecta más con la que parece ser la vocalidad suave y de limitado carácter del protagonista del estreno, Carlo Guasco. Efectivamente, desde su cavatina inicial “Come rugiada al cespite” y cabaletta “Oh tu che l’alma adora” Poli exhibió medios tenoriles muy líricos, faltos de metal y mordiente en la zona alta. Eso sí, el timbre es agradable y homogéneo y el canto del tenor de Viterbo es correcto, musical, pero sin especial incisividad, ni variedad en el fraseo. Se quedó corto y falto de carácter en los pasajes que exigen acentos más arrojados y heroicos, como el terceto del primer acto con Don Carlo y Elvira,  “Oro quant’oro ogn’avido” del segundo, “Io son conte, duca sono” del tercero.

   No se puede dudar de la entrega y profesionalidad de la soprano Olga Maslova, que tuvo que apechugar con que el Sr. Director de escena le obligara a cantar su complicadísima escena de salida desde el fondo del escenario. La escritura de Elvira es la propia de la soprano del Verdi temprano, que pide una drammatica d’agilità, soprano assoluto o sfogato, al igual que Abigaille, Lady Macbeth, Odabella y Lucrezia Contarini. La Maslova queda lejos de esta extinta vocalidad, pues la franja grave resultó totalmente desguarnecida, la coloratura muy trabajosa y los ascensos un punto agrios. 

   El mejor del elenco y confirmando que se afirma en la cumbre de barítonos verdianos actualmente, fue el barítono mogol Amartuvshin Enkhbat. Voz recia, amplia, densa y robusta, canto de escuela con legato de factura y fraseo bien torneado, lo que pudo comprobarse desde su hermosísimo cantabile “Da quel dì che t’ho veduta” en el Dúo con Elvira del primer acto. Igualmente fueron delineadas con clase el bellísimo “Vieni meco sol di rose”, así como la espléndida aria “Oh de’ verd’anni miei” y el grandioso “O sommo Carlo” con el que concluye el tercer acto.

   Anodino como voz y como cantante, sin acentos, ni incisividad, aunque honrado y profesional, el bajo Vitaly Kowaliov como Silva.

«Ernani» de Verdi en el Teatro Filarmónico de Verona

   Fue un placer ver dirigir Ernani a un veterano Maestro de la tradición, como es Paolo Arrivabeni, pletórico de oficio y capaz de acompañar magníficamente a los cantantes, dando todas las entradas, además de exhibir tensión, teatralidad, aliento y fuego verdiano. El coro, además de muy exigido en escena, se lució adecuadamente en el vibrante coro “Si ridesti il Leon di Castiglia”.

   La puesta en escena de Stefano Poda es la típica en la que el director de escena alumbra una ocurrencia y todo tiene que someterse a ella como sea. En este caso, se trata de la “Batalla de Ernani”, disputa literaria que tuvo lugar en 1830 con el estreno parisino del Ernani de Victor Hugo y que se desarrolló entre los defensores del clasicismo y la tradición y los de la libertad estética y romanticismo furibundo de la obra en cuestión. De tal manera, aunque sea con calzador, la representación se sometió escénicamente a este corsé dando como resultado abundantes pasajes tan ridículos como absurdos. El montaje facilitó escasamente la labor de los cantantes, incluyendo una plataforma circular que tan pronto giraba hacia un lado como hacia otro. Otra producción fallida y desnortada del Sr. Poda, como los dos de la Arena de Verona que reseñé el pasado verano.  

Fotos: Teatro Filarmónico de Verona

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