Crítica de José Antonio Cantón de los tres primeros conciertos del Festival de Música Contemporánea de Córdoba
Sustancial retrato del compositor José Manuel López López
Por José Antonio Cantón
Córdoba, 16-III-2023, Conservatorio Superior de Música de Córdoba. XXV Festival de Música Contemporánea de Córdoba. Estell Lallement y Felipe Marqués (dúo de guitarra). Obras de Manuel Contreras Vázquez, Helmut Lachenmann, José Manuel López López y Sofía Martínez. // 17-III-2023. Taller Sonoro (grupo de cámara). Director: Camilo Irizo. Obras de José Manuel López López. // 18-III-2023. Alberto Rosado (piano). Integral de la obra para piano de José Manuel López López
Dos han sido los puntos de interés que se han dado en el Festival de Música Contemporánea de Córdoba de la presente temporada; la celebración de su vigesimoquinta edición y su dedicación a la obra del compositor madrileño José Manuel López López, considerado uno de los referentes de su generación por su ocupación y preocupación en descubrir los secretos de la materia sonora entendida como esencia de la música de vanguardia de nuestro tiempo. Esta inquietud se pudo experimentar en la interpretación de las cinco partes de la obra Mar sin fondo para dos guitarras que el Lallement-Marqués Duo llevó a cotas de perfección que provocaron la máxima atención y admiración en el auditorio, dado el compromiso asumido con la composición por sus dos integrantes, que supieron entrar en el ámbito de evocar la personalidad paciente y serena del compositor y didacta colombiano Francisco Iovino a quien está dedicada esta singular pieza.
Antes, el concierto se había iniciado con la portentosa composición titulada Salut für Caudwell escrita en 1977 en memoria del poeta británico Christopher Caudwell, caído en combate durante la Guerra Civil Española, por el compositor alemán Helmut Lachenmann, todo un fenómeno en la deconstrucción sonora en su perenne intención de liberar la escucha para así poder entrar en la denominada música concreta, desprovista de cualquier connotación tradicional y de toda experiencia activa o pasiva previa, intenciones estéticas que fueron expresadas de la manera más neutra posible por este dúo. Tal espíritu quedó plasmado en una soberbia actuación como se pudo apreciar en aquellos pasajes en los que la voz hacía su aparición, que llevaban a entenderlos como una atomización derivada de esa difícil conjunción que ya propuso Arnold Schönberg entre música y palabra, que denominó originalmente Sprechstimme. Una asombrosa sorpresa significó su interpretación, dado el alto nivel técnico y estético que desarrollaron cada uno de estos insignes guitarristas.
La bondad de su acción musical tuvo correspondiente grado en dos obras compuestas en los años 2017 y 2020, respectivamente: Música para una habitación propia de la compositora alavesa Sofía Martínez y Lidio del músico hispano chileno Manuel Contreras Vázquez. De la primera, tocada en el segundo lugar del programa, hay que señalar su variada rítmica opuesta de los dos instrumentos en unos momentos a la vez que dispersa en otros, que paradójicamente generan una sensación de extraña unidad a la composición, que se reafirma en su progresiva disolución que viene a materializarse en un final quebrado. De la segunda hay que indicar la preparación de una mesa para cada guitarra dispuestas horizontalmente que facilitaban su toque a modo de salterio y la utilización de arcos propios de instrumentos de cuerda frotada como el violín, en la que el significado del modo musical lidio, el verbo lidiar que, entre sus acepciones, significa lucha y el segundo nombre del popular cantautor chileno Víctor Lidio Jara confluyen y entremezclan como elementos de inspiración de la obra. Se terminaba así la primera jornada del Festival en la que se mostró un universo nuevo de la guitarra que apunta a ámbitos sonoros de este instrumento pendientes de explorar. Y descubrir. Con la programación de este concierto, el director artístico del Festival, el catedrático y compositor Juan de Dios García Aguilera se apunta un éxito más en sus casi dos décadas como programador de este importante evento artístico y cultural de la capital cordobesa.
La segunda jornada del Festival estuvo protagonizada por el prestigioso grupo Taller Sonoro en un formato de cámara. Bajo la dirección del también clarinetista Camilo Irizo interpretó cinco obras de José Manuel López López empezando por La casa de las cigüeñas que ya este mismo conjunto instrumental ofreció en la vigésimo tercera edición del Festival con un gran éxito. Éste se alcanzó también en esta ocasión aunque hubiera una anomalía técnica que impidió ver el video que implementa esta obra en su parte final, justificándose así la grabación el natural crotoreo de dichas aves que ha de emitirse simultáneamente con la ejecución musical en vivo del grupo, del que destacó el saxofonista Miguel Romero.
Con El margen de indefinición volvió éste a demostrar el sentido y entendimiento que tiene de la obra del autor madrileño integrándose con su saxo alto en unas texturas que le venían polifónicamente dadas por el arte del percusionista Baldomero Llorens, que creaba una atmósfera vibrante que generaba complacencia en el oyente que se sentía envuelto por tan particular contraposición tímbrica de mágico efecto.
El Trio III para violín, violonchelo y piano, situado en el centro del programa, con sus casi quince minutos de duración sirvió como muestra de cómo esta formación instrumental tradicional es transformada en su efecto tímbrico desde unas nuevas mixturas experimentales, en las que se perfila la personalidad creativa de José Manuel López como constante descubridor de los nuevos sonidos que aparecen en su rica imaginación, que dejan siempre una sensación de sorpresa. El Trío Arbós fue muy elogiado cuando lo estrenó en Valencia. No menor ha sido en esta ocasión la eficacia musical del trío integrado por Alejandro Tuñón, Carmen Coronado e Ignacio Torner.
La penúltima obra de la velada fue Dos miradas I con la que el maestro López se retrotrae a sensaciones musicales transformadas sobre pasajes de la Messe de Notre Dame compuesta por Guillaume de Machaut para la Seo de Reims alrededor del 1365. La mezcla de la sonoridad del violín con la producida por las campanas tubulares generó esa sensación de una controlada deformación estilística del Ars Nova hasta el máximo nivel imaginable propio de la vanguardia del siglo XXI sin perder ese referente sonoro medieval de tradicionales melismas litúrgicos eucarísticos.
Finalmente intervinieron todos los músicos del grupo en El arte de la siesta con la sustancial aportación del enorme virtuosismo del acordeonista donostiarra Ander Telleira, que entendió en toda su dimensión la propuesta del autor en utilizar el acordeón como una especie de máquina de viento y de explosiva percusión, que prorrumpía con fascinante pulso en unas impactantes irisaciones sonoras desarrolladas con máxima dinámica, como contraste a la gravedad del clarinete bajo entendido como patente fijación ground de la estructura de la obra. Terminaba así un concierto de máximo interés musical que fijaba la amplia diversidad creativa del compositor objeto del homenaje del Festival, convertido en un verdadero mago de la experimentación sonora.
Ésta se trasladó a la siguiente jornada del Festival en el arte de Alberto Rosado al teclado, realizando la interpretación del catálogo íntegro para piano de José Manuel López López, que ya grabó este pianista para el sello discográfico VERSO el año 2007, más la pieza Appassionata Bagatella für Beethoven, no contenida en aquel registro. El compromiso alcanzado por este singular intérprete con el compositor madrileño y su música le hacen ser considerado como referente absoluto de este repertorio. En Rosado se da esa significación que hace que la ejecución musical se encuentre al mismo nivel que la composición dado el grado de introyección alcanzado. No cabe hacer especiales distingos entre las nueve obras que interpretó, sólo es necesario referirse a que en esta integral encontramos el sentido y explicación de la liminalidad musical, de la que su obra Entrence-Exit compuesta el año 2004 es un claro ejemplo, o ese mundo del espectralismo sonoro que puede ofrecer la concentrada y a la vez potente “polifonalidad” que surge de tan prodigioso instrumento, en la obra Hybris escrita el año 2002 en homenaje al gran compositor de ascendencia griega Iannis Xenakis. Mención necesaria requiere la versión para piano del octeto Octandre que Edgar Varese compuso en 1923 en la que José Manuel López López y Alberto Rosado han conseguido dar toda la importancia que quiso Varese encontrar con esa especie de sonido superpuesto que define el carácter de algunos momentos singulares de esta importante obra del siglo XX, generándose un mayor efecto en este sentido desde la particular expresividad tímbrica del piano.
Desde el inicio del recital siempre apareció el instrumento como generador de un universo sonoro nuevo como el alcanzado y percibido, especialmente, en la obra Lo fijo y lo volátil de 1996, en la que el sonido electroacústico se convertía a través de dos monitores situados debajo de la tabla armónica del piano en verdaderos impulsores de la extraordinaria y constante mixtura de modulante efecto cambiante que encierra esta composición. Rosado ha conseguido que el elemento electrónico funcione como un alter camerístico que, curiosamente, prescindiendo de una electrónica externa sólo él controlaba, con el beneficio que ello comportaba para dar sentido unívoco a su interpretación.
La actuación del pianista salmantino hay que encuadrarla entre los acontecimientos más singulares habidos en la historia de este Festival por su compromiso, musicalidad y virtuosismo manifestados en su entrega a la materia musical como pocas veces se puede admirar en un repertorio tan sólido de música contemporánea como la creada por uno de los más rompedores, inquietos y admirados compositores españoles de las últimas cuatro décadas.
Foto: Festival de Música Contemporánea de Córdoba
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