Lugar: Auditorio de Oviedo; Fecha: 25 de octubre de 2009;Ciclo: Conciertos del Auditorio
La Voz de Asturias (martes, 27/10/09)
CAPUÇON, O EL ESPIRITU DE QUIROGA
Seguramente nadie le habrá dicho todavía a Gautier Capuçon que su parecido con Manuel Quiroga llega incluso a resultar inquietante. Artista afectado como pocos, de atractiva e inmensa personalidad, Quiroga fue un violinista excepcional, pontevedrés para más señas, de cuya historia poco más se conoce hoy en día que una placa en la calle del Comercio de Pontevedra, y el nombre de algún relevante conjunto de cámara. Capuçon se presentó en Oviedo como Quiroga en París cuando, con tan solo 19 años, dejó a los críticos perplejos ante su extraordinaria maestría técnica. El joven chelista francés eligió para su presentación en Asturias una de las más bellas obras del repertorio, el Concierto para chelo nº 1 de Saint-Saëns, que interpretó de manera arrolladora. Capuçon sedujo en escena y en los momentos más delicados y románticos, donde su precioso, sutil y elegante vibrato dejó ver lo mejor y más interesante de su perfil de intérprete: su profundo, contagioso y arrebatado lirismo. También resultó llamativa su capacidad técnica y carisma sobre el escenario. Al intérprete sólo le faltó una cierta templanza y refinamiento para elaborar con más libertad algunos de los fragmentos más complejos de la obra que, como el comienzo del concierto, resultaron algo precipitados, llevados por el fuego fatuo que parece dominar al artista. De propina una Marcha para cello solo de Prokofiev, en transcripción de Gregor Piatigorsky, de lo más atractiva y fresca. Pero si Gautier Capuçon parecía el plato fuerte de la noche, la segunda parte estuvo, por lo menos, a la misma altura. La Orquesta Sinfónica MDR Radio Leipzig dio comienzo al concierto con algunos fragmentos del Martirio de San Sebastián de Debussy, en una versión más efectista y consistente que verdaderamente impresionista. Fue en la segunda parte donde el conjunto ofreció una versión de la Sinfonía fantástica de Berlioz sugerente y atrevida, con auténtica personalidad. Jun Märkl dirigió la obra de memoria, de manera tan personal como dramática. Su versión dejó detalles de gran calidad, extrayendo originales líneas orquestales en las cuerdas graves, acelerando los tempi y retardándolos, con una idea del rubato elegante y fresca. La versión resultó arrebatadora, con una orquesta alemana de gran consistencia, en la que daba envidia observar la vitalidad de sus músicos que, como el concertino, vivían cada nota con auténtica pasión. Tras la propina, el Preludio del tercer acto de Lohengrin de Wagner, alegre y de vitalidad contagiosa.
Compartir
Aviso: el comentario no será publicado hasta que no sea validado.