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Crítica: Gerald Finley en el Ciclo de Lied del CNDM y Teatro de la Zarzuela

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Autor: Óscar del Saz
22 de noviembre de 2023

Crítica del recital de Gerald Finley en el ciclo de Lied coproducido por el Teatro de la Zarzuela y el Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM]

Gerald Finley  en el ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela y CNDM

Finley, sello de calidad

Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 20-XI-2023. Teatro de la Zarzuela. XXX Ciclo de Lied del Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM]. Recital 3. Obras de Robert Schumann (1810-1856), Franz Schubert (1797-1828), Henri Duparc (1848-1933), Benjamin Britten (1913-1976), Graham Peel (1877-1937), Ralph Vaughan Williams (1872-1958), Franz Liszt (1811-1886), Charles Ives (1874-1954), Cole Porter (1891-1964) . Gerald Finley (barítono), Julius Drake (piano).

   Asistimos con mucho interés a la tercera visita al Ciclo de Lied del curtido bajo-barítono canadiense Gerald Finley (1960) -que no nos visitaba desde la temporada 2011-2012-, acompañado por el magnífico pianista Julius Drake (1959), y que ha desarrollado una extensa y polivalente carrera enfocada en la ópera -afrontando desde papeles mozartianos a wagnerianos, pasando por el Scarpia pucciniano-, el oratorio -Elijah, de Mendelssohn, o el Requiem Alemán, de Brahms, etc.-, y una profusa actividad concertística con agrupaciones de primer orden. 

   En la línea de la anteriormente comentada dispersión en el repertorio, degustamos un recital ciertamente atractivo por su polimorfismo en autores/estilos. En la primera parte, se sirvió la coherencia de una sucesión de canciones de Schumann y Schubert unida por el hilo de ser el mismo el autor de los textos, Heinrich Heine (1797-1856). En la segunda parte, mucho más anárquica, se presentaron varias joyas de la Mélodie francesa, de la mano de cinco canciones del tardo romántico y exquisito creador, Henri Duparc, para finalizar con una sucesión de unitarios destellos de estética «a la inglesa», de compositores tan diversos como Vaughan Williams, Liszt, Ives y Porter. Como nota al margen, mencionamos que este mismo recital podrá escucharse en Les Arts (Valencia) el próximo 3 de diciembre de 2023.

   Podemos adelantar que todo ello se convirtió, por derecho propio, en un verdadero maratón para el artista, ya que no sólo de facultades y de resistencia vocal «vive» el buen intérprete del Lied, ya que también hay que saber comunicar la emoción y -seamos sinceros- ello podría «vacíar» al cantante. No fue ése el caso sino, en realidad, sólo un recital largo -de alrededor de 50 minutos por cada parte-, enjundioso y muy denso emocionalmente, que el cantante afrontó con un muy alto nivel medio. 

   Bien es cierto que dicho «tour de force» no lo pareció, teniendo en cuenta los estupendos medios vocales (técnicos y de interpretación) y la muy positiva energía puesta a disposición en la estilística, la expresividad y el dramatismo derrochado, observado en los distintos caracteres de los «personajes» y/o los sentimientos involucrados en los textos.

Gerald Finley  en el ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela y CNDM

   La voz y el canto de nuestro protagonista es, a todas luces, de barítono muy lírico -aunque se le declare como bajo barítono-, con ciertas limitaciones en la «pegada» de la zona aguda, con graves solventes en armónicos, una más que suficiente e igualada extensión para su repertorio -que ya hemos visto que es muy disperso-… Con franqueza, no nos hacemos una idea de cuántas cosas habrá de cambiar en su canto este artista para poder abordar todos esos repertorios tan distintos mencionados arriba. A la vez, es capaz de pergeñar ricas dinámicas, luciendo en el canto piano, de una forma muy natural, dotando sus evoluciones de una suficiente variedad y fantasía en las medias voces. Su centro es muy noble y su dicción es excelente en cualquier idioma de los escuchados. Su legato/fraseo son muy elaborados, por mor de un apoyo, canto sobre el aire y control del fiato muy bien trabajados. 

   Como se ha comentado, Heine se dio cita con una pequeña parte de su poemario en torno a la estética romántica, su Buch der Lieder [Libro de canciones] (1827), con ocho Lieder por cuenta de Schumann y seis por parte de Schubert. Schumann lució un tanto más debido a la rotundidad pianística que este genio compositivo imprimió al instrumento, amalgamando textos, voz y piano, si bien en algunos momentos a Julius Drake se le fue la mano con el volumen, además de que la tapa del piano estuviera completamente abierta, aunque la cosa no llegó a mayores dado que hubo alternancia en las piezas entre lo calmo y lo efusivo. 

   Nos gustaron mucho la bellísima Dein Angesicht [Tu rostro], paladeada con fruición en el canto, y Mein Wagen rollet langsam [Mi carruaje rueda lentamente], que juega a la sorpresa en los ataques que tanto voz como piano realizan durante el recorrido por los compases de la composición. Maravillosa fue también la prestación realizada por ambos en Belsatzar -rey de Babilonia-, que fue asesinado por sus propios hombres por el mal presagio causado por retar a Jehová. Paradigmáticas fueron la expresividad y el dramatismo puestos en juego ayudados por un canto entretejido de claros y oscuros, agudos y graves. 

   Asimismo, en Die beiden Grenadiere [Los dos granaderos] se relató muy adecuadamente la épica historia de dos granaderos que regresaban a Francia después de haber sido hechos prisioneros en Rusia, uno de los cuales promete defender a Napoleón aun después de muerto -sabida es la veneración de Heine por el emperador Bonaparte-, cantando este mismo granadero de forma sobreactuada varias estrofas de La Marsellesa. Desde luego, una pieza interpretada con un carácter tan emotivo como enfático, y que se cerró -en contraste- con tintes responsoriales muy acertados. 

   En Schubert tenemos muy claro que, de las ofrecidas, destacaron las legendarias canciones Am Meer [Junto al mar] y Der Doppelgänger [El doble]. Esas dos fueron las que más nos encandilaron por la espléndida interpretación de Finley-Drake. La primera, porque es estremecedora en su belleza y porque Finley realizó un precioso cincelado de dinámicas jugando con el mezzo-forte y el mezzo-piano -diferenciando ambos-, densificando hacia el final el relato de la descripción de un alma que se consume por las lágrimas de la amada; la segunda, porque se reflejó muy adecuadamente la atmósfera inquietante del que se reconoce en otro, como visión fantasmagórica presagio de desdicha. 

Gerald Finley  en el ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela y CNDM

   Ya en la segunda parte, en el escueto universo del malogrado Duparc -del que realmente pocas canciones han sobrevivido- asistimos en la voz de nuestro barítono a una interpretación muy detallista, colorista y refinadísima, de esas canciones nacidas en el París multicultural. Sérénade [Serenata], Soupir [suspiro], Le manoir de Rosemonde [La mansión de Rosamunda], L’invitation au voyage [La invitación al viaje] y Phidylé fueron las seleccionadas. Por destacar alguna, lo haremos con la segunda, donde se quintaesencian las repeticiones en los grupetos de versos que acaban en «Toujours l’aimer! [¡Amarla para siempre!]», reiteradas en sucesivas gradaciones del mezzo-piano para terminar la cuarta repetición en pianísimo (ppp). También la última -Phidylé- fue oro en paño de parsimonia, bálsamo de reposo eterno de la protagonista de la canción.

   Para finalizar el recital, y después de la parte en francés, se atendió a un ramillete de compositores muy distintos entre sí, citados en nuestro preámbulo, cuyo nexo de unión fue un paseo por ciertos ejemplos de la «estética canora inglesa» (británica y norteamericana). De Britten se interpretó muy resueltamente la magnífica Um Mitternacht [A medianoche], con versos de Goethe, cuyo idioma original se mantuvo por parte del músico inglés, una compleja y tenebrosa canción donde la entonación de la voz choca con la del piano en una escritura fresca y muy moderna. 

   Del casi olvidado Graham Peel, compositor muy comprometido con la sociedad inglesa en relación a la rehabilitación de los presidiarios, se interpretó la escuetísima The early morning [La madrugada], como ejemplo de las baladas que se ejercitaban en los salones de la burguesía británica. Silent noon [Mediodía en silencio] fue la seleccionada de Vaughan Williams, cuyo propósito es la vehemencia sensitiva y pasional ante la contemplación de la naturaleza, interpretada por  la pareja Finley-Drake con profusión de bellos reguladores. 

   La perla negra fue Go not, happy day [No te vayas, día feliz], la única canción en inglés compuesta por Liszt, cuya estética es realmente modernista para la época por su cariz casi «cinematográfico». En Estados Unidos se siguieron las corrientes europeas en torno a la canción -y no tanto al Lied como tal-. Uno de los más señeros compositores en este sentido fue Charles Ives, considerado como uno de los padres del genuino estilo americano, aunque luego experimentaría con la politonalidad y las disonancias. When stars are in the quiet skies [Cuando las estrellas están en el apacible cielo] es una canción de temática idílica que nuestro barítono interpretó «quasi-marcando» con la voz.

   En este recorrido angloamericano llegamos al musical del Broadway neoyorkino, uno de cuyos representantes fue Cole Porter. Innegable es la belleza de Night and day, y justificado su éxito, ya que una vez estrenada, ha sido interpretada por muy distintos tipos de cantante. Además de la brillante versión de nuestro protagonista les invitamos a escuchar la versión del barítono Manuel Ausensi (1919-2005). En recitales como el que nos ocupa, da qué pensar lo que ha podido significar y evolucionar el Lied a partir de la estética romántica de tantos y tantos compositores del pasado, cómo pueda verse trasladado a nuestros días y -quién sabe- si habrá un futuro para esta estética. 

   En el apartado de las propinas, se concedieron dos. La primera fue un homenaje al abuelo escocés del propio Gerald Finley que en palabras suyas -en español- añadió que «la semana pasada hubiera cumplido 143 años», por lo que le dedicó la sentida My heart in the Highlands, de Ottorino Respighi (1879-1936). La segunda, de Maurice Ravel (1875-1937) fue una propina que -explicó- «sirve para beber», dado que es una muy graciosa -pero muy realista- interpretación de alguien que canta cada vez más ebrio por momentos y casi se cae al final. Estuvo muy bien escenificada.

   Ambos intérpretes, Finley y Drake, que ya habían sido aplaudidos abundantemente al terminar la primera parte, fueron braveados antes y después de las mencionadas propinas. Y no fue para menos. Calidades así no se disfrutan todos los días. Sólo deseamos que no tengamos que esperar once años más para volver a degustar el arte de este estupendísimo barítono. 

Fotos: Rafa Martín

 

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