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Crítica: Ian Bostridge en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela

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Autor: Óscar del Saz
8 de junio de 2023

Crítica del recital de Ian Bostridge en el Ciclo de Lied coproducido por el Teatro de la Zarzuela y el Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM]

Ian Bostridge en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela

Rückert a través de Bostridge

Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 5-VI-2023. Teatro de la Zarzuela. XXIX Ciclo de Lied del Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM]. Recital 8. Obras de Robert Schumann (1810-1856), R. Schumann/Clara Schumann (1819-1896), Franz Schubert (1797-1828), Gustav Mahler (1860-1911), Hans Werner Henze (1926-2012). Ian Bostridge (tenor), Julius Drake (piano).

   El Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) pone broche de oro a esta XXIX edición del Ciclo de Lied invitando -ésta será su séptima vez- al tenor británico Ian Bostridge (1964) y al pianista alemán Julius Drake (1959) -que lo ha hecho con ésta en 15 ocasiones-, su acompañante habitual, con un programa cuyo hilo conductor es la figura del inspirado poeta orientalista Friedrich Rückert (1788-1866) que, como sabemos, sirvió al arte compositivo de músicos tan emblemáticos como el matrimonio Schumann, Franz Schubert y Gustav Mahler.

   Todos ellos se dan cita en este interesantísimo recital, permitiéndonos también este hecho un viaje desde el romanticismo más auténtico hasta nuestro siglo, de la mano del alemán Franz Werner Henze, encuadrado por los musicólogos en un neoclasicismo de amplio espectro, que comulgó con fusiones del serialismo, la música popular, el dodecafonismo y el jazz.

   Desde luego, el acierto en el diseño del recital fue completo debido a su intrínseca coherencia, y no hubo momento para la desconexión o la desconcentración, ni -por supuesto- la de nuestros intérpretes ni tampoco la nuestra. Bien es verdad que siempre hemos considerado a Bostridge un serio estilista de un Lied alemán un tanto «a la inglesa», y que es mucho mejor intérprete todavía en el repertorio de esa lengua. Original en alguno de sus enfoques, siempre ha podido y sabido justificar los porqués de las creaciones que le han convertido en el artista admirado que es. 

   También, y sobre todo, porque ha sabido aprovechar un material vocal que posee algunas carencias evidentes -no sólo ahora, sino desde siempre-, como son una voz no especialmente bella, extrema ligereza en la morbidez de la emisión, unos agudos y unos graves bastante limitados -estos últimos, con serias tiranteces-, algunas franjas desiguales donde la emisión ora es fija, ora es claramente abierta, cortedad de miras para el legato estricto, etc. 

Ian Bostridge en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela

   Todos estos inconvenientes -más su particular presencia escénica, llena de ademanes, muecas y pérdida de la acostumbrada verticalidad corporal- se han suplido, como decimos, mediante un enfoque elegante e inteligente de las medias voces, la dicción contrastada y el uso -algunas veces abuso- de los cambios dinámicos súbitos, que no siempre se corresponderían con la prosodia de los textos.

   Esto que comentamos quedó de manifiesto en todas las secciones del recital, que comenzó con tres canciones de Schumann, bien cinceladas por Bostridge, en concreto el primer poema, Widmung [Dedicatoria], que pertenece al ciclo Myrthen [Mirtos], op. 25 de Robert Schumann, para pasar inmediatamente a un grupo de nueve canciones de los Poemas de la «Primavera del Amor» [Gedichte aus «Liebesfrühling»], escritos al alimón por la enamorada pareja Clara-Robert. 

   Destacamos, por su complejidad y contrastes, tres de las últimas, perfectísimamente ambientadas por el piano de Drake -consiguiendo a veces sonidos con bella resonancia deslocalizada utilizando el pedal- y correspondiendo Bostridge con electrizante intención o tensa calma a flor de piel según el caso: Flügel! Flügel! um zu fliegen [¡Alas! Alas para volar], Rose, Meer und Sonne [Rosa, mar y sol] y O Sonn’, o Meer, o Rose! [¡Oh, sol! ¡Oh, mar! ¡Oh, rosa!] fueron las que más nos complacieron.

   Más aburrido nos resultó el Schubert que se ofreció -seis canciones sueltas en total- a caballo entre el final de la primera parte y el comienzo de la segunda, con un Canto del anciano [Greisengesan] y un Te saludo [Sei mir Gegrüsst] enfocados sólo en un diseño de cambios dinámicos repetitivos y prolijos -aunque simétricos, eso sí- pero que no lograron que los versos repetidos cobraran otros bríos en pos de una diferenciación realmente emotiva. Muy bien, en cambio, la titulada como Du bist die Ruh [Tú eres el reposo], desgranada con calma y fraseada lentamente, enfocando su final con un ligerísimo y elegantísimo crescendo.

   Los Rückert-Lieder de Mahler quedaron un tanto cercenados al interpretarse cuatro de los cinco -no se interpretó el cuarto, Um Mitternacht [A medianoche]- y además aparecieron sonidos fijos y empujados que afearon ostensiblemente el quinto, Si amas por la belleza [Liebst du um Schönheit]. También fue aquí donde más observamos esas poses alteradas de la verticalidad y otros gestos de la cara que no entendemos al servicio de qué resorte expresivo se realizan. Al menos, nos quedó la maestría de Drake para ofrecer esos acompañamientos tan «sinfónicos» de los que él es tan capaz y que tan bien reflejan el piano mahleriano.

   Para terminar, la bella composición dedicada a ambos por Hans Werner Henze, amante de las composiciones para la voz con ambientación romántico-sureña -vivió muchos años en Italia- mirando también al oriente más lejano, que se interpretó por primera vez en el Ciclo de Lied: los Sechs Gesänge aus dem Arabischen [Seis cantos del árabe], eligiendo el último, Das Paradies [El paraíso], un reto de afinación, interválica y acometimiento de atractivas modulaciones como corresponde a sus esencias orientales de ensueño y donde se dibujó claramente el concepto de «irrealidad» gracias al piano de Drake. Los textos pertenecen al poeta persa-sufí Khwāja Shams-ud-Dīn Muhammad Hafez (1315-1390) en traducción de Friedrich Rückert, por lo que la coherencia del recital quedó asegurada perfectamente. Sin duda alguna, el regalo perfecto que toda pareja de Liederistas hubiera querido recibir. 

Ian Bostridge en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela

   El recital obtuvo un amplio consenso de éxito entre el público que casi llenaba el Teatro de la Zarzuela, y aunque entendemos que no consiguió enardecer al respetable, hubo momentos en los cuales comprendimos por qué el arte de Bostridge -pese a tener que superar ciertas desventajas estructurales que acompañan al cantante, ya comentadas- puede llegar a alcanzarnos y a emocionarnos. Como hubo varias tandas de saludos del binomio Bostridge-Drake, se concedieron dos propinas: La trucha [Die Forelle] schubertiana fue la primera, acometida en el tono humorístico del pescador que es engañado por el pez. La segunda se correspondió con la celebérrima MondNacht [Noche de luna], de Schumann, cantada muy lenta, de forma parsimoniosa, recorriendo los versos como quien admira las piedras preciosas de una joya. 

   A nosotros nos encanta que Ian Bostridge nos visite regularmente -lo hizo por última vez en la temporada 2014/2015-, por lo que esperamos su vuelta para degustar su arte y estilismo tan personales. También nos atrevemos a solicitar desde aquí que podamos escucharle en el repertorio de «Lied anglosajón» donde abundan innumerables autores/joyas que podrían protagonizar una interesantísima velada. Por pedir, que no quede…

   Nos despedimos de nuestros queridos lectores hasta la Temporada que viene -será ya la XXX- del Ciclo de Lied donde podremos disfrutar en primer lugar -9 de octubre de 2023- de la gran cantante Lise Davidsen (soprano), acompañada por el pianista James Baillieu. Les deseamos pasen un feliz estío. Nos vemos en otoño.

Fotos: Rafa Martín

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