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Crítica: José María Moreno dirige 'Doña Francisquita' de Amadeo Vives en el Teatro Campoamor de Oviedo

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Autor: Aurelio M. Seco
8 de abril de 2017

LLENARSE DE ZARZUELA

   Por Aurelio M. Seco | @Aurelio Seco
Oviedo. 30-III-2017. Teatro Campoamor. XXIV Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo. Doña Francisquita, Amadeo Vives. Sonia de Munck, José Bros, José Manuel Zapata, Cristina Faus, María José Suárez, Enrique Baquerizo, José Manuel Díaz, Yolanda Secades. Dirección musical: José María Moreno. Dirección de escnea: Francisco López. Oviedo Filarmonía. Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo

   Dos funciones, tan solo dos funciones de Doña Francisquita se han podido ver en el Teatro Campoamor en el contexto del Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo, el  más importante de España tras el del Teatro de la Zarzuela, que este año alcanza su edición número veinticuatro. Con lo que cuesta poner en pie una producción de estas características y qué poco partido se le ha podido sacar. ¿Pero no habíamos quedado que la cultura no era un negocio? (“No lo es”, nos respondió hace unas semanas el propio Roberto Sánchez Ramos “Rivi”, el concejal de Cultura del Ayuntamiento que tanto daño está haciendo a la música) ¿O sólo hay que buscarle la rentabilidad a la zarzuela? Con todo y visto el éxito de público, no parece que valgan excusas para volver a aumentar las funciones por título. Ya veremos dónde deja la música este Tripartito –PSOE; Somos, la marca de Podemos en Oviedo, e Izquierda Unida- al final de la legislatura. Hay mucha preocupación por ello en el contexto musical de la ciudad.

   Pero vamos con la zarzuela. Se trata de una producción del Teatro Villamarta de Jerez –en coproducción con la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía-, coliseo que lleva tiempo padeciendo su propio calvario administrativo. Con la trayectoria que tiene el Villamarta… Parece mentira. La dirección de escena de Francisco López –que también diseña la iluminación- rezuma cariño por el género y buen hacer general, incluso en su intención por conservar las cualidades escénicas que podríamos haber encontrado en 1923, el año de su estreno en el Teatro Apolo de Madrid, pero que en 2017 quizás resulten un tanto tradicionales para la creatividad que estamos acostumbrados a ver en nuestros teatros de un tiempo a esta parte y que están mostrando directores como Emilio Sagi en El juramento de Gaztambide, José Carlos Plaza en Los diamantes de la corona de Barbieri, Paco Mir en Los sobrinos del capitán Grant  de Manuel Fernández Caballero, Graham Vick en Curro Vargas de Chapí o Giancarlo del Monaco en las maravillosas Golondrinas de Usandizaga que hemos tenido el placer de ver en el comienzo de esta temporada en el Campoamor. Qué función tan hermosa la de Las golondrinas. Inolvidable. López prefiere usar su creatividad para plasmar la historia de manera clara, veraz escénica y dramáticamente y tradicional. La opción no estuvo mal, aunque por algún detalle no pudimos evitar tener la sensación de excesivo conservadurismo. El cuerpo de baile, muy meritorio en su trabajo, parecía un pegote ajeno a la historia que te sacaba del transcurso de la obra; eso sí, para admirar el trabajo de sus bailarines. El movimiento escénico tampoco fue siempre lo más claro y creativo de la producción. Fue una versión seria y colorida que posee el encanto de lo añejo, coherente dramatúrgicamente y fruto de un meritorio trabajo de realización.

   Del reparto destacó José Bros, tenor de importancia histórica en España. “José Bros, 25 años de rigor, profesionalidad y honestidad”, así titulaba Jordi Pujal el magnífico artículo que dedicó al artista hace unos días en CODALARIO. No son para menos los calificativos. El artista español posee una voz imponente, que todavía mantiene intacta su presencia, no sólo por cuerpo, pues corre sin problema hasta el oído más recóndito del teatro, sino también por altura. Oírle cantar es un placer, incluso cuando no todo sale perfecto, por los notables y visibles recursos aplicados. Qué la voz no sale pura, pues se sigue fraseando con gusto exquisito; que el agudo se resiente un poco, pues se compensa con un cuarto de vitalidad y carácter que convierte el pasaje en un privilegio más admirable si cabe. En la famosa aria –sí, aria- "Por el humo se sabe dónde está el fuego", Bros fraseó elegante, entendiéndosele todo –qué difícil es encontrar un cantante con buena dicción. Nos acordamos de Kraus, sin duda el mejor entre todos-. Un gran maestro del canto lírico es José Bros, un spirto gentil dentro y fuera del teatro y un artista referencial en belcanto. ¿Qué más se puede pedir?

   A Sonia de Munck el papel de Doña Francisquita le venía perfecto en escena pero algo grande por cualidades vocales, lo que no significa que le saliera mal. Aún con fatiga resolvió con brillantez un papel que precisa de una soprano con más peso lírico, pero que ella dibujó siempre con buen gusto interpretativo. Munck posee una voz muy bonita, con agudos hermosos que lucieron bellos en "La canción del ruiseñor". Un notable trabajo de la artista, ligero pero fino, volcado y de mérito.

   Por las razones que sean José Manuel Zapata ya no posee la técnica que en su día hizo que toda España pusiera sus ojos en su trayectoria, pero sí una voz, carisma e inteligencia que le están permitiendo desarrollar una llamativa carrera en los mejores teatros españoles. Su Cardona fue carismático, atractivo y de valor. Algo parecido cabría decir de María José Suárez, cuyas cualidades vocales no siempre están ya a la altura, pero cuya presencia escénica y condiciones actorales siguen llamando la atención de programadores y directores. Cristina Faus -Aurora-  tiene tendencia a cantar con una posición de boca que potencia excesivamente la vocal "o", y su línea de canto podía buscar más matices, pero tanto su voz, atractiva y de quilates, como su interpretación dejaron un buen nivel del personaje.

   Buen Don Matías de Enrique Baquerizo; correctos el Lorenzo de José Manuel Díaz y la Irene la de Pinto de Yolanda Secades. El Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo firmó una notable actuación, cantando y actuando.

   La dirección musical fue de José María Moreno, director apasionado sobre la tarima, de gesto intenso y electrizante estilo, que movió a Doña Francisquita a buen ritmo, consiguiendo una versión vívida, intensa y energizante. No es fácil encontrar un director que posea estas buenas cualidades. José María Moreno sí las tiene, y aunque su nivel de exigencia con la calidad del sonido de la Oviedo Filarmonía no nos pareció a la misma altura, ni el orden rítmico general de la versión, ello no deslució, en cualquier caso, una Doña Francisquita agradable de oír, apasionada, volcada y sincera y, por ello, atractiva.

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