La forza del destino es una de las obras más complejas de programar para cualquier director de casting. Exige seis voces protagonistas de gran nivel, teniendo todas ellas un buen número de intervenciones. En este sentido, supera incluso la demanda vocal del propio Don Carlo, en la que el rol del Gran Inquisidor es relativamente breve aunque, evidentemente, de enorme exigencia. En las décadas de los 50 y 60 del pasado siglo era uno de los títulos habituales de grandes teatros, especialmente del Metropolitan de Nueva York, donde era especialmente codiciada por los Tucker, Bergonzi, Corelli, Warren, Merrill, MacNeil, Tebaldi, Milanov o Siepi que copaban el escenario de la gran manzana.
Configurar hoy en día un buen casting para este título es harto complicado pero no imposible. ABAO ha hecho un trabajo notable aunque con alguna sombra. La Orquesta de la Ópera de Parma, bajo la dirección de Pietro Rizzo ofreció una lectura cuidada en el aspecto puramente estético del sonido aunque un tanto tediosa y falta de tensión dramática en cuanto a la elección de tempi, dinámicas y sonoridades. No siempre se logró mantener ese umbral mínimo de teatralidad procedente del foso que exige el maestro Verdi. Rizzo estuvo bastante pendiente de los cantantes, en líneas generales, aunque hubo algún momento en el que se hubiera agradecido una mayor empatía del maestro, como en el ataque del "Ah, segnasti la tua sorte!" que Aronica entona tras ser empujado por su rival y que tuvo que iniciar desde una posición nada propicia para colocar un la natural.
La soprano Chiara Taigi ofreció luces y sombras en su interpretación de la fugitiva Leonora. Es innegable el conocimiento de la escuela italiana, del saber decir, de la entonación dramática. Lo que más nos gustó de su prestación fueron su articulación, algunas notas filadas y el descenso a un bello registro de pecho de notable carga dramática, muy en la línea de las Stella y Tebaldi, de la que no en balde fue alumna. No obstante, si debemos buscar un modelo para referenciar su vocalidad actual, nos decantaríamos por el de Katia Ricciarelli con el que encontramos varias similitudes, especialmente un registro agudo muy metálico pero carente de vibración, fijo en exceso, y que resulta antimusical por mucho que la intérprete se esfuerce por lo contrario. De este modo, los pasajes de mayor exigencia en la tesitura del rol resultaron incómodos para el oyente lo que penalizó parte de su gran aria "Pace, pace, mio Dio!".
El búlgaro Vladimir Stoyanov se ha convertido en un recurso habitual de los casts de ABAO y en quien más roles baritonales ha asumido en el Tutto Verdi. Sin negar sus virtudes, básicamente el ser dueño de un instrumento lírico de cierta proyección en el registro central (de hecho la recordábamos con más presencia) y notable italianidad, sin reminiscencias eslavas en la dicción, no se pueden obviar sus carencias: limitada extensión, con una zona aguda solvente pero para nada brillante así como una evidente debilidad en el segmento grave, sin olvidar una intención dramática en el fraseo bastante monocromática. El resultado de su Carlo podríamos calificarlo de rutinario. Y es que en un papel de los menos angulosos del repertorio baritonal concebido por Verdi, que se pasa el noventa por ciento de su tiempo sobre el escenario reclamando venganza y que apenas en un par de momentos pone en evidencia cierta fragilidad y remordimiento, es necesario disponer de un material más apabullante, máxime teniendo en cuenta los medios tenoriles que tenía delante. De haberse podido disponer de un intérprete de recursos más sólidos los dos grandes enfrentamientos con Don Álvaro podrían haber sido electrizantes. En este sentido bien podrían haberse invertido los roles con Luca Salsi para el Michonnet del próximo título.
El napolitano Bruno de Simone volvió a dar una auténtica lección de impostación y proyección vocal. Ya desde su primera frase "Chi siete?" recordamos lo que significa amplificar el sonido con los resonadores craneofaciales y lanzarlo a la inmensidad del Euskalduna llegando a todos y cada uno de sus rincones. Es un auténtico artista que sin poseer un material especialmente privilegiado por cualidades tímbricas "de serie" consigue transmitir la percepción de que tiene un instrumento más importante. Este efecto multiplicador de sus virtudes y que esconde cierta debilidad en las secciones más graves es lo que distingue a los intérpretes de verdadera inteligencia de aquéllos que apenas saben usar lo que el destino les ha dado. No sorprenderá por tanto que atrajera la atención del público en su escena "Toh! Toh!... Poffare il mondo!" así como en sus intervenciones del cuarto acto "Che? Siete all'osteria?... Quieti ..." y su dúo posterior con Orlov tanto por su resolución vocal como por su magnetismo en escena.
El debut de Ana Ibarra en ABAO se ha producido finalmente con el papel de Preziosilla, uno de los que más controversia despiertan entre los aficionados ya que muchos consideran sus intervenciones de una calidad musical en exceso chabacana. Este papel se convierte, por tanto, en una especie de caramelo envenenado ya que notas no le faltan pero la escritura está a medio camino entre los principales registros femeninos, con ascensos sopraniles al agudo y graves de auténtica mezzo. Ibarra hizo un buen trabajo, con una marcada cualidad metálica en todo su registro vocal lo que hace que traspase perfectamente la barrera orquestal y llegue sin problemas al auditorio, incluso en los concertantes. Sí es cierto que lo acerado de su instrumento puede transmitir más edad al personaje y dificultar la caracterización de roles jóvenes. No obstante su prestancia sobre el escenario compensa este handicap.
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