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Opinión: 'La pose en Música'. Un artículo de Aurelio M. Seco

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Autor: Aurelio M. Seco
29 de junio de 2014

LA POSE EN MÚSICA

Por Aurelio M. Seco

   Hay mucha pose en el mundo de la música y hay pose en general. Nuestra sociedad ha reservado a la ‘música clásica’ un puesto un tanto elitista en el que hay tanta sinceridad y naturalidad como, a veces, superficialidad, cursilería y pose. Incluso entre la gente del gremio, en ocasiones existe un cierto aire de distinción que no es normal, porque la música clásica no es más que música, la única verdadera, y hay que llevarla con naturalidad. También se le llama música a otras cosas que no lo son, y que tienen más que ver con el folclore o lo sociológico, pero ésa es otra cuestión.

   La democratización de la cultura ha tenido muchas cosas positivas y algunas consecuencias peligrosas. El acceso masivo a la música, con los “espotifais” y “yutubes” han supuesto una auténtica revolución, pero también han dejado algo negativo, la aparición del erudito superficial, capaz de nombrar de memoria no sé cuántas versiones oídas e incluso hablar en italiano, pero incapaz aún así de poseer un sentido crítico propio, valioso y verdadero, que sólo se tiene si uno es músico o le interesan las cosas en profundidad, si se las pregunta, si es una necesidad vital. Es tal la fuerza de la pose en este tipo de personas que nuestra sociedad las ha llegado a encumbrar en puestos de importancia, tragando pose por enjundia y saber hacer. Qué grave error. Y no es músico todo el que hace música como no es cantante todo el que canta ni se es escritor únicamente porque se escriba. Es triste tener que explicar estas cosas pero hay que hacer pedagogía, con buenas formas para no herir.

   Todavía ayer tuve que llamar la atención a una señora que molestaba mucho al desenvolver un caramelo, en medio de un concierto. En el descanso vino a recriminármelo. “En 30 años de conciertos nadie me había llamado nunca la atención”. Se molestó muchísimo. Ése es el problema, señora, que nadie llama ya la atención a nadie ni sobre nada. No queda bien y uno se vuelve incómodo para los demás si lo hace. Es mejor callarse y saludar cuando se llega y cuando se va, con una sonrisa. Se queda como un señor y así las cosas. Lo peor de todo es que seguramente esta mujer no era capaz de percibir que molestaba. Pasa a veces, porque hemos adquirido un sentido de la educación artificial y apenas se reflexiona sobre las consecuencias que tienen para los demás lo que hacemos. Cumplimos años y todos tenemos razón.

   Hace tiempo salió una noticia en los medios un tanto sorprendente. A un millonario se le metió en la cabeza que quería dirigir la “Segunda sinfonía” de Mahler y puso dinero para que así fuese y la “dirigió” por todo el mundo. Movía las manos y como sonaba más o menos bien porque los músicos se la sabían la cosa gustaba. Y quien no supiera el hecho tampoco diferenciaría un director real de un millonario caprichoso. Estas cosas no son fáciles de saber. Hoy pasa algo parecido  en algunas de nuestras orquestas, pero no seremos nosotros los que señalemos a los caprichosos de turno, por lo menos, hasta que nos recuperemos del trauma causado a la mujer del caramelo. Hablo en serio.

   Hace tiempo se me ocurrió una idea que quizá lleve a efecto alguna vez: realizar un concurso de música en el que los jueces no viesen a los intérpretes ni supieran su nombre, porque sucede a veces que ciertas personas escuchan a un genio y lo consideran mediocre y al revés, si no conocen su nombre con anterioridad. Qué injusticia  y qué vergüenza la magnitud de ciertas poses. No siempre quien decide está en condiciones de decidir. Es otra de nuestras grandes tragedias. Pero no queremos ser del todo pesimistas. Hay mucha gente preparada que sabe lo que hace y dice. Son la esperanza del futuro. Pero hay que comprometerse.

   Después está la pose que no lo es pero que, para algunos, lo parece. Qué duda cabe que la música clásica ha tenido que asumir un cierto toque elitista para intentar separarse de la vulgaridad sonora –que no musical- reinante. Esto, que puede dar la sensación de ser a veces una pose, no es más que un gesto defensivo de conservación y distinción, realizado con el ánimo sincero de ponerse en el lugar que le corresponde. Hay gente que confunde la elegancia de asistir bien vestido a la ópera con una pose artificial. Pero no siempre es así. Hay elegancia llevada con naturalidad y justicia que sienta bien al mundo de la música, de la verdadera música, que principalmente parece haber encontrado su manera de ser en la distinción social –qué pena-, casi como método de supervivencia en una sociedad que recompensa más a Miley Cirus que Valery Gergiev, un artista de gran talento que tiene menos seguidores en las Redes Sociales que algunas revistas de moda, pose y confección.

   Que la música clásica a veces se vista de seda me parece un hecho encantador  en un mundo que no parece entender nada más allá de lo que sale en televisión o en un teléfono inteligente. Ya no se puede hablar de la forma sonata, ni escribir con música una crítica porque incluso suena prepotente. Hay que recuperar el silencio, la tranquilidad en el estudio y la lectura y la enjundia intelectual.

   La pose de ciertas personas que han entrado en el mundo de la música clásica sólo por estar o porque no encuentran otro sitio mejor, o porque les han puesto ahí simplemente, está haciendo tanto mal al mundo de la verdadera música como las decisiones de algunos de nuestros políticos menos preparados. Qué pena que se vaya Zubin Mehta del Palau de les Arts de Valencia, uno de los pocos proyectos de nivel internacional que había en España.

   Pasa lo mismo con la música en las escuelas e institutos, que en algunos casos ya ni se explica, salvo acudiendo a lo popular y simplón, porque hay profesores que confunden la capacidad intelectual de un niño con la de cualquier héroe del silencio. Y decimos “28 alumnado” y tan tranquilos. Qué cosas.

   Hace unos días tuve la oportunidad de hablar con algunos jóvenes sobre la “música” de Rihanna y Cyrus. Les sorprendió que les dijera que no era música. “No todo lo que tiene sonidos es música, igual que no es cantante todo el que canta ni se es arquitecto sólo por haber hecho una casa". Yo mismo tengo un familiar que se ha hecho la suya y, evidentemente, no lo es. Al principio creían que bromeaba y sonreían, creyendo que se trataba de una licencia retórica, pero cuando vieron que hablaba en serio incluso se sintieron ofendidos. “La música”, intenté explicarles en vano, “se entiende y termina en sí misma, se explica por sí sola y posee un desarrollo propio, derivado de su realización histórica”, lo de Miley Cyrus no podría entenderse sin la propia Cirus. Es lo que ella es y hace lo que fundamentalmente tiene éxito. En realidad, les dije, lo importante en la música de Miley Cyrus es Miley Cirus y lo que hace sobre el escenario, y no los sonidos que la acompañan, que si estuviesen interpretados por una mujer de 80 años no tendrían tantas visitas en Youtube”. Y les invité a poner en silencio uno de los últimos videos de Rihanna y Shakira, para observar, primero, que sus provocativos gestos no las diferenciaban demasiado de un stripper, salvo por el dinero que pueden llegar a ganar con su trabajo, y que si quitábamos el sonido o lo sustituíamos por cualquier otro, el interés, sobre todo en el sector masculino, se mantenía. No pude seguir con la argumentación, pero me hubiese gustado insistir en que no puede ser considerado de la misma forma lo que hace Tomás Marco que lo que hace Miley Cyrus, una chica que, casi con seguridad, no sabe lo que es un instrumento transpositor y, por consiguiente, no conoce dónde debe situar la nota en un pentagrama para que una trompa en fa haga sonar de manera correcta un si bemol, por ejemplo.

   Para dejarles tranquilos, aclaré que, el hecho de que no fuera música en sentido estricto, no le restaba interés, y que un video de las citadas artistas podía llegar a ser mucho más interesante que una sinfonía de un compositor mediocre. Esto es cierto también. No tiene nada que ver una cosa con la otra. Recordé lo que dice Gustavo Bueno tan bien, refiriéndose a la música, y corroboró Ramón Barce. Que la música no es ciencia sino arte, aunque la musicología haya querido apropiarse, sin en realidad necesitarlo, de parte del prestigio de las ciencias al llamarse “Historia y Ciencias de la Música”. No pasa nada porque la música no sea ciencia, no implica que sea menos importante por ello aunque, evidentemente, haya todavía hoy muchos que lo piensan, erróneamente.

   Hay un peligro grande en buena parte de la juventud que viene, que parece haberse situado en la pose por la pose, en el gesto por el gesto, en la superficialidad y la apariencia, en la arroba y en el "loslas". Es un peligro real contra el que no se puede hacer más que observar lo que pasa, con la esperanza de que sus errores, que empiezan a ser demasiado grandes, pasen como la novedad de una pose sin interés, o con  un interés muy distinto.

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2 Comentarios
2 Angel Chirinos
30/06/2014 16:08:09
La verdad es que resulta pretencioso el artículo y me sorprenden las clasificaciones de música y no música. No obstante tiene unas cuantas verdades, pero que algunos no estén al tanto de ello no justifica que no se aclare que esto viene de lejos y no es culpa de los actuales medios de difusión de la música. Vamos que llevamos siglos de postureo.
1 Albert Ferrer Flamarich
29/06/2014 21:19:40
Cuatro cosas...
Lo que te preocupa es fruto de la postmodernidad. Me ha gustado tu artículo aunque permíteme puntualizar algunas cosas. Lo de los especialistas en versiones a partir de espotifies y yutubes ya se daba con el boom discográfico. De hecho hay algunos veteranos (y alguno que desgraciadamente sigue ejerciendo como crítico en los periódicos) que saben más de catálogos que de percepción auditiva.

Peligroso me parece afirmar que la música clásica es la verdadera música... Quizá habría que hablar de música y músicas. En cualquier caso, la supuesta presunción elistista en lo cualitativo y esencial de la clásica según tu afirmación no me preocupan. Sobre ello ya se ha escrito tanto que marea sin llegar a una conclusión certera más allá de demostrar que ciertas cosas que se consideran música no lo son. Ahí tu ejemplo con los alumnos es oportunísimo. No obstante, comparar clásica con música comerciales es equivocado porque sus condicionantes y objetivos son muy distintos. Comparten para el gran público la opción de ser ocio... la sociolíga de la música ha escrito mucho sobre ello también. No vamos a dar la brasa.

En cuanto a la posición de los políticos estoy de acuerdo pero que se vaya Mehta tampoco me parece mal. ¿Realmente la ópera de Valencia es un puntal europeo? ¿Se ha convertido en una pseudomeca mediterranea o realmente todo ello -con la calidad estimable de sus músicos y propuestas- estaba más bañado de una apestosa grandilocuencia muy en convergencia con la pose que denuncias en lo musical? Dicho de otro modo, para tener un buen proyecto necesitamos a un Mehta? Si en España hubiera menos 'soplapoll...' en los despachos, muchos músicos de talento brillarían más. Conozco un par de directores de orquesta aplastados por las agencias de otros cuyo renombre vende más. A estos dos directores de oquesta -uno valenciano y otro gallego- apenas conocidos le he odio cosas a la altura de grandes. ¿Por que no les dejan trabajar?

Finalmente, otro punto preocupante es el pésimo nivel de la crítica cada vez más blanca en algunas lides debido intrusismo y a una crisis de ideas y maneras que ha llevado -por distintos factores largos de citar aquí- a que esa educación y formación que la crítica debe hacer, se vaya perdiendo. Sólo pervive en los veteranos más serios y en algunas nuevas generaciones bien formadas.
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