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Crítica: Lisette Oropesa en el Teatro de la Zarzuela

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Autor: Óscar del Saz
15 de diciembre de 2021

Lisette Oropesa pone a «todos en pie» en el Teatro de la Zarzuela, con un recital centrado en la música española e hispanoamericana, acompañada al piano por Rubén Fernández Aguirre

Lisette Oropesa en el Teatro de la Zarzuela

Oropesa puso a todos en pie

Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 13-XII-2021. Teatro de la Zarzuela. Lisette Oropesa: Zarzuela de ida y vuelta. Obras de Francisco Asenjo Barbieri (1823-1894), Manuel de Falla (1876-1946), Astor Piazzola (1921-1992), Joaquín Nin (1879-1949), Jorge Ankermann (1877-1941), Pablo Sorozábal (1897-1988), Ernesto Lecuona (1895-1963), Joaquín Rodrigo (1901-1999), Carlos Imaz (1972), Manuel Penella (1880-1939), Gonzalo Roig (1890-1970). Lisette Oropesa (soprano), Rubén Fernández Aguirre (piano).

   Quizá motivado por la influencia de ciertas plataformas a nivel nacional e internacional, como Zarzuela por el Mundo, Zarzuela: Patrimonio de la Humanidad, Zarzuela USA, Zarzuela Japón, Zarzuela Colombia y otras, no hace tanto tiempo que el Teatro de la Zarzuela -y a la cabeza, su director, Daniel Bianco- se ha empeñado en la empresa de que se refuerce y se propague la idea de la UNIVERSALIDAD de la ZARZUELA. 

   Esto, en realidad, no es nuevo porque, aunque naciera en España, La Zarzuela, al poco tiempo de su aparición, se extendió a la casi totalidad del mundo hispánico (incluido Filipinas-Asia) y, más modernamente, debido a insignes intérpretes -históricamente también habido muchos no españoles-, se ha extendido por todo el mundo. Recordamos con agrado los cercanos y apoteósicos conciertos que en el Teatro de la Zarzuela protagonizaron, aquellas veces con orquesta, el mejicano Javier Camarena o la búlgara Sonya Yoncheva, con la zarzuela como único repertorio. 

   De nuevo, una gran figura de la ópera mundial, la estadounidense-española Lisette Oropesa, cuyas raíces personales y artísticas ahondan en lo hispánico, ha debutado en el coso de la Calle de Jovellanos, convocándonos a un recital -acompañada por el pianista Rubén Fernández Aguirre- diseñado con una atractiva mezcla de distintas esencias españolas e hispanas (en forma de emblemáticas canciones y piezas de zarzuela) para evocar, como ella mismo señaló «el azul del mar y los cielos de Cuba y España» que, como mínimo, sirvieron para demostrar las muy altas cotas interpretativas de la artista.

Lisette Oropesa en el Teatro de la Zarzuela

   Entre ellas podemos destacar -tanto en su canto como en su presencia en el escenario- su apabullante facilidad, elegancia y seguridad canoras, así como sus grandes dotes de comunicación y cercana empatía con el público, que la recibió con una gran ovación nada más aparecer de entre bambalinas y que no hizo más que presagiar el apabullante éxito que finalmente se confirmaría. También es verdad, por el contrario, que lo que comentamos para todos estos artistas, probablemente se quede en eso, «conciertos/recitales», sin que ninguna de esas relumbrantes figuras acepte representar una zarzuela completa, con sus textos incluidos, como sería lo deseable. 

   Para acabar con esta introducción de puesta en contexto, desde aquí pedimos nuevamente -como también lo hicieron Lisette Oropesa y Rubén Fernández Aguirre durante el recital- que el Ministerio de Cultura español ponga de una vez en marcha los trámites para la efectiva consecución del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad para la Zarzuela. La Zarzuela no ha muerto, ni nunca morirá, pero de los respectivos organismos culturales -públicos y privados- de todos los países en donde se ama la zarzuela, se espera y se desea que se intercambien proyectos e ideas que abunden en un objetivo final claro, que no sólo es conseguir el galardón de la UNESCO, sino también apostar por una ZARZUELA, en adelante, revitalizada, protegida y defendida desde los acervos culturales de cada uno de los países donde se respeta, se ejercita su escucha y se representa como teatro musical.

   Lisette Oropesa es una cantante arrojada e inteligente, que sabe que un recital tiene muchas fases y que si bien hay que dosificarse, nunca se debe venir a un teatro importante a «cubrir el expediente» ni a ser «reservón» en la elección de las piezas. Quizá por eso eligió como primera obra del recital «Como nací en la calle de la Paloma», de El barberillo de Lavapiés, obteniendo una vivacísima versión, plagada de ricos matices, que elevó muchísimo -de saque- la temperatura de la sala. 

   A continuación, vino el universo multiforme que recrean las Siete canciones populares españolas, de Manuel de Falla. De apariencia sencilla, cada una de ellas guarda distintos «peligros» a los que una cantante debe saber hacer frente. «Asturiana» y «Nana» son las más comprometidas en cuanto al cuidado en la afinación requerida, también por resultar quizá un tanto graves para una voz ligera como la de nuestra cantante. Salvo por un aislado micro corte en la voz de nuestra protagonista, creemos que la prestación conjunta Oropesa-Fernández Aguirre alcanzó un muy alto nivel por su justeza en la rítmica, la elección de los tempi adecuados, dominio del canto de agilitá a la española y de los consabidos «quejíos», así como no claudicar nunca a esos feos portamentos que escuchamos tan a menudo en otras versiones de estas canciones.

   La voz de Lisette Oropesa (1983), de belleza no totalmente arrebatadora, pero sí de timbre muy personal, esmaltada con un cierto vibrato que la adorna, habiendo debutado en 2007, todavía conserva completamente las características de soprano ligera, si bien goza de un más que apreciable volumen y proyección para esa vocalidad, y una buena capacidad para homogeneizar su voz de arriba abajo, utilizando también adecuadamente el canto de pecho -con las limitaciones propias de su extensión natural-, y pudiendo así abordar sin problemas los registros más graves. También contribuyen determinantemente a su atractivo su capacidad de matización, la inteligente utilización de las medias voces -posee un centro robusto-, y una muy buena dicción y administración del fiato, que le permiten frasear y moldear a conciencia su canto legato.

   Como hemos comentado, el recital discurrió entremezclando -sin orden aparente, ni siquiera pensando en la comodidad de ir hacia un repertorio in crescendo en dificultad- romanzas de zarzuela, canciones y piezas pianísticas de allá y acá del Charco. Respecto de las piezas pianísticas, se ofreció por parte de Rubén Fernández Aguirre el Verano porteño, de Piazzola, por motivo del 100 aniversario de su nacimiento, que vino inmediatamente después de las canciones de Falla, justificando el pianista esta circunstancia -de viva voz- comentando que siempre imaginó el encuentro del exiliado Falla y Piazzola en Buenos Aires. 

   En su enérgica versión, el intérprete sacó todo el jugo a la rítmica, combinándola con una paleta de dinámicas muy bien resueltas técnicamente que consiguieron transportarnos a ese inconfundible ambiente porteño. Más compleja, y virtuosísima en la ejecución, fue la Suite para piano sobre temas de Marina, de Emilio Arrieta, de Carlos Imaz, que nos transportó, con todo lujo de detalles, al pentagrama orquestal de dicha obra. Es Fernández Aguirre un excelente pianista acompañante que hace «cantar» legatísimo al instrumento -cuando es necesario-, con el valor añadido de saber modular todo tipo de dinámicas y saber sacarse siempre de la chistera un admirable «súbito piano» (no siempre justificado, todo hay que decirlo), en modo altruista, para que el/la cantante al que acompaña se luzca todavía más.  

   Por el lado de las canciones cubanas, degustamos los delicados Cantos populares españoles, de Joaquín Nin («Montañesa» y «Tonada del Conde Sol») y la interpretada de forma muy sensual, habanera «Flor de Yumurí», de Bocetos de Cuba, de Jorge Ankermann, terminada en un agudo de preciosa factura. En la segunda parte, y para terminar con nuestros comentarios sobre las canciones, Lisette Oropesa nos maravilló con su versión de los Cuatro madrigales amatorios de Joaquín Rodrigo. Sin duda, de las mejores que hayamos escuchado en directo o en disco, sobre todo de la archiconocida De los álamos vengo, madre, con todos los adornos, trinos, picados, etc., delineados a la perfección y a un tempo muy movido.

   En cuanto al resto de piezas de zarzuela que se ejecutaron, todas ellas lo fueron de forma sobresaliente. Por ejemplo, «En un país de fábula», de La tabernera del puerto, el ya de por sí impactante agudo final fue ejecutado con una asombrosa mesa di voce. Además, distinguió perfectamente la intérprete entre la primera y la segunda parte de la romanza, que aunque tienen idéntica música, el texto de lo que cuenta Marola debe diferenciarse sabiendo transitar de lo ensoñador a lo trágico. 

   «Mulata infeliz», de María la O, de Lecuona, fue admirablemente interpretada con iguales dosis de expresividad y de amargura, como se corresponde con la situación del personaje. Y si de contrastes se trata, porque Lisette Oropesa es capaz de encadenar sin despeinarse una plegaria -la de «¡Bendita cruz…!», de Don Gil de Alcalá-, y a continuación ir a por todas con la salida «¡Yo soy Cecilia!», de Cecilia Valdés, versión también totalmente paradigmática donde las haya, que puso broche de oro al programa oficial, podemos concluir en que no nos extraña nada que se alcanzara una noche redonda, en la que la soprano fue aplaudida y braveada por el público en todos los grandes títulos comentados.

   Durante muchos minutos más, Lisette Oropesa y Rubén Fernández Aguirre fueron aclamados por el público que llenaba totalmente el Teatro de la Zarzuela, debiendo salir a saludar reiteradamente, por lo que ambos obsequiaron a los asistentes con tres propinas que elevaron en muchos grados más la ya muy alta temperatura del patio de butacas y niveles superiores. La primera de las propinas fue otra bonita habanera -que no pudimos identificar- procedente de su querida Cuba. Después, ambos intérpretes atacaron la muy movida romanza de «Las carceleras», de Las hijas del Zebedeo, zarzuela cómica de Ruperto Chapí, cantada a “toda máquina” en el parlato y sin desmayo en los «quejíos». Una versión también de referencia, sin duda. 

Lisette Oropesa en el Teatro de la Zarzuela

  Como última sorpresa, respondiendo a los gritos del público: «¡Guapa!, ¡no te vayas!, ¡vuelve pronto!» nuestra soprano interpretó la romanza de Lissete -entendemos que con ese nombre, la eligiera-  muy poco conocida y poco cantada -por su enorme dificultad-, perteneciente a la zarzuela El húsar de la guardia, del gran Amadeo Vives. Pues bien, fue tan estratosférica dicha interpretación, plagada de trinos, coloratura, agudos, etc., etc., y tal el arrojo por parte de la cantante al emitir el agudo final, que el público casi al completo se puso en pie para continuar aplaudiendo a la gran artista, que cosechó uno de los mayores éxitos que hayamos presenciado en el Teatro de la Zarzuela, éxito que se reflejó después en la calle con muchísimos aficionados esperando la salida de la soprano que intentó atender amablemente -y creemos que lo consiguió- a todo el mundo. Esperamos denodadamente el regreso de Lisette Oropesa al Teatro de la Zarzuela, aunque sea para cantar en el Ciclo de Lied, que seguramente también lo hará muy bien.

Fotos: Elena del Real / Teatro de la Zarzuela

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