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Crítica: 'Los elementos' de Antonio Literes en la New York City Opera

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Autor: Pedro J. Lapeña Rey
9 de mayo de 2017

NOTABLE ESTRENO AMERICANO CON TRESCIENTOS AÑOS DE RETRASO

   Por Pedro J. Lapeña Rey
Nueva York. Harlem Stage. 4-V-2017. Los elementos (Antonio Literes).Samarie Alicea (El Ayre), Melanie Ashkar (La Tierra), Chelsea Bonagura (El Agua), Kelsey Robertson (El Fuego), Magda Gartner (La Aurora), Marco Nisticò (El Tiempo). Dirección Musical: Pacien Mazzagatti. Director de escena: Richard Stafford.

   Uno de los objetivos que se puso la New York City Opera tras su renacimiento el año pasado fue el involucrar a la audiencia de habla española de Nueva York, tratando de ofrecer al menos una ópera o zarzuela anual en el idioma de Cervantes. La aventura comenzó en junio de 2016 con una ópera estrenada en la última década del S.XX: Florencia en Amazonas del mejicano Daniel Catán, que obtuvo un gran éxito de crítica y público, y que reseñamos en su momento en Codalario.

   En esta segunda temporada, la obra elegida ha sido toda una rareza del barroco español. “Los elementos” del mallorquín Antonio Literes. En su primera página, se define como una “Opera armónica al estilo italiano a los años (para celebrar el cumpleaños) de la Excelentísima Señora Duquesa de Medina de las Torres, mi señora”. Compuesta en la primera década del S.XVIII en la Península Ibérica, ha tardado más de 300 años en ser estrenada en el continente americano. Y una vez más, el trabajo de la New York City Opera ha sido notable.

   La figura de Antonio Literes es probablemente la más importante de la música española en las dos primeras décadas del S.XVIII, en plena Guerra de Sucesión Española. A caballo entre dos nombres del calibre de su antecesor Sebastián Durón, y de su continuador José de Nebra, Literes junto al dramaturgo José de Cañizares, triunfan en el Madrid de 1700-1710 con zarzuelas como Acis y Galatea, Con música y con amor, o Jupiter y Danae.

   Es difícil concebir Los elementos como una ópera. Sería más adecuado considerarla una cantata escénica, del tipo de los autos sacramentales de Calderón de la Barca. En la obra se ve efectivamente la influencia del estilo italiano – con la presencia de violines obligados y bajo continuo - que en aquellos años llegaba a la corte española, aunque la sucesión de recitativos – donde se va desarrollando la historia -y arias da capo, comparte protagonismo con los formas clásicas hispánicas de estribillo y copla, e instrumentos tan españoles como las castañuelas, la guitarra, el laúd y o la vihuela.

   Desde el punto de vista dramático, la obra carece de un argumento claro. Tenemos las figuras simbólicas del Ayre, la Tierra, el Agua y el Fuego, todos ellos cantados por voces femeninas. Durante la primera parte de la obra,que transcurre durante la noche, se van presentando a través de recitativos y arias,y nos van anunciando la llegada del nuevo día. En la segunda parte, la obra se animaante la cercanía de la salida del sol. Aparecen la Aurora -también encargada a una voz femenina - y el Tiempo - el único personaje masculino - que animan la obra hasta la tercera parte, que nos presenta la alegría y la fiesta por la llegada del sol. El cuarteto festivo “Suenan los clarines”, comenzado por el Agua y terminado por los cuatro elementos, es como el punto de inflexión donde la obra coge vuelo. Según el musicólogo Antoni Pizà, que firma las notas al programa de mano, el Sol representaba la figura del rey Felipe V, ya que aunque Literes nunca expresó sus simpatías políticas entre Borbones y Habsburgos, la obra fue encargada por los Duques de Medina de las Torres, firmes partidarios del nieto del Rey Sol.

   La obra se representó en el Harlem Stage, una antigua estación distribuidora de agua del tipo de las antiguas del Canal de Isabel II, situada en el campus del City College of New York en la zona norte de Manhattan. El espacio es reducido por lo que la pequeña orquesta se situó al fondo del escenario. Delante de ellos, una enorme sábana blanca servía para separarla del escenario y para mostrar las proyecciones, y otros dos grandes visillos blancos situados un par de metros por delante en los extremos del escenario, servían igualmente de pantallas. Las proyecciones eran alegóricas de fuego, aire y agua, mientras un gran globo terráqueo – que podría estar sacado de google maps – representaba a la tierra. En el pequeño escenario, dos bailarines y los cuatro miembros del coro, vestidos de blanco con pelucas cortesanas, bailaban y acompañaban a los solistas. Estos, con vestidos y tocados de distintos colores – azul el Agua, rojo el Fuego, beis el Ayre, ocre la Tierra, blanco el Tiempo y dorado la Aurora – cantan y bailan con continuos movimientos de brazos y manos – a la manera del baile flamenco - durante toda la función. No hay lo que podemos considerar una dirección escénica, salvo entradas y salidas continuas. El espectáculo en sí es bastante pobre desde el punto de vista dramático, aunque es muy atractivo visualmente.

   Musicalmente, el director Pacien Mazzagatti primó la claridad en la interpretación sobre la intensidad y el calor. Eso hizo que la primera parte fuera un tanto aburrida, y que el tono musical no alcanzara cotas notables hasta la parte final de la obra, donde la alegría y el calor que desprenden las danzas de Literes se apropiaron del escenario.

   Los seis solistas vocales se mostraron a buen nivel. Destacaron sobre todo la soprano puertorriqueña Samarie Alicea en el papel del Ayre, con una voz plena, muy bien emitida, de un calor y un carisma innegable, y la mezzosoprano Kelsey Roberston en el papel del Fuego, quien a pesar de tener una voz de menor tamaño que el resto de sus compañeros, mostró un gran dominio de la coloratura y un canto de gran intensidad a lo largo de la obra. La soprano Chelsea Bonagura como el Agua, tuvo algunos problemas iniciales, aunque fue de menos a mas, con una emisión clara, fácil y precisa según avanzaba la obra. La mezzo Melanie Ashkar, con unos registros central y bajo de gran calidad, hizo del difícil papel de la Tierra toda una recreación, donde destacó la utilización de un seseo realmente delicioso. Impactante tanto vocal como escénicamente la mezzo Magda Gartner como la Aurora, y mas discreto el barítono Marco Nistico, en el papel del Tiempo, de medios interesantes pero con una emisión algo dura.

   De cara a la próxima temporada, que según Michael Capasso, el Director General de la compañía, se anunciará en breve, esperamos cual será el título en español, ya que a pesar de su indudable interés y de su notable interpretación, ni Florencia en el Amazonas ni Los elementos son las primeras obras que nos vendrían a la mente si alguien nos pregunta cuales son las obras mas significativas del teatro musical en castellano.

Foto: Sarah Shatz 

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