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Crítica: «Los milagros de María» de Bohuslav Martinu en la Ópera de Brno

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Autor: Pedro J. Lapeña Rey
18 de enero de 2023

Crítica de Pedro J. Lapeña Rey de la ópera Los milagros de María de Bohuslav Martinu en la Ópera de Brno

«Los milagros de María» de Bohuslav Martinu en la Ópera de Brno

Obra de arte total

Por Pedro J. Lapeña Rey
Brno, 15-I-23, Národní divadlo Brno. “Hry o Marii - Los milagros de María” (Bohuslav Martinů). Daniel Bambas (el líder del juego-narrador), Jana Hrochová (Arcángel Gabriel/novia/la madre de Dios/la hija del herrero/Sor Marta), Andrea Široká (Mariken/María/Soprano), Daniela Straková-Šedrlová (Sor Paskalina/novia), Jan Šťáva (Comerciante de aceite/novio/Dios/herrero), Igor Loskar (Comerciante de aceite/el diablo/el posadero), Petr Leviček (Novio/Maskaron/tenor). Orquesta y coro del Teatro Nacional Janáček de Brno. Coro infantil de Brno. Coro académico checo. Musical: Jakub Klecker. Dirección de escena: Jiří Heřman

   La primera vez que oí el nombre de Bohuslav Martinů fue hace más de 30 años, en un programa de la entonces Radio 2. Semana a semana, Santiago Martín Bermúdez nos descubría a este compositor prácticamente desconocido por nuestros lares, y cada obra nueva que presentaba me parecía más fascinante que la anterior. Era una música directa, que impactaba con una claridad asombrosa y destilaba un modernismo fresco sin duda heredero del neoclasicismo parisino de Albert Roussel o Igor Stravinsky, y donde también eran obvias las influencias de su tierra natal. Esa rítmica local palpitante que por entonces también descubríamos en Leoš Janáček de la mano de las grabaciones de Sir Charles Mackerras y de la convulsión que provocó el estreno en Madrid de Jenufa. No parábamos de leer que lo moderno era el atonalismo, el dodecafonismo y todas sus derivadas posteriores, pero aquí redescubríamos que la vía de Stravinsky y Falla -por poner un par de ejemplos- era tan moderna o más, y por ende, te ofrecía un mundo nuevo tras otro.

   La vida de Martinů fue la de un nómada del S. XX en una Europa que en menos de un cuarto de siglo sufrió dos guerras mundiales. Vivió hasta los treinta y tres años en su Bohemia natal donde llegó a ser violinista de la Filarmónica Checa del legendario Václav Talich y donde compuso cerca de 130 obras, principalmente canciones y obras para piano, aunque también varias músicas incidentales y ballets. En 1923 se trasladó a París donde comenzó lo que podemos describir como su segundo período, que terminó abruptamente cuando los alemanes invadieron Francia. Huyó a los Estados Unidos donde pasó más de diez años hasta que finalmente regresó a Europa, a la suiza de Paul Sacher, benefactor de tantos compositores de esa época donde murió sin llegar a cumplir los 69 años. Autor de una ingente cantidad de obras, cada uno de sus periodos compositivos estuvo marcado por la música que se le encargaba. Si América le hizo zambullirse en la sinfonía, su etapa parisina fue la más fecunda en las artes escénicas. 

   Martinů aterriza en el París de los felices años 20 donde la ópera iba perdiendo la hegemonía que había mantenido durante el siglo XIX en detrimento del ballet. Los Stravinski, Ravel, Falla o Bartok desplegaban una partitura tras otra que el público devoraba sin parar. Entre su experiencia previa y sus clases con Albert Roussel, siguió componiendo ballets y empezó a hacer sus pinitos con la ópera. Además, una de las consecuencias que trajo la Primera guerra mundial fue el desmembramiento del Imperio austrohúngaro. Cada uno de los países trataba de exaltar su condición nacional y Checoslovaquia no era una excepción. Si Alfons Mucha con su serie de pinturas La épica eslava o Leoš Janáček con sus óperas fueron dos de las figuras capitales, Martinů también se implicó desde París. En 1933 estrena en Praga su ballet folclórico nacionalista en tres actos Špalíček, donde utiliza la leyenda de Santa Dorotea y utiliza melodías tradicionales y canciones infantiles basadas en cuentos y leyendas populares.

«Los milagros de María» en Brno

   En ese caldo de cultivo, Martinů asiste en París a una representación de una obra del escritor francés Henri Ghéon de temática religiosa. Rastrea temática similar en varias obras medievales checas en las que busca valores éticos y tradicionales, pero finalmente se decanta por leyendas francesas y flamencas. Martinů no era un compositor de fuertes creencias religiosas, pero sí le movía la ética y la búsqueda de la espiritualidad. El resultado es su primera gran ópera, Hri o Marii - Los milagros de María que en realidad son cuatro, cuatro parábolas sobre el pecado y el perdón, todas ellas con el común denominador de la Virgen María. La primera que ejerce de prólogo es “Las vírgenes sabias y las vírgenes necias”, basada en la parábola de las 10 vírgenes del Evangelio de San Mateo, muy popular en la Edad Media, y que tuvo una enorme influencia en el arte gótico, y en la arquitectura de las catedrales francesas y alemanas. La segunda es el milagro medieval de Mariken de Nimégue, historia en la que la joven se hace amante del diablo, pero tras asistir a una obra en la que se disputa sobre si un pecador merece condenarse o no, Mariken se arrepiente y busca el perdón. La tercera, Natividad es un breve intermezzo pastoral donde una chica que no tiene brazos se cura milagrosamente al ver al niño en los brazos de María. La cuarta y última es la leyenda de Sor Paskalina, donde la Virgen María ha encubierto durante años el pecado de la monja que se había escapado del convento, no se sabe si solo en sueños o en realidad. El estreno tuvo lugar en Brno el 23 de febrero de 1935 y desde entonces se ha representado con cierta asiduidad en Chequia y en Alemania. Sin embargo, fuera de allí es desconocida y durante años, solo hemos tenido acceso a ella a través de la grabación que hizo el sello Supraphon de la mano del añorado Jiří Bělohlávek.

   En la obra nos encontramos como Martinů se va alejando de la vanguardia y de los ritmos de los años veinte, para ir construyendo su propio lenguaje musical. Cada una de las cuatro obras tiene un concepto propio, pero hay mucha música común, innovadora y original, que crea puentes entre ellas. Y no solo entre ellas: en Sor Paskalina, con su música ensoñadora pero cada vez más dramática, atisbamos ya a vislumbrar Juliette ou la Clé des songes, esa maravillosa obra maestra que compone tres años después. En diversas ocasiones Martinů comentaba que él no quería crear una imagen realista de la vida en el escenario, sino la ilusión teatral más perfecta. Y ahí, en ese mundo irreal y de fantasías, el director de escena Jiří Heřman se encuentra como pez en el agua. 

   Ya hemos reseñado en el pasado alguna de sus producciones como La pasión griega o su dupla Desde la casa de los muertos/Misa glagolítica que abrió la última edición del Festival Janáček. Aquí aun se supera más -o mejor dicho, se superó, ya que la producción es de 2015-, con una puesta en escena primorosa, de una belleza apabullante, y donde no necesita inventarse ninguna historia paralela, ni ningún escándalo fuera de tono, para dejarnos rendidos a sus pies. Tampoco se necesitan explicaciones adicionales o libro de instrucciones. Es clara, sencilla y directa. Conecta las cuatro obras a través de imágenes bellísimas y de una grandeza casi litúrgica -fruto de la escenografía de Pavel Svoboda y del vestuario de Alexandra Grusková- y un movimiento de actores muy inteligente. Una obra de arte total con tres elementos esenciales. El primero es la exquisita coreografía de Jan Kodet, que con sus ángeles y bailarines, ejerce como correa de transmisión de una obra a la siguiente. El segundo es el popular actor checo Daniel Bambas en el papel hablado del líder del juego, que nos narra las cuatro historias con gran solvencia y una expresión muy convincente. Y el tercero, el papel extraordinario de los coros -llegan a juntarse en escena tres conjuntos distintos- que Jiří Heřman sitúa en diversos momentos en las tribunas laterales superiores del teatro, y que a modo de coro griego también nos van relatando la acción. 

«Los milagros de María» de Bohuslav Martinu en la Ópera de Brno

   El elenco vocal mantuvo una gran solvencia. Daniela Straková - Šedrlová fue una adecuada Sor Paskalina. De canto fácil y colorido, sin vibrato aparente, y fácil en el agudo, en escena se movió en los postulados espirituales del Sr. Heřman. Prestación similar la de Andrea Široka como Mariken, aunque ésta mostró algo más de tensión escénica. Igualmente, Jana Hrochová fue una ensoñadora Arcángel Gabriel y una entregada hija del herrero. Por su parte, en el lado masculino, tanto Jan Šťáva como Igor Loskar superaron sin problemas sus pequeños papeles, mientras que Petr Leviček dio lustre al breve e intenso papel del Maskaron, el abogado del diablo.

   El director de orquesta Jakub Klecker demostró un excelente conocimiento de la obra y de la producción, extrayendo lo mejor de la orquesta, y gestionando la compleja rítmica de la partitura y la enormidad de efectivos –más de 200 entre orquesta, solistas y los tres coros-. Los puntos fuertes fueron sobre todo el cómo dotó de un colorido orquestal fascinante a lo que se veía en el escenario, y como consiguió que los coros sonaran sutiles aquí, equilibrados y compactos allá, pero manteniendo siempre un colorido y una armonía encomiables. Como colofón la impresionante misa de poco más de cinco minutos con que concluye Sor Paskalina. Tras su Kyrie, su Hosanna y su Benedictus, culmina con el sobrecogedor y dramático Dona nobis pacem final, de impacto casi similar al Te Deum de Tosca, donde tanto las voces femeninas como las masculinas rozaron la catarsis.

   Una nueva función fascinante en Brno que nos ha redescubierto otra obra de primer nivel -cercana en calidad a la Julietta o a la Pasión griega- de ese compositor inclasificable que fue Bohuslav Martinů, con unas bazas que nunca fallan: una excelente dirección musical y una puesta en escena visualmente espectacular donde se hace algo tan simple como contar la historia, sin modificaciones ni añadidos innecesarios. Mas de 10 minutos de aplausos con el público puesto en pie, nos dan una idea del éxito clamoroso que consigue esta producción que se repone de manera habitual desde su estreno en 2015. Se que es mucho pedir pero animaría a cualquier director de teatro español a que se diera una vuelta por aquí si se vuelve a reponer. Quizás nos lleváramos una sorpresa.

Fotos: Národní divadlo Brno

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