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Crítica: XI Festival Internacional de Música de Cámara «Málaga Clásica»

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Autor: José Antonio Cantón
4 de junio de 2023

Crítica del concierto de Robert Kowalski, Anna Margrethe Nilsen, Jesús Reina y Joanna Wronko (violines), Laura Romero Alba (viola), Adolfo Gutiérrez y Øyvind Gimse (violonchelos), Natalia Kuchaeva y Julien Quentin (piano), Susanne Hvinden Hals soprano y Nils Georg Nilsen (tenor) en el XI Festival Internacional de Música de Cámara «Málaga Clásica»

XI FESTIVAL INTERNACIONAL DE MÚSICA DE CÁMARA «MÁLAGA CLÁSICA»

Cambios de paradigmas musicales

Por José Antonio Cantón
Málaga, 31-V-2023. Teatro Echegaray. XI Festival Internacional de Música de Cámara - “Málaga Clásica”.  Obras de Bartók, Berio, Biber, Cage, Cowell, Kodály, Paganini y Schickele. 1-VI-2023. Obras de Auber, Poulenc, Rzewski,  Schönberg/Boublil, Shostakovich y Vieuxtemps. Intérpretes: Robert Kowalski, Anna Margrethe Nilsen, Jesús Reina y Joanna Wronko (violines), Laura Romero Alba (viola), Adolfo Gutiérrez y Øyvind Gimse (violonchelos), Natalia Kuchaeva y Julien Quentin (piano), Susanne Hvinden Hals soprano y Nils Georg Nilsen (tenor).

   Con el título «Málaga Clásica», el Festival Internacional de Música de Cámara de Málaga se ha consolidado como uno de los eventos culturales más importantes de la capital de la Costa del Sol en cuanto al arte musical se refiere. Sus directores, los violinistas Anna Margrethe Nilsen y Jesús Reina, han venido orientando a lo largo de once ediciones la temática de cada una de ellas con especial acierto dado que siempre han causado curiosidad por su contenido y oportunidad de escucha. Con el título «Revoluciones» han querido definir el Festival de este año, contando con un variado plantel de intérpretes que generan gran expectación dado su arte y compromiso con la música de cámara.

   El concierto de apertura, con el lema «Nuevos Caminos», ha servido para experimentar en su ejecución y escucha algunas obras que han servido para plasmar musicalmente variados efectos naturales y estados de ánimo no sin cierto grado de humor en algunos casos. Así ocurrió con la Sonata para viola a 4 manos y piano del compositor norteamericano Peter Schickele en la que la superposición de las manos genera un ejercicio casi gimnástico del que salieron más que airosos los intérpretes, Laura Romero Alba y Jesús Reina, acompañados al piano por Natalia Kuchaeva. El concierto se inició con la Sonata representativa en La para violín y teclado de Heinrich  von Biber, prestigioso violinista alemán del siglo XVII, con la que Robert Kowalski y Julien Quentin, demostraron su ingenio como imitadores, de modo llamativo en el caso de los sonidos de la rana, la codorniz y la diversidad de maullidos del gato, que provocaron estados de contenida hilaridad en el público.

Málaga Clásica

   Causó sensación la interpretación de la obra del californiano Henry Cowell, Aeolian Harp para piano, que Julien Quentin expuso con cierto misticismo, provocando que calaran en el oyente las sonoridades del cordaje del instrumento implementadas por una impecable técnica de pedal. Este pianista francés fue también quien puso en funcionamiento la ‘silente’ y a la vez famosa obra de John Cage, 4’33’’ que, después de setenta y un años, sigue generando estupor en el oyente por su radical intención rupturista del compositor en su empeño por demostrar que el silencio absoluto no existe.

   Siguiendo el sentido experimental del programa, fue muy interesante la puesta en acción de la versión para piano de la Fantasia de Moises en la cuerda Sol, MS 23 que Niccolò Paganini escribió sobre temas de la ópera Moisés en Egipto de Gioachino Rossini que iniciaron Robert Kowalski y Natalia Kuchaeva, continuando su interpretación al violín cuatro brillantes alumnos de la Academia Internacional Galamian de Málaga; Analía Camacho, Ismael Bonilla, Frida Gandía Jensen y María del Mar Jurado, que hicieron gala de musicalidad y llamativa desenvoltura técnica.

   La segunda parte del programa fue ocupada inicialmente por una selección de dúos de Luciano Berio y Béla Bartók a cargo de las violinistas Joanna Wronko y la codirectora del Festival, Anna Margrethe Nilsen, demostrando su gran sentido musical, capacidad de lectura y asunción estilística con el mensaje de los autores, tanto en el dueto Bela, en el que el compositor italiano parece que quiso tener en cuenta a Bartók, como con una selección de seis de los cuarenta y cuatro que, con tal estructura, compuso este músico húngaro; miniaturas que sirvieron para que ambas intérpretes fueron descubriendo algunas de las esencias de la inspiración de este gigante de la creación musical del siglo XX.

   La pieza mayor fuste camerístico fue la que cerró la velada a cargo de Jesús Reina y el violonchelista Adolfo Gutiérrez; el Dúo Op. 7 de Zoltán Kodály, una de las partituras más originales escritas para tan poco frecuente formato instrumental. De su allegro inicial, ambos intérpretes hicieron un pleno ejercicio de conjunción que quedó rubricado con la resolutiva coda final en la que mostraron todas sus habilidades técnicas puestas al servicio de la complejidad tanto estructural como estética de este dúo. Resaltaron el carácter contrapuntístico del Adagio central, que se acentuó con el dramático sonar del violonchelo en su fugado segundo tema. Como en el primer movimiento, volvieron a brillar los intérpretes en la recapitulación recordando, en algunas células motívicas, sus primeros episodios. La concentración y tensión interpretativa se acumularon en el último tiempo, de modo especial en el Presto que lo cierra, dada la manifiesta expresividad que desarrollaron en sus aires de danzas populares magiares. El apasionamiento mutuo se hizo patente, culminando una interpretación palpitante como cierre de un programa muy bien pensado en el que todos los músicos que intervinieron se sintieron gustosamente concernidos, dando lo mejor de sí mismos. Como siempre ocurre, uno de los determinantes secretos que singularizan este Festival.

   Junto a obras curiosas por su interés anecdótico y hasta político, como el aria para tenor Du pauvre seul ami fidèle de la ópera La muda de Portici del compositor francés del siglo XIX Daniel Auber, famosa por su mensaje liberal, que el cantante noruego Nils Georg Nilsen expresó con mucho gusto acompañado por Natalia Kuchaeva, o el tema para piano solo que ésta apuntó de la canción protesta chilena El pueblo unido jamás será vencido que el norteamericano Frederic Rzewski fue modificando el año 1975 a lo largo de treinta y seis variaciones, destacaron en la segunda jornada del Festival, que llevaba por título «Revolución Popular», la Sonata para violín y piano, FP 119 de Francis Poulenc y el imponente Cuarteto nº 8 en do menor, Op. 110 de Dmitri Shostakovich. Robert Kowalski y Julien Quentin afrontaron la obra del músico francés desde una perspectiva diríase  vindicativa, si entendemos de alguna manera cómo esta obra hasta el momento no ha sido lo suficientemente valorada. Su carácter dramático -pensemos que está dedicada a la memoria de Federico García Lorca- estuvo siempre presente, de forma especial en el carácter elegíaco de su Intermezzo, que sirvió de motivo de mentalización convincente para los músicos que llenaron su discurso de meditativa serenidad, provocando un gran contraste con la rítmica apasionada de los movimientos extremos; un allegro inicial y un trágico presto que presenta y concluye respetivamente la tragedia lorquiana que desea reflejar el compositor en sus pentagramas. Violinista y pianista colmaron de pasión la transmisión de tal mensaje.

   De modélica factura hay que calificar la versión del posiblemente más famoso cuarteto de Shostakovich. Los violinistas polacos Robert Kowalski y Johanna Wronko, la violista malagueña Laura Romero Alba y el violonchelista noruego Øyvind Gimse, desde sus diferentes experiencias, han sabido generar una unidad expresiva realmente admirable para afrontar los cinco movimientos de esta obra. Con manifiesto dramatismo expusieron su primer Largo, en el que cada instrumento viene a refirmar, desde la manifestación inicial de violonchelo, la concentrada belleza de su inquietante tema. En el danzante desenfreno del Allegro llegaron todos a un grado de virtuosismo que favorecía la percepción de la clara y precisa confrontación entre los instrumentos. Jugaron con gran sentido estético en la aparente inestabilidad tonal del Allegretto realzado por su sobrecogedor aire de vals. Los cuatro intérpretes asumieron el carácter fúnebre del segundo Largo subiendo el dramatismo de su interpretación a un límite verdaderamente trágico, para terminar sumergiéndose en el movimiento que cierra la obra con verdadero sobrecogimiento en su diminuendo final. Se acababa de producir así uno de los momentos más relevantes de la historia del Festival.

Fotos: Daniel Pérez / Festival «Málaga Clásica»

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