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Crítica: Minkowski dirige 'Il turco in Italia' en Aix-en-Provence

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Autor: Alejandro Martínez
20 de julio de 2014
Olga Peretyatko como Fiorilla

UN TURCO INTERMITENTE

Por Alejandro Martínez

13/07/2014 Festival Internacional de Aix-en-Provence: Théâtre de l'Archevêché Rossini: Il turco in Italia. Olga Peretyatko, Adrian Sâmpetrean, Alessandro Corbelli, Lawrence Brownlee, Pietro Spagnoli, Cecilia Hall, Juan Sancho. Les Musiciens du Louvre-Grenoble. Ensemble vocal Aedes. Marc Minkowski, dir. musical. Christopher Alden, dir. de escena.

   Amen de la climatología, otro gran asunto ha marcado las representaciones de la presente edición del Festival Internacional de Aix-en-Provence. Nos referimos al problema de los intermittents, los muchos artistas y empleados técnicos vinculados a un régimen laboral específico conveniado para quienes tienen, como es su caso, una ocupación discontinua en este sector artístico. Los citados intermittents han visto endurecer drásticamente sus condiciones en los últimos tiempos y se han visto obligados por ello a hacer notar su presencia, obstaculizando el normal transcurso de algunas representaciones para trasladar sus reivindicaciones. Ese fue el caso de la première de este Turco in Italia, que no pudo realizarse precisamente por este motivo. En la representación que nos ocupa, lo mismo que en La flauta mágica del día siguiente, se leyó un manifiesto con las reivindicaciones en cuestión, con buena parte de los artistas solidarizándose con el equipo técnico en escena, incluido el propio Minkowski que tomó la palabra para solidarizarse con las reivindicaciones expuestas. La lectura del manifiesto en cuestión levantó una acalorada polémica entre el público presente, dividido entre los aplausos de los partidarios (mayoritarios) y los abucheos de los contrarios (más bien anecdóticos). Sea como fuere, si la première fue impedida por los intermittents, la segunda función se tuvo que dar en versión concierto por la lluvia, no llegando el verdadero estreno escenificado hasta la tercera representación. De ahí que pueda hablarse, con justicia, de un Turco intermitente en toda regla.

   En escena se disponía una nueva coproducción a cargo Christopher Alden y en colaboración con la Ópera de Dijon, el Teatro Wielki de Polonia y el Teatro Regio de Turín. En términos generales su propuesta naufraga por el halo intelectual y al mismo tiempo desenfadado que quiere insuflarle. Hay obras, como este Turco, que poseen una natural gracia y desenvoltura y no requieren mucho más que recreaciones literales para dejar respirar su teatralidad innata. De algún modo eso es lo que lograba Christof Loy con su producción vista en Barcelona. Alden propone asimilar la historia rossiniana, en torno a la figura del poeta, a la que Pirandello desarrolla en su Seis personajes en busca de autor. Un giro sesudo que no funciona porque no conduce a ningún resultado plausible, con el demérito añadido de una escenografía, firmada por Andrew Lieberman, un tanto grotesca y desnortada, siquiera vistosa. Lo mismo cabe decir del vestuario de Kaye Voyce, que apenas acierta con la caracterización de Fiorilla. El trabajo de luces de Adam Silverman es esforzado y resuelve con oficio la iluminación en un espacio tan peculiar como el espacio abierto del Teatro de la Archevêché.

   En el reparto vocal destacó, por su bien labrada mezcla de desparpajo y temperamento, la Fiorilla de Olga Peretyatko, cuajando un buen retrato como cómica mujer fatal, desenvuelta en escena y con una notable línea de canto, a pesar de una resolución no del todo inmaculada de la coloratura, que es por lo general precisa pero no virtuosa. Adrian Sâmpetrean, como Selim, ofreció una voz bien timbrada, redonda y generalmente dúctil. Algo rudo en algunos instantes, nos pareció sin embargo, en conjunto, un solista a seguir. Lawrence Brownlee, como Narciso, ofreció a nuestro gusto un timbre demasiado claro, poco redondo y nítido, aunque con extensión suficiente, capaz de cantar con solvencia en las incómodas posiciones que le dictaba la producción. Alessandro Corbelli retiene toneladas de oficio pero el timbre se muestra ya muy gastado, declamando más que cantando su parte en esta ocasión. Pietro Spagnoli resolvió la parte del poeta con el mismo oficio que ya mostrase en las funciones de Barcelona antes citadas. Solvente, sin alardes, la labor de los comprimarios Cecilia Hall, como Zaida, y el español Juan Sancho como Albazar.

   Dejamos para el final lo más atractivo de la propuesta, la labor de Marc Minkowski desde el foso, al frente de sus Musiciens du Louvre-Grenoble. Nos convenció sobre todo por el tono brioso y vivaz dispuesto (magníficos los crescendi al cierre de los numerosos concertantes), con un sonido muy compacto, firme, aunque seguramente menos ligero, liviano y teatral de lo que Rossini demanda. Su orquesta respondió con la esperada solvencia, sobre todo las cuerdas y las maderas, y a pesar de algún desliz de los metales en la obertura (ese solo de trompa…). Cerraba el reparto de esta producción la muy solvente contribución vocal del Ensemble Aedes para la parte coral de esta partitura.

Foto: Patrick Berger / ArtcomArt

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