El incombustible Nucci sigue encarnando al buffone más popular de la lírica camino de sus 500 funciones
Completando el reparto encontramos al joven bajo Andrea Mastroni, de medios importantes y bien coloreados al que una emisión con cierto efecto "patata en la boca" hace ininteligible su articulación en su registro más grave. Por su parte, Anna Malavasi como Magdalena ofreció un notable desempeño escénico y vocal, aprovechando los escasos momentos de lucimiento de su partitura para reivindicar su poderoso instrumento. Del resto de papeles la voz más apreciable la lució el Marullo de Marco Camastra, con mordiente y acentos así como el siempre solvente Saverio Fiore como Matteo Borsa. El Monterone de Abramo Rosalen evidenció claros problemas de paso en su imprecación mientras que la Giovanna de Milena Josipovic dio adecuada réplica a Gilda en sus escasas frases. Entre lo correcto y lo intrascendente el resto de personajes, empezando por los condes di Ceprano, Dario Giorgelé y Francesca Micarelli, y finalizando con el usciere de Víctor García Sierra y el paje de Irene Favro en sus testimoniales roles.
En resumen, una fiesta lírica donde los resultados artísticos habrían sido aún más brillantes si la batuta de Riccardo Frizza hubiese tenido algo más de pulso verdiano y tensión teatral. Espléndidos los coros, especialmente en el "zitti, zitti" con amago de aplausos incluido, con abundancia de buenas materias primas. Preciosos los decorados de Raffaele Del Savio y el vestuario de Carla Galleri así como eficaz y respetuosa con el autor y los artistas la dirección escénica de Ivo Guerra, en una producción que cumplía diez años desde su estreno.
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