Crítica: «Orlando furioso» de Vivaldi en el Teatro Campoamor de Oviedo

Atractiva puesta en escena

Por Nuria Blanco Álvarez | @miladomusical
Oviedo. Teatro Campoamor. 19- XI-2025. Orlando furioso (Antonio Vivaldi). Evelyn Ramírez (Orlando), Jone Martínez (Angelica), Shakèd Bar (Alcina), Maria Zoi (Bradamante), Serena Pérez (Medoro), Arnaud Gluck (Ruggiero), César San Martín (Astolfo). Coro titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo). Orquesta Oviedo Filarmonía. Dirección musical: Aarón Zapico. Dirección de escena: Fabio Ceresa.

   Continúa la temporada de ópera de Oviedo esta vez con el estreno de Orlado furioso, un Dramma per musica de Antonio Vivaldi muy poco transitado desde su estreno en 1727 que, sin menos precio de su valor histórico, bien podía haberse recortado en buena parte y disminuir sus tres horas de duración. La escena, a cargo de Fabio Ceresa, fue muy notable, sin apenas cambios a lo largo de la representación, pero efectiva, detallista y muy bien aprovechada, con una llamativa venera como eje central de la acción a modo de palacio de Alcina -como si del Nacimiento de Venus de Botticelli se tratara-, que se giraba a vista del público para ofrecer la otra cara de la luna, en una suerte de encuentro entre “las alturas más vertiginosas del cielo y los abismos más profundos del océano” tal y como explica el director de escena sobre la obra del escenógrafo Massimo Checchetto, una idea estética que muestra también el contraste propio de la música barroca. Muy llamativo el coloso mecano del final del tercer acto que se va desmembrando a medida que Orlando va entrando en razón y original el hipogrifo -caballo alado con cabeza de águila- a modo de gran marioneta que deambuló por la escena. Precioso el vestuario de Giuseppe Palella, muy elegante y cohesionado entre los diferentes personajes, lleno de dorados y brillos, pero con toques granates para la maga y su corte, y azulados para el resto. Estupenda la dirección escénica de Ceresa, muy limpia y bien trabajada y con gran aprovechamiento de los seis bailarines que enriquecían las escenas de Alcina con su presencia.

   No estuvo sin embargo al mismo nivel la visión musical de Aarón Zapico, que abusaba de los bruscos contrastes forte piano con la Oviedo Filarmonía que tapaba además por momentos a algunos cantantes. Preciosa la intervención de la flautista Mercedes Schmidt durante el aria “Sol da te, mio dolce amore” de Ruggiero, a quien el contratenor Arnaud Gluck dio vida con gusto interpretativo y delicada línea de canto. Bien llevado el continuo a cargo del clave, chelo y tiorba. 

   Shakèd Bar en el papel de la hechicera estuvo magnífica, tanto en lo dramático como en lo vocal, llena de energía e intención, mientras que Evelyn Ramírez interpretó a un Orlando un tanto plano en lo dramático y con un timbre muy oscuro tendente al engolamiento. El caballero enloquece cuando su amada Angélica se casa con Medoro, interpretados respectivamente por Jone Martínez, con una bellísima voz natural de gran facilidad para la coloratura, y Serena Pérez, de voz pequeña, que empastaron delicadamente en su dúo nupcial. La otra pareja de enamorados, Ruggiero y Bradamante, estuvieron encarnados por el mencionado Arnaud Gluck y la mezzo Maria Zoi, quien comenzó con ciertas dificultades para sobreponerse a la orquesta que la inhabilitaba en las partes más graves. César San Martín, correcto como Astolfo, fue la única voz grave del elenco. Bien las escasas intervenciones fuera de escena del Coro Intermezzo.

Fotos: Iván Martínez