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CRÍTICA: LA FURA DELS BAUS DECEPCIONA EN ROMA CON SU MONTAJE DE 'SAMSÓN Y DALILA'. Por Alejandro Martínez

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Autor: Alejandro Martínez
15 de abril de 2013
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 LA FURA DECEPCIONA DE NUEVO

Samson et Dalila (C. Saint-Saëns). Ópera de Roma, 09/04/13


      La Ópera de Roma proseguía su presente temporada poniendo en escena Samson et Dalila de Camille Saint-Saëns, con el atractivo escénico de un nuevo montaje a cargo de La Fura dels Baus. La obra de Saint-Säens es tremendamente irregular. Posee páginas de una orquestación inspirada, aunque a menudo visiblemente académica. Y lo mismo sucede con su tejido melódico, eficaz, pero reiterativo y escaso. No es un tampoco un prodigio de exposición dramática, dada la sucesión tan parca de cuadros que nos presenta. Y sin embargo, ofrece momentos de una musicalidad emocionante y lograda como el "Printemps qui commence", el consabido "Mon coeur s´ouvre a ta voix" o la primera escena del último acto, el "Vois, ma misère, hélas!". Páginas que contrastan con la música irritante y pueril del "Dagon se révèle", por ejemplo.
      En el papel titular destacaba por su interés la presencia del tenor letón Aleksandrs Antonenko, a quien ya habíamos escuchado antes en la piel de Otello (París, 2011). Estamos sin duda ante una voz de importancia, por su caudal y por su color, aunque con los consabidos lastres de una fonación eslava. Lo más destacable de Antonenko es la proyección de su emisión y el squillo habitual que ofrecen sus sonidos en la franja aguda. El centro es consistente y tanto en la emisión en piano como la media voz demuestra controlar el sonido. Destaca también su lograda dicción en francés, mejor que la de Borodina, su compañera de reparto en esta ocasión. Interpretativamente Antonenko no se queda atrás, aunque su trabajo presenta más reservas. El mencionado Otello parisino estuvo lleno de detalles dramáticos de interés. Pero o ha sido tanto el logro en el caso de su Samson. Si bien vocalmente se antojó irreprochable, lo cierto es que no compone un personaje. Nos atrevemos a decir que en buena medida entorpecido en su labor por la propuesta escénica de La Fura, converitdo su Samson en una mezcla entre El increíble Hulk y El gigante verde, cada uno que escoja el referente que le resulte más familiar. Nos quedamos así con su desempeño vocal más que con su énfasis dramático. En este sentido, queda bien lejos de un Vickers o de un Domingo, por no hablar de un Georges Thill. Se echa de menos un fraseo más creíble, un personaje más heróico y cariacontecido, en lugar del Samson de un solo trazo que nos presenta Antonenko. Lo mejor de su trabajo, en este sentido, vino con el "Vois, ma misère, hélas!", casi a la altura de los grandes antes citados. Un Samson importante, pues, en lo vocal pero todavía con potencial por desarrollar en un plano dramático.

      Teníamos mucho interés por comprobar el actual estado vocal de Olga Borodina, una cantante dotada de un instrumento denso, voluminoso y esmaltado, de primer nivel, en la estela de Obratzsova, pero que ha pasado por momentos de irregular prestación desde sus inicios. Nacida en 1963, su carrera comenzó pronto, debutando en 1987 en el Mariinsky de la mano de Gergiev. Ya en 1992 llegó al Covent Garden, precisamente con el rol de Dalila, junto a Plácido Domingo. Han pasado pues veinte años desde aquellas primeras Dalilas; de ahí el interés de calibrar su desempeño a día de hoy. Así las cosas, podemos decir que Borodina conserva casi intacta la singularidad y valía de su instrumento, con la lógica tensión en el extremo más agudo, pero con idénticas proyección y coloración. Una gran voz, en suma, de esas que no abundan. Y una intérprete sensible, aunque sin alardes dramáticos. Su canto es más la búsqueda de un sonido rico y de un fraseo limpio, antes que la pretensión de un retrato psicológico. Así, ya desde su primera entrada, el "Printemps qui commence" nos encontramos con instrumento denso pero capaz de sonar dulce y acariciador, verdaderamente poético. La gran página de Dalila no se le escapó tampoco, ofreciendo así un "Mon coeur s´ouvre a ta voix" verdaderamente paladeado, delineando una frágil sensualidad, siempre sobre el texto, jugando con las dinámicas, perfectamente arropada por Dutoit. Una Dalila de primera, pues, sin competencia a día de hoy, a la espera al menos de que Garanca, por ejemplo, decida debutar el rol.
      Más que solventes los secundarios y comprimarios (E. Azizov, M. Korobeinikov, etc.), si bien algo bruscos y monolíticos, escuetos en su labor escénica. Estupendo el desempeño del coro en sus abundantes intervenciones a lo largo de los tres actos. La orquesta titular de la Ópera de Roma, seguramente empujada por los compromisos verdianos de Muti, ha alcanzado una madurez y solvencia dignas de eligió. Presentan un sonido espléndido, brillante, destacando sobre todo la textura de las cuerdas, capaces de un grado sutilisimo de modulaciones. Charles Dutoit, desde el foso, fue un solvente maestro concertador, buscando siempre un sonido teatral y abundando en las páginas de mayor lirismo, si bien escogiendo algunos tiempos más bien morosos y en exceso dilatados.
      Dejamos para el final el capítulo más controvertido de estas representaciones: la propuesta escénica de La Fura dels Baus, con la firma de Carlus Padrissa y con vestuario de Chu Uroz. No estamos, en modo alguno, ante una propuesta provocativa o escandalosa. Si algo nos ha decepcionado en esta ocasión es la banalidad de su puesta en escena. Podríamos resumir nuestra sensación indicando que La Fura promete más de lo que ofrece. Nunca hemos tenido tan alta estima por su Anillo como parece haberse consensuado entre aficionados y críticos. También nos defraudaron sobradamente con su Turandot de Múnich. Así que las decepcionantes sensaciones que nos deja su trabajo sobre Samson et Dalila se suman a esas pasadas impresiones y nos llevan a colegir que La Fura no tiene del todo claro qué significa poner en escena una ópera. Son estas palabras gruesas, pero se entenderán mejor si las ampliamos diciendo que más bien lo que hacen a menudo es tomar las óperas que escenifican como un campo de expresión para sus artilugios y proyecciones. Y eso estaría muy bien si estuviese al servicio de un ideal teatral, por controvertido que fuera, pero a la hora de la verdad nos encontramos con una estética artificiosa que no respira teatro por ninguna parte.
      El uso reiterado de proyecciones y artilugios no redunda en una propuesta escénica integral y coherente, más allá de esporádicos logros estéticos, como es aquí el caso de la escena de entrada de Dalila, jugando con el referente de las flores que aparecen después en su aria (Mon cœur s'ouvre à ta voix comme s'ouvre les fleurs aux baisers de l'aurore"). Así, tenemos una propuesta escénica absolutamente vacía de contenido que se limita a generar dos o tres cuadros con algún valor estético. A cambio, el peaje de contar con los irritantes operarios que La Fura siempre introduce en escena y que entorpecen no poco la acción. Y asimismo errores de bulto en la, por otro lado, escasísima dirección de actores, como la ausencia de un niño que acompañe a Samson hacia el altar, para derribarlo ("Vers les piliers de marbre, enfant, guide mes pas!"). Nos enconamos así con un Samson que avanza con paso firme y resuelto, verdaderamente risible, como curado de su ceguera. Tampoco encontramos tintes orgiásticos o exotismo alguno en la recreación de la bacanal, convertida más bien en una patética exhibición de una supuesta violencia gratuita, a modo de espectáculo colectivo, como sacrificio a Dagon, pero resuelta torpemente, de nuevo con operarios sin fin en escena. En suma, una propuesta decepcionante por su falta de ideas, su conformismo y su reiteración.
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