Crítica de Raúl Chamorro Mena del concierto ofrrecido por Simon Rattle y la Sinfónica de la Radio de Baviera en el ciclo de Ibermúsica en Madrid
Orquesta de ensueño
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 19-XI-2025, Auditorio Nacional, Ciclo Ibermúsica. Taras Bulba (Leos Janacek). Séptima Sinfonía, WAB 107 (Anton Bruckner). Symphonieorchester des Bayerischen Rundfunks – Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera. Director. Simon Rattle
Llegaba a Ibermúsica una de las citas más destacadas de la presente remporada con la visita de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera, una de las mejores orquestas del mundo. La agrupación fundada por Eugen Jochum en 1949 y que ha tenido al frente batutas de la categoría de Rafael Kubelik, Colin Davis y Lorin Maazel, comparecía con su actual titular, Simon Rattle.
La rapsodia Taras Bulba del gran compositor moravo Leos Janacek es una de las numerosas adaptaciones artísticas basadas en el relato de Nicolai Gogol, que narra la historia del guerrero cosaco en eterna guerra contra los polacos. La segunda versión y definitiva de la obra, articulada en tres movimientos, se estrenó en Brno en 1921 y constituye, probablemente, la obra sinfónica más presente en las salas de concierto de quien fue un grandísimo compositor para el teatro.
Rattle demostró su afinidad con la música del siglo XX y su dominio de las tímbricas orquestales, elegancia, claridad expositiva y pulso rítimico, apoyado en una esplendorosa orquesta, de brillo caleidoscópico, con excelsas intervenciones de corno inglés, oboe y violín concertino junto a una cuerda empastada, tersa, radiante. Si primorosos resultaron los pasajes más líricos, no faltó grandiosidad, sin excesos, a los épicos y guerreros en los que brillaron los metales. Presente tambien cómo no, la serena gravedad del tono trágico, pues cada movimiento consagra una muerte, los dos pirmeros las de los dos hijos de Taras Bulba –Andrei, que se enamora de la hija de un General polaco y se enfrenta a su padre, y Ostap- y la del propio protagonista el tercero.
Anton Bruckner y su monumental Séptima sinfonía protagonizó la segunda parte del concierto. Rattle planteó un Bruckner más luminoso de texturas aligeradas y tempi ágiles, en contraposición a la habitual densidad y vigor sonoros de las interpretaciones más tradicionales. La opción de Rattle es perfectamente válida, por supuesto, y fue ejecutada con primor y excelencia por la gloriosa orquesta de la Radio Bávara, pero, en mi opinión, faltaron aristas, hondura y emoción. El británico nacionalizado alemán perfiló dinámicas muy audaces, con pasajes de filigrana camerística, pero que daba la sensación no se integraban en el discurso global, quedando como elementos aislados y cuasi manieristas, muestras de la inmensa calidad de la orquesta y capacidad virtuosa de sus músicos. El colosal crescendo de la coda final del primer capítulo tuvo su efecto, sin duda. Sin embargo, al impresionante adagio, pleno de dolor, intensidad y recogimiento, dedicado al fallecimiento de Richard Wagner, le faltó conmoción y trascendencia, innegociables en música tan sobrecogedora.
Lo mejor de la sinfonía en la interpretación de Rattle llegó en el Scherzo, en el que la batuta planteó un ritmo desenfrenado, vertiginoso, incandescente, bien contrastado con el trío y que creó una sugestiva atmósfera de inquietud y excitación. El cuarto movimiento, un tanto atropellado e insustancial, no encarnó, precisamente, un broche de oro a la interpretación. No está de más insistir, porque es muy justo, en la calidad de una orquesta que, sin duda, sigue demostrando encontrarse entre las más destacadas del Universo.
Fotos: Rafa Martín / Ibermúsica
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