CODALARIO, la Revista de Música Clásica
Está viendo:

Crítica: La Sinfónica Ciudad de Zaragoza, con Juan Luis Martínez y Martín García García

  • Comparte en Facebook
  • Comparte en Twitter
  • txcomparte_whatsapp
Autor: David Santana
19 de marzo de 2025

Crítica de David Santana del concierto ofrecido por la Orquesta Sinfónica Ciudad de Zaragoza, con el pianista Martín García bajo la dirección de Juan Luis Martínez

Martín García García

Música en bruto

Por David Santana
Zaragoza, 17-XII-2024. Auditorio de Zaragoza Princesa Leonor. XXVIII Ciclo de grandes solistas Pilar Bayona. Orquesta Sinfónica Ciudad de Zaragoza, Juan Luis Martínez, director; Martín García García, piano; La Vega, El Polo (Iberia, Libro III) y Lavapiés (Iberia, Libro III) de I. Albéniz; Folías de España de J. Torres y Noche en los jardines de España de M. de Falla.

   Arranca en el Auditorio de Zaragoza la 28ª edición del Ciclo de grandes pianistas dedicado a la ilustre pianista zaragozana del siglo XX Pilar Bayona. Un ciclo que anuncia su interés de promocionar jóvenes talentos junto con grandes figuras de la talla de Leo de María, Arcadi Volodos o Marta Argerich.

   El nombre de Martín García García quizás no sea aún tan conocido, pero el que a sus 28 años arrastre una carrera repleta de premios de gran reconocimiento internacional, sin duda, llama la atención. Apenas hacen falta unos compases para ser conscientes del excelente sonido que el joven asturiano es capaz de lograr. Destaca, precisamente, por aquello que a veces es más difícil de sacar a este instrumento de tecla percutida: su riqueza tímbrica y de dinámicas.

   Al contrario que en la guitarra o en el arpa, el “problema” del piano consiste en que es un mecanismo el encargado de percutir las cuerdas que producen el sonido. Es decir, la distancia entre el intérprete y la fuente del sonido no es tan directa como en otros instrumentos. Por ello, resulta aún más fascinante la forma en la que García García logra sacar distintos timbres de este mecanismo. ¿Cómo? Mediante una escrupulosa atención a la articulación. La forma en la que vuelca su peso sobre las teclas, la delicadeza con la que salta sobre las notas picadas o la continuidad de sonido que logro mediante un uso extraordinariamente pulcro del pedal son, sin duda, los rasgos de este pianista que han cautivado a la crítica. En Lavapiés, una obra en la que, muy en la línea de Albéniz, se desarrolla un paisajismo sonoro, estos contrastes hicieron las delicias del público, apreciándose el sonido del organillo, la música en la lejanía y el jolgorio castizo de Madrid.

   En La Vega destacó más el aspecto de las dinámicas que mencionaba anteriormente, con unos fraseos largos en los que consigue crear gran tensión y, posteriormente, de una forma sublime y que demuestra gran musicalidad, resolver y regresar a la calma, hasta tal punto que se me vino a la cabeza un símil entre sus dedos de pianista y los de un fisioterapeuta o quiropráctico, ambos capaces de apretar en el lugar correcto en el momento preciso.

   El Polo es la pieza en la que se dejaron notar algo más la parte que me toca criticar: el exceso. Si bien la riqueza de matices es loable, no basta con demostrarla constantemente mediante el contraste. Un músico, al igual que un mago o un tahúr, siempre debe guardar un as bajo la manga: la capacidad de sorprender en cualquier momento. En este aspecto, García García revela su mano demasiado pronto, lo que le quita gran misterio a su interpretación. Añadiéndole cierta dosificación, sin duda logrará un resultado mucho más adecuado.

   La segunda parte arrancó con una pieza de Jesús Torres, probablemente el compositor vivo más importante de Aragón y que desde 2017 es compositor residente de la Orquesta Sinfónica Ciudad de Zaragoza. La pieza escogida, Folías de España fue un encargo realizado en 2015 por la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Es esta una orquesta que presentaba, al menos en aquellos años —hace tiempo que no tengo la oportunidad de escucharla— una sección de cuerdas realmente excepcional y, sin duda, Torres debió sentirse inspirado por ella para componer una obra profundamente sinfónica en la que la cuerda tiene un gran protagonismo. La Orquesta Sinfónica Ciudad de Zaragoza decepcionó sobre todo en este aspecto. Hubo notorios fallos de precisión en los pizzcati, faltó más cohesión dentro de las distintas secciones de la cuerda y los graves no sonaron suficiente. La percusión sí hizo una gran labor y los metales, bien reforzados, dejaron pasajes dignos de recordar, pero la sensación en general fue agridulce, ya que no se pudieron apreciar todos los matices de esta excelente obra del maestro Torres.

   Si Folías de España ya le había quedado grande a la Orquesta Sinfónica Ciudad de Zaragoza, otro tanto ocurrió con Noche en los jardines de España, con el agravante de que tampoco se pudo apreciar apenas conexión entre la parte del piano y la orquesta. García Garçía llevo a cabo una interpretación con un gusto muy propio, marcando esos contrastes que ya habíamos mencionado e intentando ciertas licencias que no fueron correspondidas por la orquesta, provocando que el fraseo no fuera un continuum entre el solista y la orquesta. Hubo también varios fallos de precisión, especialmente notorio fue el pizzicato final que se debería haber trabajado mucho más.

   La Orquesta Sinfónica Ciudad de Zaragoza cuenta con una plantilla extraordinariamente joven que, además, no ensaya de forma fija. Por tanto, si bien es loable tener la ambición de abarcar el gran repertorio sinfónico, también es importante tener en mente los límites de cada formación y trabajar con las obras adecuadas para que hagan brillar a los músicos y ofrezcan al público zaragozano la calidad musical que merece, quizás así deje de ser tan escaso.

  • Comparte en Facebook
  • Comparte en Twitter
  • txcomparte_whatsapp

Compartir

<< volver

Búsqueda en los contenidos de la web

Buscador

Newsletter

Darse alta y baja en el boletín electrónico