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Crítica: «Tannhäuser» en Bayreuth 2023

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Autor: José Amador Morales
1 de septiembre de 2023

Crítica de la ópera Tannhäuser de Wagner en el Festival de Bayreuth 2023, bajo la dirección musical de Nathalie Stutzmann

Tannähuser en Bayreuth 2023

Vogt y Stutzmann redondean el Tannähuser de Kratzer

Por José Amador Morales
Bayreuth. Festspielhaus. 20 de Agosto de 2023. Richard Wagner: Tannhäuser. Günther Groissböck (Landgraf Hermann), Klaus Florian Vogt (Tannhäuser), Markus Eiche (Wolfram), Elisabeth Teige (Elisabeth), Ekaterina Gubanova (Venus), Siyabonga Maqungo (Walther), Olafur Sigurdarson (Biterolf), Jorge Rodríguez-Norton (Heinrich), Jens-Erik Aasbø (Reimar), Julia Grüter (Un pastor), Le gateau Chocolat y Manni Laudenbach (actores). Coro y Orquesta del Festival de Bayreuth. Nathalie Stutzmann, dirección musical. Tobias Kratzer, dirección escénica.

   La en su día controvertida producción escénica de Tannhäuser firmada por Tobias Kratzer para el Festival de Bayreuth comienza a encarar el final de su camino con un gran éxito de público. En parte también de una prensa que en su día se dividía claramente, como suele ser habitual ante este tipo de producciones desmitificadoras, pero que ha venido moderando su inicial rechazo e incluso valorando las ideas del bávaro. En la representación que comentamos, la reacción del público no ya al final de la misma sino nada más concluir el primer acto podría calificarse de enfervorizada hasta el punto de resultar hasta excesivamente poco espontánea. En este sentido, también hay que tener en cuenta la disponibilidad de entradas superior a la demanda a última hora, algo insólito en la historia del festival, seguramente motivada por la retirada de espectadores ante una expectativa de relativo disfrute, lo que ha permitido la asistencia de aficionados, particularmente alemanes y en general afines a esta tendencia escénica. 

Tannhäuser en Bayreuth

   La puesta en escena, ya analizada en Codalario por  Raúl Chamorro en su atinado artículo con ocasión del estreno de esta, viene a seguir lo que se está convirtiendo en la gran tradición de Bayreuth: la vulgarización, la provocación y ese ansia por meter con calzador una historia ajena a la obra. Pero lo que más impacta es el mensaje final de fracaso absoluto de la redención por amor – probablemente la esencia conceptual y emocional de todo el corpus dramático wagneriano – llegando incluso a provocar un violento contraste con la ya comentada reacción del público. En uno de los intermedios un compañero de prensa reflexionaba sobre la posibilidad de que las nuevas generaciones tuviesen un mejor acceso al mundo wagneriano con producciones como esta. Pero ¿realmente alguien que "entre” en el mundo de Wagner de esta guisa escénica puede decirse que conoce (inevitable aquí pensar en el consciente por compasión de Parsifal), trasciende y por lo tanto puede disfrutar y experimentar en toda su hondura la música de Wagner?. La propuesta de Krautzer ciertamente no está exenta de tópicos y lugares comunes en la vanguardia escénica de los últimos años (comicidad ante trascendencia, sexo injustificado – Wolfram se disfraza del payaso-Tannhäuser para acostarse con Elisabeth – o violencia extrema) pero también presenta audacias teatrales. Desde la idea de teatro dentro del teatro con la que llega a representarse el propio Festpielhaus y la propia función a la que asistimos hasta la figura de Oskar como alegoría de la historia germana reciente que imaginara Günter Grass, todo podía tener más chicha conceptual y estética pero que, como en el caso del guiño al “El tambor de hojalata”, resulta un añadido grotesco más.  

   Musicalmente es posible que la producción de Kratzer haya tenido en esta última edición su mejor engarce. Y es que la cascada de cancelaciones y cambios de última hora en el festival de este año han afectado a este Tannhäuser, especialmente relevante en lo que atañe a su protagonista y a la dirección musical. Lo mejor que podríamos decir de la batuta de la antaño contralto Nathalie Stutzmann es que se acopla perfectamente a los patrón de intrascendencia de la escena. Ya la obertura, superficial e insulsa, puso de manifiesto toda una lectura posterior carente de intensidad dramática. Tampoco parecía interesarse por el apartado tímbrico y la belleza sonora; la orquesta (¡y menuda orquesta!), prácticamente al igual que el coro, se presentan como un simple fondo. Al haber sido suprimidos todo misticismo, toda épica y hasta todo sentido poético, la dimensión orquestal queda reducida a lo meramente metronómico.

Tannhäuser en Bayreuth

   En cuanto a los cantantes, tras la cancelación y abandono de los escenarios del gran Stephen Gould, el Tannhäuser de Klaus Florian Vogt nos pareció todo un despropósito vocal. A su habitual uniformidad en todos los sentidos (fraseo, expresión, actuación…), falta de apoyo vocal y una caracterización carente de claroscuros, hay que añadir una voz mermada, que ha perdido el escaso brillo de antaño y ahora compromete su musicalidad, acaso la que fuera su mejor virtud. Su instrumento aparecía forzado con un fraseo muscular en el que solo lograba enganchar aquí y allá alguna frase de cierta belleza, cada vez con menos posibilidades conforme avanzaba la función. Y es que tras un primer acto discreto pero pasable, el tenor alemán llegó al límite del precipicio en el segundo y terminó desbordado absolutamente en el tercero. Aquí atacó su racconto sin resuello y acusando una visible fatiga vocal que le llevó a varios quiebros de voz, lo que le hizo avanzar con un exceso de precauciones. 

    Elisabeth Teige sorprendió con una voz hermosa, redonda y de timbre carismático, en esencia lírica pero con capacidad para colorear con sentido dramático determinadas frases. No obstante su Elisabeth pareció algo apocada en comparación con el retrato más dramáticamente contrastado de la inolvidable Sieglinde que ofrecería dos días después en el mismo escenario. Muy convincente Ekaterina Gubanova como Venus de voz homogénea y de grata emisión, algo lineal en lo expresivo pero de atractiva musicalidad. El rol de la mezzosoprano moscovita posee aquí un intenso desarrollo escénico pues llega a participar en el segundo acto asistiendo – tras “colarse” en el Festspielhaus -  camuflada entre los invitados al concurso trovadoresco e incluso participando como una de las cuatro jóvenes que intervienen en el sorteo de cantantes. 

   Por su parte, Markus Eiche ofreció un Wolfram solvente y eficaz en el fraseo pero en exceso plano, sostenido por una materia prima sin especial atractivo ni empaque tímbrico. El Landgrave de Günther Groissböck fue noble en el fraseo y entregado aunque carente de la rotundidad y de las resonancias de bajo puro que asociamos al personaje. El resto de minnesangers resultaron cumplidores, destacando Olafur Sigurdarson como Biterolf en su mordaz invectiva del segundo acto y el buen hacer del asturiano Jorge Rodríguez-Norton como Heinrich. Inolvidable el pastor (devenido en acomodadora del festival) de Julia Grüter, de timbre bellísimo y musicalidad intachable.

Fotos:  Enrico Nawrath / Festival de Bayreuth

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