Crítica: Concierto de Trevor Pinnock, Julia Hagen y la Orquesta del Mozarteum Salzburgo para La Filarmónica

Un grandísimo músico

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 18-XI-2025, Auditorio Nacional. Ciclo La Filarmónica. Die Zauberflöte-La flauta mágica, obertura (Wolfgang Amadeus Mozart). Concierto para violonchelo y orquesta, Op. 104 (Antonín Dvorák). Julia Hagen, Violonchelo. Sinfonía núm. 5, Op. 67 (Ludwig van Beethoven). Orquesta del Mozarteum Salzburgo. Director: Trevor Pinnock. 

   Hay que agradecer enormemente al ciclo La Filarmónica que vuelva a traer a Madrid a un músico de la inmensa categoría de Trevor Pinnock, que ofreció en 2023 con la misma orquesta, la Mozarteum de Salzburgo, un memorable concierto con una Júpiter de Mozart absolutamente referencial, tanto como el Concierto para piano número 3 de Beethoven que nos regaló la eximia Maria Joao Pires, hoy día ya, lamentablemente, alejada de los escenarios. 

   Afable, sencillo, con modos de antidivo, Pinnock encarna el servicio total e incondicional a la música con sabiduría, naturalidad y sin darse importancia. No podía faltar Mozart con esta orquesta y este director y, realmente, la obertura de La flauta mágica fue una absoluta referencia. Sólo la manera de perfilar la transición entre los primeros acordes solemnes y graves a la vivacidad con que entra la cuerda, luminosa, mórbida, bulliciosa, constituyó una magnífica muestra del magisterio dictado desde el podio. También lo fue la propiedad estilística, el refinamiento y la primorosa ligereza. 

   El Concierto para violonchelo de Dvorák es el más emblemático de los dedicados a este instrumento. Uno entiende que todo solista quiera tocarlo, pero sus exigencias son enormes en todos los aspectos. Julia Hagen, a la que habíamos visto con la Orquesta Nacional de España tocar una pieza de Boccherini, más adecuada a sus medios, se mostró totalmente superada por el imponente concierto de Dvorák. 

   El despliegue sinfónico que plantea el compositor bohemio en la larga introducción fue planteado con una mezcla de delicadeza, transparencia y carácter por Pinnock y la orquesta, que desgranó un sonido sedoso y aquilatado. Desde el momento que entró el violonchelo de Julia Hagen se apreció la pobreza del sonido, falto de amplitud, de redondez, de expansión, lo cual en este concierto es una carencia fundamental. Pero lo más grave, esa alarmante carencia de medios no fue compensada por el primor de un fraseo, por una honda expresividad, ni mucho menos. La Hagen demostró escaso carácter, incapaz no ya de emocionar, de manifestar todos los variados requerimientos expresivos del concierto. Efusión lírica, apasionamiento, intensidad, pathos, contemplación filoreligiosa… Nada de nada. Un sonido rauco y sin paleta de colores, un fraseo inane e insustancial, ausencia de dinámicas. aburrimiento. Menos mal que estaba Pinnock y la orquesta, que cantó todo lo que no cantó el chelo, y expresó y, al mismo tiempo, colaboró con la solista con un sonido mórbido, diáfano, y unos fraseos primorosos.

   Como propina Julia Hagen acompañada por uno de los chelistas de la orquesta ofreció el menuet del Duetto Hob:11 de Franz Joseph Haydn. El magisterio, técnica, lucidez y capacidad para tener muy claro su planteamiento y llevarlo a cabo espléndidamente por parte de Trevor Pinnock, se plasmó es una excelente Quinta Sinfonía de Beethoven. Clásica en su perfecto equilibrio y concepto global de la obra. Inconfundiblemente Beethoveniana por el carácter y la expresión, así como la manera de delinear el edificio armónico. Primorosa por la calidad del sonido, brillante, luminoso, bello y diáfano de exposición, Cautivadora por la forma de perfilar las transiciones, por el juego de dinámicas, la hondura musical, los acentos y el imponente fraseo, la creación de clímax y la administración de los silencios. Respuesta magnífica de una orquesta totalmente entregada.  

   Como propina, Trevor PInnock y la orquesta del Mozarteum de Salzburgo regalaron un espléndido entreacto, andantino, de Rosamunde de Franz Schubert.