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CRÍTICA: 'VALQUIRIA' CON MAYÚSCULAS EN VALLADOLID, BAJO LA DIRECCIÓN MUSICAL DE VASILY PETRENKO. Por Rubén Martínez

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Autor: Rubén Martínez
4 de junio de 2013
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WAGNER CON MAYÚSCULAS

Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 30/05/13. Wagner: Anillo del Nibelungo (selección orquestal). Die Walküre, acto 1. Angela Denoke (Soprano). Christopher Ventris (Tenor). Ain Anger (Bajo). Vasily Petrenko, dir. OSCYL.

      Uno de los platos fuertes de los Ciclos 2013 del Auditorio Miguel Delibes eran sin duda los dos conciertos de abono de la OSCYL, el jueves 30 de mayo y el sábado 1 de junio, al que asistimos, que homenajeaban el bicentenario de Richard Wagner con una selección orquestal del Anillo del Nibelungo en la primera parte seguida de un primer acto de Walküre en la segunda con un cast vocal de primer nivel, todo ello bajo la dirección de Vasily Petrenko. El resultado ha sido más que satisfactorio aunque quizás han estado a un punto por encima los solistas vocales respecto a la prestación orquestal.
      Los fragmentos escogidos del Anillo fueron la entrada de los Dioses en el Walhalla con la que finaliza Das Rheingold, seguida, cómo no, por el inicio del acto tercero de Die Walküre, la famosa cabalgata. A continuación el interludio orquestal de Siegfried conocido como murmullos del bosque para finalizar con dos piezas de Götterdämmerung: la cinematográfica marcha fúnebre y el soberbio final del ciclo, la Inmolación de Brünnhilde. Nuestra situación en el auditorio no era propicia para apreciar adecuadamente el empaste de la sonoridad orquestal, estando demasiado presentes las cuerdas y demasiados lejanos los metales. Nos gustaron especialmente las sedosas sonoridades alcanzadas en el fragmento de Siegfried así como la solemnidad de tempi en la marcha fúnebre del Ocaso. El gesto claro y enérgico del director de San Petersburgo no pasa desapercibido y hace evidente su complicidad con los profesores de la OSCYL. Su versión del primer acto de Walküre comenzó con unos primeros acordes especialmente marcados y más ralentizados de lo habitual, como queriendo acentuar el agotamiento de Siegmund en su desesperada huida. Durante toda la pieza la concertación con los solistas fue plena, sin apreciarse el más mínimo descuadre, aunque quizás Petrenko podía haber sido más cómplice de sus respiraciones en momentos puntuales dónde parecía que hubieran agradecido un par de segundos adicionales de aliento. 
      El tenor británico Christopher Ventris demostró el por qué ha hecho de Siegmund, junto a Parsifal y Peter Grimes, sus caballos de batalla. Ventris venía de representar el papel en Amsterdam el mes pasado y seguramente esto habrá ayudado a que su prestación vocal fuese de una evidente solidez ya desde su entrada Wes Herd dies auch sei, luciendo un instrumento muy timbrado en todo el registro, con graves solventes y agudos de generoso caudal. Ventris no pasó apuros en prácticamente ningún momento de su extensa parte salvo, quizás, un algo precipitado so blühe denn, Wälsungen-Blut! ocasionado por una inoportuna flema. Serían de agradecer unos tonos más de oscuridad en un timbre que suena en ciertos momentos demasiado anglosajón aunque con muchos más quilates que el neozelandés Simon O'Neill, al que, por color, podría recordar en determinadas ocasiones. Sus dos raccontos iniciales, Friedmund darf ich nicht heissen y Ein starkes Jagen auf uns resultaron especialmente bien resueltos, con intención y variedad de fraseo y con profusión de acentos heroicos. Conmovedor su Ein trauriges Kind especialmente en su conclusión Nun weisst du, fragende Frau, warum ich Friedmund nicht heisse.
      Su momento estelar, Ein Schwert verhiess mir der Vater, tuvo la dosis justa de rabia y duda, con unos Wälse! Wälse! brillantes pero para nada estentóreos. Un Winterstürme de vibrantes acentos culminó en un pletórico Siegmund heiss‘ ich. En definitiva, uno de los mejores tenores wagnerianos de la actualidad que, sin embargo, no es invitado con demasiada frecuencia al festival de Bayreuth y cuya carrera se está desarrollando fundamentalmente en Viena, Berlín, Zürich y Amsterdam. En la próxima temporada del Teatro Real, Ventris se alternará con Michael König como Lohengrin.
      La soprano alemana Angela Denoke ha desarrollado una carrera centrada casi con exclusividad en el repertorio germánico, con incursiones en Janacek y algo de repertorio ruso (Dama de Picas, Lady Macbeth of Msensk). Su actual estado vocal, con 51 años, la hace idónea para roles como Kundry o el que en esta ocasión nos ha presentado, Sieglinde. El instrumento conserva sus tonos acerados que siempre la han caracterizado. Sonido perfectamente emitido, muy bien apoyado y sonoro en el grave, sin necesidad de bajarlo al registro de pecho. Gran homogeneidad de registros pero algún problema de afinación y control en el extremo agudo. En ocasiones parece sufrir más viendo su gestualidad, con un vibrato muy acompañado de movimiento mandibular, de lo que realmente denota el sonido emitido. Aún así, no hay duda de que acomete las notas más comprometidas con un glissando ligeramente calado y de gusto discutible para llegar, más tarde que temprano, a la nota en cuestión. Dejando aparte las limitaciones que el paso del tiempo ha incorporado a su extensión y que parece evidente que ponen a Salome fuera de su alcance a día de hoy, hay que rendirse ante la evidencia de encontrarnos ante una artista con mayúsculas. Junto a su compatriota Waltraud Meier quizás sea uno de los mejores ejemplos de actriz-cantante integral que ofrece en la actualidad el panorama operístico. Su repertorio de miradas, gestos e infinidad de detalles expresados con lenguaje no verbal son imposibles de recoger en una crónica. Baste decir que en ningún momento dio la sensación de encontrarse en una versión concertante de la obra. Su Nicht bringst du Unheil dahin, wo Unheil im Hause wohnt fue de conmovedora belleza y desesperación. La gran escena Eine Waffe lass mich dir weisen le permitió ofrecer por primera vez canto legato de bellísima factura con frases para el recuerdo como ein Fremder trat da herein aunque con las dificultades mencionadas anteriormente a partir de O fänd‘ ich ihn heut‘ und hier, den Freund. Muy cómoda en Du bist der Lenz y de ensoñadores acentuaciones en Ein Wunder will mich gemahnen y O still! Lass mich der Stimme lauschen hasta terminar en un arrebatado War Wälse dein Vater.
      El joven bajo nacido en Estonia, Ain Anger, lució una presencia escénica y vocal imponente, con una sonoridad plena, repleta de armónicos y de rocosidad ideal para el personaje de Hunding. No es de extrañar que, después de sus inicios como miembro estable de la Ópera de Viena, sus apariciones y debuts en otros coliseos líricos internacionales sean cada vez más frecuentes, habiendo debutado en Milán con Daland el pasado mes de febrero y en Barcelona hace apenas un par de meses como Fasolt en Das Rheingold. Anger impactó ya desde su entrada Du labtest ihn? y ofreció las dosis adecuadas de brutalidad en el fraseo que el rol demanda aunque prestando más atención de lo habitual a las dinámicas y modulación cromática en su fraseo. Las acentuaciones en Wie gleicht er dem Weibe así como en wird sein Name nun mir gennant fueron de logrado efecto así como las variaciones de color cada vez que mencionaba a Wölfing. Muy logrado su Ich weiss ein wildes Geschlecht, ofreciendo también deslumbrantes notas en la sección centro-aguda en Mein Haus hütet, Wölfing dich heut  y für Tote zahlst du mir Zoll. Importantísima voz, muy a tener en cuenta, especialmente en repertorio wagneriano y ruso. Su adecuación a la ópera italiana nos ofrece más dudas aunque en Viena haya ya debutado roles verdianos tan emblemáticos como Fiesco, Padre Guardiano, Zaccaria o Filippo II.
      Se agradecen, y mucho, estas versiones que, más que en concierto, podríamos calificar de semiescenificadas, por cuanto las entradas y salidas de los solistas se acompasan al desarrollo teatral, sin atriles ni partituras, y con una total implicación escénica de movimientos y gestualidades, cosa especialmente meritoria por cuanto el público se encuentra a apenas dos metros de los solistas y la luz no se atenúa en ningún momento. Sin llegar al nivel excelso de la ya casi legendaria versión concertante de Walküre en Barcelona (mayo de 2008) con unos inconmensurables Domingo, Meier y Pape, defendemos la existencia de este tipo de aproximaciones al género lírico, con nulo o mínimo gasto en escenografía, y más que nunca en la época de escasos recursos públicos que estamos padeciendo. Hay mucho repertorio, y no sólo belcantista, que puede lograr brillantes resultados sin necesidad de apoyo escenográfico y de vestuario y que debería permitir a muchas obras semiolvidadas ver la luz con elevados niveles de prestación musical. Dejando a un lado la manida discusión de si la ópera sin escena no es nada y entendiendo que ambas formas de presentar espectáculos líricos deben coexistir y son compatibles no cabe duda de que muchas de las funciones más exitosas de los últimos años en los escenarios líricos españoles han provenido de este tipo de propuestas. Quizás las más "sonadas" sean las del Liceu de Barcelona, en la mayoría de los casos pensadas para Edita Gruberova (Maria Stuarda, Beatrice di Tenda, Lucrezia Borgia) o el más reciente Pirata belliniano con Devia y Kunde pero también en otros fueros, como el Devereux de Madrid de hace unos meses, el famoso Guillaume Tell de Coruña en octubre de 2010 o la muy solvente Norma de la Ópera de Oviedo en la temporada 2011-2012 con producción low cost y un cast de óptimo nivel.
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